El Corpus y el "poeta" Tomás de Aquino

Es un fenómeno curioso éste de los versos de Santo Tomás. Al gran teólogo y filósofo medieval difícilmente lo situaríamos entre los poetas.Chesterton lo ensalzó como tal con un entusiasmo y unos elogios que, modestamente, nos parecen desmedidos. Comentaba el inglés los textos litúrgicos compuestos para la introducción de la fiesta del Corpus (1264), entre los que se incluyen varios conocidos “poemas”. ¿Poesía? En todo caso se trataría de poesía predominantemente didáctica.El de Aquino puso allí su mucho talento. Las ricas melodías gregorianas pusieron lo demás. Ahora bien, hablar de poesía parece cosa algo distinta.

Pero afirmemos lo obvio: 1º) Asombra en esas piezas la perfección y la ductilidad con que maneja el latín, la lengua usada en la liturgia. 2º) Versifica divinamente según la práctica medieval, con rimas y estrofas que no entraban en la métrica de los clásicos de Roma. 3º) En la concisión acierta siempre con las palabras y las formas justas para meter en ellas toda la teología, la Escritura, la tradición y la espiritualidad del Sacramento. 4º) Por eso mismo, a menudo sus estrofas resultan relativamente frías por muy conceptuales. Y 5º) El pueblo, que sin saber latín cantaba, por ejemplo, el “Pange lingua-Tantum ergo”, difícilmente podía comprender su significado sin una aplicada y adecuada catequesis.

En este breve apunte no entro en detalles. Pero quiero señalar que los versos del sabio dominico nos ofrecen estimulantes sorpresas. Llevado de la memoria elijo a modo de ejemplo dos “delicadezas” que siempre me han parecido especialmente bellas y emotivas desde una perspectiva poética:

1ª) La estrofa tercera del Pange lingua, en su final (Cibum turbae duodenae se dat suis manibus) presenta Jesús en la Cena “dándose como alimento a sus discípulas con sus propias manos”.

2ª) En la secuencia de la Misa “Lauda Sion Salvatorem”, me toca invariablemente la sensibilidad la estrofa 23 (“Bone Pastor, panis vere”), que, sin la rima que la adorna y enmarca, podríamos traducir: “Buen Pastor, pan verdadero, Jesús, apiádate de nosotros. Apaciéntanos, guárdanos, haznos ver lo bienes (eternos) en la tierra de los vivos”. Repetimos que la música, en algunos casos popular a fuerza de repetida y aceptada, realza muy notablemente lo que ya la letra expresa.

Esto sólo ha sido un apunte apresurado. Quedemos en que la condición de “poeta” o versificador del de Aquino es una muy interesante curiosidad. Revela en sus estrofas lo acendrado de su lenguaje teológico y la versatilidad de quien lleva su genio a unos textos, exquisitamente cuidados, para el alimento litúrgico del pueblo. Todo ello, naturalmente desde la cultura y la pastoral de su tiempo.
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