Voz y Voto (desde la Iglesia)
No sé si esto es bueno, malo o regular. Ni siquiera sé si merece la pena su cita y su comentario. Pero el hecho es que, en los últimos tiempos “patrios”, y con las excepciones propias del extinto semanario “El Caso”, y de las reverdecedoras referencias, hoy tan frecuentes, de las secciones de sucesos de los medios de comunicación social, la Iglesia como tal “no pinta nada o casi nada” en los noticiarios. Da la impresión de que, ahítos de tanto clericalismo, lo religioso, y más “lo católico, apostólico y romano” perdió los titulares de prestigio de los espacios informativos…
Por citar un ejemplo elocuente y actual, refiero el dato de que, ni en los mismos programas de los partidos políticos, en sus mítines, alocuciones, declaraciones y debates en la variedad de secciones o temas, cuanto se relaciona con la Iglesia, esta difícilmente se hizo presente. Mirando hacia atrás y releyendo proclamas y lecciones de la historia con sus correspondientes interpretaciones y exigencias políticas y religiosas, resulta increíble que determinadas reivindicaciones defendidas algunas “manu militari”, “poniendo a Dios por testigo” y “a modo de cruzada”, se hayan silenciado, como si ya se hubieran resuelto u olvidado, por innecesarias o faltas de interés.
El nombre de la Iglesia, el de los obispos y los de la doctrina eclesiástica, no han aparecido por parte alguna, aún en cuestiones en las que tuvieron tanto relieve e importancia, con decidida influencia en la ulterior rentabilidad de los “votos” católicos, enclaustrados, “en virtud de santa obediencia” o, simplemente, por haberlo así sugerido el estamento clerical. “Guerras santas” y nuevas “Cruzadas”, fueron declaradas desde los púlpitos y las Cartas Pastorales, con símbolos y argumentos bíblicos, pontificios, doctrinales y ético-morales, con invocaciones apocalípticas al infierno y a la eternidad de sus penas…
Pero, pese a todo, la Iglesia y los eclesiásticos siguen siendo y actuando como siempre, es decir, como “Iglesia” y como “eclesiásticos”. Y no se resisten a pasar desapercibidos, y donde apenas si se esperaba y por los mismos que tachaban a otros de clericalismos, se erigen ahora en defensores de causas con proyecciones tanto políticas como religiosas. Resignarse a pasar desapercibidos no es virtud y condición propia de los eclesiásticos…Así lo reza y lo canta la vida…
Y en vísperas electorales, un grupo de curas vascos acaban de denunciar “las injustas condenas políticas contra los presos soberanistas catalanes” o de cualquier otra demarcación administrativa, de los restos que quedarían de España, aunque estos lo sean de la que llaman “vacía” o “vaciada” precisamente por haber tenido sus vecinos que emigrar a otros lugares privilegiados -los suyos-, con más altos niveles de calidad de vida, cubiertas sus necesidades y las de los suyos, para el presente, y sin olvidarse del futuro “pensionista”.
A la procesión de reclamaciones y denuncias políticas, “en el nombre de Dios”, se adjunta, presidiéndola, los propios obispos con sus Cartas Pastorales redactadas en despachos palaciegos y con “ornamentos sagrados”, procedentes de las más absurdas , imperiales y paganas simbologías, carentes de veracidad, de sentido común y, sobre todo, de santo evangelio.
Duele reconocer que el protagonismo es inherente a la condición eclesiástica. Los obispos son lo que son y lo que le exigen sus mitras, sus títulos, sus catedrales, sus ritos, sus campanas y la capacidad de convocación- congregación que estas poseen, cada día más restringida aún por decisiones y ordenanzas municipales, por aquello de los decibelios…El clericalismo es mal endémico. Y endemoniado. Clericalismo e Iglesia jamás se sacramentarán entre sí, aunque sean muchos todavía quienes lo lamenten, y añoren tiempos y comportamientos “sacrales”. Las reivindicaciones concordatarias, más que religiosas, rondaron y rondan ámbitos de competencia económica…
El clericalismo es de por sí también vanidoso, proclamando de diversas y “santas” maneras que les sean reconocidas y alabadas las cualidades de las que se supone poseedora la institución a la que se pertenece…En el apartado de su refranero, la sabiduría popular conserva y autoriza la frase “presume más que un misacantano”, con referencias al cura que inicia la andadura del camino del jerarquismo eclesiástico.
Y ahora y siempre, y por los siglos de los siglos, la pregunta dotada de indulgencias plenarias: ¿A favor, y en contra, de qué partido político comprometerá su voto mayoritariamente la Conferencia Episcopal Española?