Levitación y bilocación
Ha caído en mis manos la recensión de un libro muy curioso. Está escrito por un historiador de la universidad de Yale, Carlos Eire, y se titula: They Flew. A History of the Impossible (Volaron. Una historia de lo imposible). Trata de un grupo de santos que sufrieron raptos divinos que les permitieron flotar en el aire y que se encontraron inmersos en una realidad tan extraña que no encontraron palabras para describirla
Los hombres siempre hemos soñado con volar. La mitología nos enseña el caso de Ícaro que fabricó unas alas de cera que le permitían hacerlo, pero que se derritieron con el calor del sol. En la Iglesia siempre ha habido relatos de este tipo. Simón, el mago fue uno de los primeros. Santo Tomás de Aquino, famoso por ser gordo, se elevó rezando en una iglesia de Salerno, medio metro sobre el suelo y Brígida de Suecia, a la que muchos testigos aseguran la vieron volar. Otros casos semejantes son el de Catalina de Siena y San Alfonso de Ligorio, al que se conocía como Airefonso por la frecuencia con que sus pies no tocaban el suelo
La obra se centra en estudiar este fenómeno para centrarse en tres personajes: santa Teresa de Ávila, San José de Cupertino y sor María de Agreda. Empieza el relato por Teresa cuyo misticismo está marcado por los “arrobamientos”, acompañados por fenómenos físicos. La santa hablaba de que su cuerpo se sentía tan ligero que parecía no pesar. A pesar de que no perdía el conocimiento durante sus éxtasis, estaba en una especie de estado disociado, a la vez en otro lugar y no en otro lugar. Esas circunstancias le hicieron pedir a Dios que dejara de favorecerla por miedo a las preguntas de sus confesores y porque una mujer voladora podía tener problemas con la Inquisición.
José de Cupertino sufrió levitaciones numerosas e impredecibles con lo que sus superiores le fueron cambiando, de convento en convento, para frenar su popularidad y que no se hablara de su persona. La decisión final consistió en ordenarle confinamiento solitario en su celda en donde permaneció durante los últimos seis años de su vida. Murió en el convento de Osimo en 1663
Las levitaciones de Cupertino se consideran únicas, aunque había una cierta propensión entre los franciscanos para considerar que el fervor religioso venía conectado con fenómenos anormales. El modelo para estos frailes era San Francisco de Asís del que, sus compañeros, Leo y Masseo, propagaron historias de sus levitaciones que causaron gran impresión entre sus hermanos. Maesso no fue solo un testigo, sino que tras su conversión, también levitó gracias a la respiración de Francisco sobre él
La última persona de la que habla el libro es sor María de Ágreda, una monja consejera de Felipe IV, cuya popularidad estaba llamada a que sus relatos se embellecieran. Aunque sus fieles la consideraban santa, la Inquisición no compartía sus ideas
Protegida por el rey, hablaba de sus arrobamientos y daba cuenta con gran detalle de lo que en ellos vio y sintió. Tenía el don de la bilocación y su relato de la evangelización, que llevó a cabo en la tribu de los Jumanos en México, no dejaron duda alguna entre misioneros recién llegados de Nueva España. Aunque sus relatos fueron una buena causa para su canonización, el don de la bilocación no fue tan bien visto por las autoridades eclesiásticas
Al final se pregunta el autor si en nuestro mundo moderno resulta absurdo hablar de santos que vuelan y si la negativa a creer estas historias supondría un mazazo para nuestra religión. Aconseja al lector, pensando en su piadosa abuela, que haga el esfuerzo de creer. Me cuesta hacerlo y tampoco creo que la duda suponga una merma para el cristianismo ya que cada época tiene sus creencias y, en todas, hay personas proclives a esperar milagros o ver cosas semejantes. La vida es muy dura y estos hechos les permiten soñar