SECTAS Y MÁS

. ¿Cómo, cuando, cuantas veces y con qué modos y fórmulas hemos vivido, vivimos y nos hacen concebir y expresar la Iglesia, como si esta fuera una secta? ¿Qué testimonios y ejemplos de sectarios acérrimos, convictos y confesos, nos obligó a dar el adoctrinamiento en la fe al que fuimos, y estamos, sometidos, con pautas y comportamientos que se dicen catequísticas y evangelizadores? ¿Cuáles y cuantos son los movimientos, congregaciones, asociaciones, hermandades y cofradías, canónicamente reconocidas, indulgenciadas y bendecidas por la Iglesia, con categoría de “estados de perfección”, en cuyos idearios y prácticas prevalece la idea de secta con cuantas características e interpretaciones les confieren los diccionarios y el uso popular?

En la permanente tarea de educación- reeducación de la fe, con la sacrosanta intención de separar la cizaña del trigo, antes de su guarda y custodia en los graneros destinados al fruto de estas plantas gramíneas, destaco los términos académicos que con seguridad distinguen las sectas de la religión verdadera: “carácter excluyente, elitista, intransigencia, dogmatismos, fanatismos, cerrazón, preferencia, elección- selección por parte de Dios, exclusión y condena del “resto”, impenetrabilidad, secretismo, reserva, misterios y misterios…”

A la luz de todos, y aún de cada uno de estos términos, es fácil afrontar y determinar la misión de desvelar si la Iglesia –nuestra- Iglesia , es, o no, secta, y si dentro de ella son pocos o muchos quienes personal o colectivamente son y se comportan como denodados, impertérritos y audaces sectarios.

. Malician algunos que, tal vez por aquello de que LA TRANSPARENCIA, con sus fieles sinónimos de “diafanidad” y limpieza” se catalogan como términos del género femenino, la prensa que tiene no es buena. El dato se revela, aprecia y predica en la misma, y aún más acentuada manera, en la Iglesia y en sus aledaños, aunque, en ocasiones, vocablos misteriosamente masculinos como “milagro”, “arcano”, “sacramento” y “sigilo” enmarquen tal concepto, motivándolo con sus fieles acólitos de “devoción, éxtasis y recogimiento”.

Pero nada más distante de la religión verdadera y, por tanto, de la Iglesia de Cristo, que es de por sí “transparencia, luminosidad, franqueza, sinceridad y verdad, es decir, la Verdad. Nada de confusión tinieblas, obscuridad y vergüenza. Por supuesto que todo esto es lo que debe ser, lo que está mandado y reflejan los evangelios como “palabra de Dios”. La realidad es otra. Tristemente distinta y hasta escandalosamente contraria, encarnada en quienes nos profesamos y decimos sentirnos Iglesia, sin excluir a su jerarquía, que posiblemente, por lo de sus ornamentos sagrados, títulos y prosopopeyas, presunciones y “coranvobis”, llaman más la atención, en ocasiones hasta acaparar exhaustivamente el concepto y la intensidad de la pertenencia a la propia Iglesia, con olvido consciente de que la transparencia es signo, fuente y argumento de credibilidad religiosa.

. LOS RITOS, por muy religiosamente que sean servidos y sermoneados, no siempre, ni mucho menos son portadores de mensajes y comportamientos cristianos. Son demasiadas, excesivas, las palabras que se relacionan con la terminología sagrada y piadosa “y no siempre es verdad tanta belleza”. Cielo, pecado, infierno, eternidad, castidad, procedencia divina, dogmas de fe, beatificaciones y canonizaciones,, indulgencias y bulas, preceptos y curias –diocesanas y romana-, Cardenales, obispos, arzobispos, cofradías y asociaciones, cilicios y romerías, “Años Santos”, “novísimos”, excomuniones, e infalibilidades, “Tribunales Eclesiásticos”, clérigos frailes, monjas y monjes, materia grave o leve, y tantos otros, jamás serán palabras y conceptos consagradamente cristianos en exclusiva...

Solidaridad, disponibilidad, “pueblo de Dios”, comunión. común-unión, veracidad, participación, arte, música, alegría, ecología, libertad, familia, padre, madre, hijos, persona, libertad, bondad, paz, ascética y mística, ternura, misericordia… habrán de configurar el léxico permanente de la convivencia y relación que se pretenda definir como cabalmente religiosa y cristiana.

A la Iglesia le sobran términos cultuales y ritos , en idéntica, y aún mayor, proporción a como le faltan actitudes y temas de conversación , de reflexión y homilías relacionadas con la realidad de la vida propia y ajena, en el constante peregrinaje hacia la consecución de la perfección integral e integradora.
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