Menos obispos

Todo eso del examen de conciencia, revisión de vida, dirección espiritual, disponibilidad permanente para afrontar cambios, corregirse y rectificar, pedir perdón, atemperarse y escarmentar en cabeza ajena… no son, o no han sido, tareas eminentemente jerárquicas, y menos, episcopales. Por carismas y generosas alegaciones teológicas y canónicas, parte importante –mayoritaria-de quienes “rigen” la Iglesia, se siguen considerando impecables, infalibles a veces, y actuando siempre como paradigmas, modelos, moldes y ejemplos de vida cristiana, por lo que, lejos de ellos – “absit”- el planteársela de modo distinto al impuesto en los últimos tiempos. Es posible que, entre otras, algunas de las siguientes y respetuosas sugerencias ayuden a replanteamientos más evangélicos, hoy crecientemente imprescindibles en la “Santa Madre la Iglesia”.

. Términos y estilos de vida tales como “autoridad”, “gobernantes”, “superiores”, “dignatarios”, “muy ilustres”, “ilustrísimos, “santos y santísimos”, y tantísimos otros, reclaman con urgencia una profunda y penitencial revisión y desahucio a la luz de la fe y del sentido común.

. Consecuentemente, mantener -y menos valiéndose para ello de excomuniones, “monitums”, anatemas y censuras-, no resulta ni pedagógico ni cristiano. Un diluvio rebautizador de “aguas lustrales” precisan no pocas actitudes y actividades que se siguen considerando, e intitulando, como “religiosas”.

. Clero-pueblo, pastores- fieles, docentes- oyentes, jefes- súbditos y otras relaciones establecidas, impuestas, ejercidas y ejecutadas en la terminología y praxis eclesiásticas, demandan formulaciones y comportamientos coincidentes con exactitud con los inscritos y registrados en los evangelios, avalados con el uso y disfrute de los cristianos de la Iglesia primitiva.

. Cuanto de modo especial se refiere al término y ejercicio ministerial del “obispo”, se sigue desconsiderada y sorprendentemente a la espera de análisis y cambio, hondo e inteligente. Las primeras, y veraces, acepciones del vocablo griego –profano- referido al “obispo”, no rebasan los límites propios de “administradores”, con funciones económicas, “gerentes”, “gestores”, “intendentes”, “vigilantes”, “inspectores” o “gobernadores”. En este dato, circunstancia y desviación radical del sentido y contenido primeros, es posible que se disimulen y agazapen algunas tergiversaciones y perífrasis.

. En los ámbitos parroquiales, diocesanos, curiales, “et supra”, el término “jerarquía” y su consagración histórica, con dedicación “religiosa”, exclusiva y excluyente, es posiblemente el que en proporción mayor demanda revisión y remoción, en conformidad con los principios fundamentales de la Iglesia. Al mismo concepto, a su uso y ordenamiento con el “carrerismo eclesiástico”, repetidamente se refiere el Papa Francisco con desconsoladores lamentos.

. El culto a la personalidad, hasta a veces dar la sensación de que los miembros de la jerarquía son “dioses en activo”, es conclusión catequística de su actividad y presencia en el organigrama de la institución que se dice fundada por el mismo Cristo Jesús.

. Con imprecaciones litúrgicas que acompañaran a las procesiones de rogativas de los antiguos flagelantes, sería hoy explicable y satisfactorio que se recorrieran caminos penitenciales, desgranándose fervorosas peticiones a Dios a favor de la desaparición de títulos honoríficos, de privilegios insaciables y remunerados –en euros y en indulgencias-, de los que otrora disfrutaron los altos funcionarios del “cristianizado” imperio bizantino. Reliquias como cirios, inciensos, sandalias, manípulos, ornamentos-paramentos “sagrados”, tratamientos principescos y reminiscencias feudales
Posteriores… provocan hoy en muchos, sensaciones de rechazo, de pena y aún de hilaridad. La cultura desvela hoy con facilidad “misterios” como estos, que posiblemente antes hasta podrían acrecentar veneraciones rituales y ceremoniosas, con cierto carácter popular piadoso.

. Acorazarse en el Código de Derecho Canónico, y en tantas otras normas jerárquicas, como ejemplos y modelos, no resiste los más elementales análisis favorables de “religión”, de “vida” y de “cristiana”, difuminada y manipulada la presencia de Cristo Jesús. “Leguleyismo”, “burocratización” y clericalización” no son de por sí conceptos aplicables a la “vida cristiana”.
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