“JERARCOLOGÍA” Y ECLESIOLOGÍA
La educación en la fe dentro de la Iglesia implicará necesariamente y a partes iguales, lo mismo la unidad que la pluralidad. Si hasta tiempos recientes la unidad resultaba ser eje y referencia sustantivamente dogmática y sin fisuras que la cuestionaran bajo aspecto alguno e hicieran tambalear su monolitismo, en la actualidad se comienzan a vislumbrar ya horizontes de interpretación y de vivencias cristianas a la luz de la pluralidad . Vaya por delante que si la unidad ha exigido y justificado la existencia de no pocos mártires en los “Años Cristianos”, todavía y en desesperanzada proporción, los testigos del pluralismo no alcanzaron reconocimiento alguno en el mismo libro, a no ser el de la descalificación ,del olvido y aún de la persecución.
Desde una visión exigentemente fiel de la vida, se advierter que educar en la pluralidad resulta ser mucho más arduo y difícil que hacerlo en dirección a la unidad , de modo especial cuando son los principios y comportamientos religiosos los comprometidos en esta tarea, tal y como acontece en la aplicación con la Iglesia.
Esto no obstante ,el más simple esbozo de formación y análisis de la doctrina de la Iglesia llevará al convencimiento firme de que su unidad pasa hoy por la pluralidad , solo con percatarse de que el marco en el que se desenvuelve y ha de desarrollar su misión posee un carácter ineludiblemente planetario e interdependiente y, por exigencias de la lógica, relacionado entre sí.
La Iglesia-Pueblo de Dios y Pueblo de pueblos-, además de hacer perdurable esta vocación, y de testificar su compromiso con la voluntad de su Fundador, se convertirá en referencia sacramental de estilo de vida en la diversidad de niveles de la convivencia entre los pueblos y entre quienes los integran.
En este proceso de la imprescindible educación de la unidad en la pluralidad de la fe , uno de los trabajos, tan dificultosos como decisivos que hay que afrontar , haciendo uso de terminologías angustiosas, es el del paso o tránsito de la “jerarcologia” a la “eclesiología”, con mención implícita para el Papa, obispos y clérigos por una parte y, por otra, para el resto del Pueblo de Dios, constituido en comunidad de creyentes.
Dentro y fuera de la Iglesia se demanda cada día con mayor énfasis, teología, evangelio y doctrina cristiana un cambio de estilo de vida eclesial hasta el presente caracterizado por su mayor presencia institucional, a otra más mistérica, espiritual y más explícitamente comunitaria, siendo imprescindible en tal transfiguración mayor protagonismo de la mujer y, en general, de todo el Pueblo de Dios.
La Iglesia no podrá ignorar los cambios que con tan acelerada insistencia y además en el nombre de Dios ,llaman y convocan hoy a los pueblos y a la sociedad en general, no resignándose a prescindir de ellos y ni siquiera a permitir que el protagonismo que le corresponde sacramentalmente pase a manos de entidades administrativas políticas o civiles que los ordenarán y aplicarán en conformidad con los criterios propios de la “Ciudad Terrenal”, prescindiendo de las exigencias y postulado del “Reino de Dios.”
La dinámica comunitaria es irrenunciable vocación de la Iglesia que, sempiternamente activará por ministerio y oficio, con rechazo para el conformismo social que en tantas esferas anida y define todavía a la colectividad y que resultará ser clave en el planteamiento correcto actual, y futuro.
A la historia no se puede llegar con tardanza y menos quien es y está instituida y vocacionada para contribuir decisivamente a su salvación, como en el caso de la Iglesia. Las consecuencias de llegar tarde resultarían más graves que las de haberse “pasado de frenada”. Iglesia, solidaridad ,comunión, servicio, fe en el futuro, pueblo, pluralidad, participación … son ideas, percepciones, argumentos y proyectos de vida que se corresponden sustantivamente con el esquema religioso fundado, mantenido y querido por Cristo y que en tan consoladora proporción y proyección de futuro va coincidiendo con las demandas actuales de muchos.
Desde una visión exigentemente fiel de la vida, se advierter que educar en la pluralidad resulta ser mucho más arduo y difícil que hacerlo en dirección a la unidad , de modo especial cuando son los principios y comportamientos religiosos los comprometidos en esta tarea, tal y como acontece en la aplicación con la Iglesia.
Esto no obstante ,el más simple esbozo de formación y análisis de la doctrina de la Iglesia llevará al convencimiento firme de que su unidad pasa hoy por la pluralidad , solo con percatarse de que el marco en el que se desenvuelve y ha de desarrollar su misión posee un carácter ineludiblemente planetario e interdependiente y, por exigencias de la lógica, relacionado entre sí.
La Iglesia-Pueblo de Dios y Pueblo de pueblos-, además de hacer perdurable esta vocación, y de testificar su compromiso con la voluntad de su Fundador, se convertirá en referencia sacramental de estilo de vida en la diversidad de niveles de la convivencia entre los pueblos y entre quienes los integran.
En este proceso de la imprescindible educación de la unidad en la pluralidad de la fe , uno de los trabajos, tan dificultosos como decisivos que hay que afrontar , haciendo uso de terminologías angustiosas, es el del paso o tránsito de la “jerarcologia” a la “eclesiología”, con mención implícita para el Papa, obispos y clérigos por una parte y, por otra, para el resto del Pueblo de Dios, constituido en comunidad de creyentes.
Dentro y fuera de la Iglesia se demanda cada día con mayor énfasis, teología, evangelio y doctrina cristiana un cambio de estilo de vida eclesial hasta el presente caracterizado por su mayor presencia institucional, a otra más mistérica, espiritual y más explícitamente comunitaria, siendo imprescindible en tal transfiguración mayor protagonismo de la mujer y, en general, de todo el Pueblo de Dios.
La Iglesia no podrá ignorar los cambios que con tan acelerada insistencia y además en el nombre de Dios ,llaman y convocan hoy a los pueblos y a la sociedad en general, no resignándose a prescindir de ellos y ni siquiera a permitir que el protagonismo que le corresponde sacramentalmente pase a manos de entidades administrativas políticas o civiles que los ordenarán y aplicarán en conformidad con los criterios propios de la “Ciudad Terrenal”, prescindiendo de las exigencias y postulado del “Reino de Dios.”
La dinámica comunitaria es irrenunciable vocación de la Iglesia que, sempiternamente activará por ministerio y oficio, con rechazo para el conformismo social que en tantas esferas anida y define todavía a la colectividad y que resultará ser clave en el planteamiento correcto actual, y futuro.
A la historia no se puede llegar con tardanza y menos quien es y está instituida y vocacionada para contribuir decisivamente a su salvación, como en el caso de la Iglesia. Las consecuencias de llegar tarde resultarían más graves que las de haberse “pasado de frenada”. Iglesia, solidaridad ,comunión, servicio, fe en el futuro, pueblo, pluralidad, participación … son ideas, percepciones, argumentos y proyectos de vida que se corresponden sustantivamente con el esquema religioso fundado, mantenido y querido por Cristo y que en tan consoladora proporción y proyección de futuro va coincidiendo con las demandas actuales de muchos.