Todos Somos Opus
Todos pertenecemos, y somos, “obra de Dios”. Cualquier atisbo-presunción de monopolio, franquicia o “excomunión”, nada menos que en relación con la “Creación”, pudiera motivar susceptibilidades, que hasta llegaran a justificar la revisión del acaparamiento de la denominación y registro canónico por parte de una organización -sodalicio-, de carácter religioso, como el “Opus Dei”, la “Obra de de Dios”, por antonomasia . El “Opus”- sería ocioso negarlo-, es tema asiduo de conversación en las tertulias de los curas, jubilado ya, o aspirantes a serlo.
¿Por qué la “Obra” tuvo empeño especial en captar para sí a determinados sacerdotes diocesanos? ¿Por qué los elegidos fueron normalmente los situados en los puestos diocesanos más “apetecibles”? ¿Fueron elegidos precisamente por tal circunstancia canónica, o esta fue la causa verdadera de su designación anterior?
. En conformidad con los comentarios de los amigos, curas jubilados, las señoras y señores del Opus se comportan de forma muy singular. Tan singular, que el mismo concepto de comunidad se quiebra, desarticula y hasta se evapora. Contribuyen a ello sus libros devocionales, prácticas piadosas y reuniones en tiempos litúrgicos o para- litúrgicos. Su participación en la Iglesia- comunidad resulta escasa, pobre, distante y ajena, y como programada desde fuera de ella, sin saber nada acerca de sus directores espirituales y educadores en la fe, ni cómo mantendrían su relación con la eclesialidad, y si para ello el obispo diocesano habría de cumplir alguna misión, dando la impresión frecuente de que los miembros activos del Opus no parecían ser “parroquianos”, aparte de la adscripción oficial de la que había constancia en los archivos oficiales, con explícitas referencias al libro que contiene las partidas de bautismo. De vez en cuando, con discreción notoria, y hasta de grado social y económico superior, “los o las miembros del Opus”, eran invitados/as a asistir a reuniones, o cursillos, de espiritualidad y, a su vez, algún sacerdote de la “Obra” los visitaba en sus propios domicilios.
. Como caso de relevancia especial, uno de los sacerdotes participantes en nuestra tertulia hizo expresa y detallada referencia a reuniones que periódicamente tenían lugar en la capilla del cortijo de la finca todopoderosa de una de las señoras del Opus…A las mismas solían asistir y participar amigas de los pueblos cercanos, quienes, antes o después de la celebración de la Eucaristía, de sus pláticas y adoctrinamientos, organizaban una procesión en la que se recitaban y rezaban los nueve -¡9¡- misterios del “Santo Rosario, concluyéndose la “fiesta” – “romería”- ,con un santo y piadoso piscolabis, no faltando jamás la misericordiosa y remuneradora sugerencia de una pingüe colecta a favor de la “causa”, con ocasión de algún acontecimiento fervoroso, pasado, presente o futuro. Las reuniones campestres dejaban huellas espirituales indelebles, acrecentando los deseos de perseverar en las mismas, siempre con reserva, discreción y discernimiento”.
. ¿Pero eran o no conscientes, y estaban o no de acuerdo, los obispos, al haber podido comprobar la “pluralidad” de parroquias, existente dentro de la demarcación canónica de cada una de ellas? ¿Favorecería esta circunstancia el verdadero y fecundo pluralismo eclesial, o lo entorpecería, teniendo en cuenta aquello de “yo soy de Pedro, yo de Pablo, yo de Juan y yo de Cefas?”. ¿Es que la nómina de obispos españoles, captados de alguna manera por el Opus era, y es, tan copiosa y compacta como para que ni siquiera se atisbe que el tema pueda convertirse en problema pastoral, y la tan deseada unidad de la Iglesia necesariamente conlleve la connotación de su “uniformidad”, inoperante al servicio y dictado de “profetas”, con la tentación y el inconveniente de la previa selección, distinción, separación y preferencia, impropias de por sí de toda idea religiosa, y menos de la encarnada, y testimoniada, por la Iglesia de Cristo?.
.¿Tardará en llegar el día en el que el mismo Papa Francisco perciba que el para muchos creciente proceso de “opuistización” de la Iglesia no será beneficioso para el auténtico pueblo de Dios? ¿A cuantas calendas nos encontramos ya de la universalización de la “la Iglesia del Opus”, o del “Opus de la Iglesia”? ¿Merece consideración, respeto y atención pastoral la extendida convicción de que, al menos jerárquicamente, hoy por hoy, se está ya en vísperas de que no haya más Iglesia que la que encarnan el Opus y movimientos religiosos afines, significando en la misma, nada o bastante poco, el “resto”, con sus peculiaridades, estructuras, obras de religiosidad y de culto, representatividad, santos y santas, lecturas y devocionarios, “caminos”, ritos, hábitos, apreciaciones y normas ético-morales, con involución, y reiterada mención, de los castigos eternos para los llamados “miserables pecados de la carne”?
¿Por qué la “Obra” tuvo empeño especial en captar para sí a determinados sacerdotes diocesanos? ¿Por qué los elegidos fueron normalmente los situados en los puestos diocesanos más “apetecibles”? ¿Fueron elegidos precisamente por tal circunstancia canónica, o esta fue la causa verdadera de su designación anterior?
. En conformidad con los comentarios de los amigos, curas jubilados, las señoras y señores del Opus se comportan de forma muy singular. Tan singular, que el mismo concepto de comunidad se quiebra, desarticula y hasta se evapora. Contribuyen a ello sus libros devocionales, prácticas piadosas y reuniones en tiempos litúrgicos o para- litúrgicos. Su participación en la Iglesia- comunidad resulta escasa, pobre, distante y ajena, y como programada desde fuera de ella, sin saber nada acerca de sus directores espirituales y educadores en la fe, ni cómo mantendrían su relación con la eclesialidad, y si para ello el obispo diocesano habría de cumplir alguna misión, dando la impresión frecuente de que los miembros activos del Opus no parecían ser “parroquianos”, aparte de la adscripción oficial de la que había constancia en los archivos oficiales, con explícitas referencias al libro que contiene las partidas de bautismo. De vez en cuando, con discreción notoria, y hasta de grado social y económico superior, “los o las miembros del Opus”, eran invitados/as a asistir a reuniones, o cursillos, de espiritualidad y, a su vez, algún sacerdote de la “Obra” los visitaba en sus propios domicilios.
. Como caso de relevancia especial, uno de los sacerdotes participantes en nuestra tertulia hizo expresa y detallada referencia a reuniones que periódicamente tenían lugar en la capilla del cortijo de la finca todopoderosa de una de las señoras del Opus…A las mismas solían asistir y participar amigas de los pueblos cercanos, quienes, antes o después de la celebración de la Eucaristía, de sus pláticas y adoctrinamientos, organizaban una procesión en la que se recitaban y rezaban los nueve -¡9¡- misterios del “Santo Rosario, concluyéndose la “fiesta” – “romería”- ,con un santo y piadoso piscolabis, no faltando jamás la misericordiosa y remuneradora sugerencia de una pingüe colecta a favor de la “causa”, con ocasión de algún acontecimiento fervoroso, pasado, presente o futuro. Las reuniones campestres dejaban huellas espirituales indelebles, acrecentando los deseos de perseverar en las mismas, siempre con reserva, discreción y discernimiento”.
. ¿Pero eran o no conscientes, y estaban o no de acuerdo, los obispos, al haber podido comprobar la “pluralidad” de parroquias, existente dentro de la demarcación canónica de cada una de ellas? ¿Favorecería esta circunstancia el verdadero y fecundo pluralismo eclesial, o lo entorpecería, teniendo en cuenta aquello de “yo soy de Pedro, yo de Pablo, yo de Juan y yo de Cefas?”. ¿Es que la nómina de obispos españoles, captados de alguna manera por el Opus era, y es, tan copiosa y compacta como para que ni siquiera se atisbe que el tema pueda convertirse en problema pastoral, y la tan deseada unidad de la Iglesia necesariamente conlleve la connotación de su “uniformidad”, inoperante al servicio y dictado de “profetas”, con la tentación y el inconveniente de la previa selección, distinción, separación y preferencia, impropias de por sí de toda idea religiosa, y menos de la encarnada, y testimoniada, por la Iglesia de Cristo?.
.¿Tardará en llegar el día en el que el mismo Papa Francisco perciba que el para muchos creciente proceso de “opuistización” de la Iglesia no será beneficioso para el auténtico pueblo de Dios? ¿A cuantas calendas nos encontramos ya de la universalización de la “la Iglesia del Opus”, o del “Opus de la Iglesia”? ¿Merece consideración, respeto y atención pastoral la extendida convicción de que, al menos jerárquicamente, hoy por hoy, se está ya en vísperas de que no haya más Iglesia que la que encarnan el Opus y movimientos religiosos afines, significando en la misma, nada o bastante poco, el “resto”, con sus peculiaridades, estructuras, obras de religiosidad y de culto, representatividad, santos y santas, lecturas y devocionarios, “caminos”, ritos, hábitos, apreciaciones y normas ético-morales, con involución, y reiterada mención, de los castigos eternos para los llamados “miserables pecados de la carne”?