¡NOS QUEDAMOS SIN CURAS¡

Sin dramatismos oblicuos de ninguna clase, la expresión de que nos estamos quedando ya sin sacerdotes, o curas, responde a la más cruda realidad. La reflexión aquí y ahora acerca de la misma se nos actualizó recientemente con ocasión de la feliz, deliciosa y entrañable “carta de su puño y letra”, enviada por el Papa Francisco a un nonagenario sacerdote rural santanderino, que lleva ejerciendo su cargo pastoral durante 63 años, en los pueblos cántabros de la comarca pasiega y de Miera.

. Estadísticas, experiencias personales y cercanas de cualquier clase, edad y color proclaman con exactitud y veracidad, la escasez- falta de sacerdotes, en proporciones ciertamente alarmantes. Para nadie es un secreto tal suceso y acontecimiento que registra la sociedad española.

. De vez en cuando, y con la más beatífica, pero insustancial, de las intenciones, se hacen aflorar, con bendiciones jerárquicas, algunos indicios de que la crisis vocacional está ya a punto de ser superada, mientras que simultáneamente, con refrendos y confirmaciones también jerárquicas, se publican noticias de que en la mayoría de las diócesis no se ordenarán sacerdotes en un puñado de años, dedicándose los edificios de los seminarios a distintas actividades sociales, culturales o docentes.

. La esperanza de que vocaciones latinoamericanas contribuirían a paliar el problema, resulta falaz e inconsistente, lo mismo o más que la hipotética admisión, hoy por hoy, todavía insoñable “escandalosa, herética y perversa”, de la mujer al sacerdocio-episcopado católico.

. Con las puertas clausuradas a toda previsión sensata, seria y respetable, la función implícita al ejercicio sacerdotal de la presidencia eucarística, sigue y seguirá siendo esencial en la Iglesia. Eucaristía e Iglesia se relacionan ontológicamente entre sí, sin disolución posible.

. La escasez- carencia actual de sacerdotes que se padece en España pudiera y debiera haber proporcionado elementos de juicio a quienes tienen responsabilidad directa y jerárquica en la misma desde perspectivas diversas. Resulta al menos sorprendente, extraño e inconcebible, que, por ejemplo, en tantas familias, con mención especial para las jóvenes, con gravísimas consecuencias de la crisis económica, sea tan escaso el número de aspirantes al sacerdocio, que es el único estamento social que no refleja índice alguno de paro. No es que sacerdotalmente se gane demasiado, aunque sea posible también en su práctica, el carrerismo, profesión- vocación, que por otra parte sigue valorada en pueblos y ciudades hasta como componentes de las “fuerzas vivas de la localidad”.

. ¿Hasta qué límites está llegando – ha llegado ya- el desinterés por los valores que identifican el ejercicio-ministerio pastoral, de tal modo que aún a las puertas de numerosas ONG se tocorrea y se llama con mayor énfasis, vocación e ilusión que a las de los noviciados y seminarios?

. ¿Qué tiempos y razones les quedan a los promotores de vocaciones misioneras en otras latitudes “religiosas” o profanas, fuera de España, cuando el título de “país de misión” puede muy bien ajustarse y ensamblársele a nuestra Iglesia patria?

. Así las cosas, a la teología del sacerdocio le queda largo camino por recorrer, tal y como este –el sacerdocio- es ejercido en la Iglesia. Como profesión- carrera, el sacerdocio se está acabando. Se acaba. En los penúltimos años, del listado de profesiones no pocas desaparecieron. Los tiempos, las necesidades, las circunstancias y las demandas así lo exigen e imponen. La burocracia, por ejemplo, con inclusión de solemnidades, ceremonias, ritos, pompas y “funciones”, no es ya actividad importante y prioritariamente pastoral, como algunos absurdamente pensaron y decidieron.

. La teología del laicado está hoy poco menos que en mantillas, El bautismo, con su compromiso en la fe, y su ministerio, permanece inédito para la mayoría de los cristianos y de las cristianas.

. Es comprensible que sean muchos los que lamenten y deploren la falta actual de sacerdotes. Es comprensible también que otros se precien de destacar que precisamente los centros y estamentos de la considerada “Iglesia conservadora”, sean fuentes preferentes vocacionales, previa se catequización por el tránsito- rebautizo de sus reglamentos, normas, idearios, cánones y “espíritu” congregacionales .

: ¿A qué conclusiones llevarán el descubrimiento y la aplicación del “sensus fidelium” (“vox temporis, vox Dei”) con estas sugerencias y ponderaciones? ¿Resultaría bueno, malo, mejor o peor que, así las cosas, a la profesión- vocación “cura” actual, también le hubiera llegado ya la hora suprema de su conversión- reconversión, es decir, la transformación propincua a su óbito?
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