Esta Europa de la Virgen...

Que nadie diga que esto no es gracioso. Ahora nos recuerdan que la bandera de Europa es una bandera mariana, o sea, una bandera de la Virgen. El azul inmaculada y las doce estrellas de la medalla milagrosa, tomadas a su vez de la visión de la Mujer del libro del Apocalipsis, o de la Revelación, como traducen algunos de nuestros hermanos protestantes. Una visión en los primeros tiempos de la Iglesia, que se defiende y defiende a sus hijos de la persecución y del maligno. Derivadamente, en una segunda interpretación, en esa mujer se ha visto a la Virgen María.

El Consejo de Europa había convocado un concurso para elegir su bandera. Se presentaron un centenar de trabajos. El fallo dio el premio al diseño del católico alsaciano Arsène Heitz, el 8 de diciembre de 1955.

Ahí andan los últimos papas reclamando una vuelta a las raíces cristianas de Europa. Ahí están quienes piden que cuando se cita a Grecia y a Roma como precedentes del alma y la cultura europea no se omita la alusión a la Cruz y a la formidable herencia del cristianismo.

Ahora bien, con alusión o sin alusión explícita, la presencia de los datos de una cultura cristiana en nuestro entorno es abrumadora. En el mundo del arte, piénsese en las catedrales, las iglesias, los museos repletos de temas relacionados con el mundo de la fe. No es cuestión de improvisar aquí una tesis doctoral, pero repárese, así a bote pronto, en las poblaciones que llevan nombres de santos, los santos protectores de pueblos y ciudades, las fiestas patronales y no patronales a lo largo del año, la mayoría de nuestros propios nombres... Si nos vamos al lenguaje, la influencia de lo religioso cristiano en el vocabulario y determinadas locuciones, las frases hechas, es igualmente abrumadora. En España el Diccionario de Autoridades de la RAE recurre con profusión a la gran literatura religiosa o de religiosos para avalar no pocos usos del idioma. El lenguaje coloquial está lleno de expresiones que derivan del mundo de la fe y sus aledaños. Hasta los ateos emplean frases acuñadas como “Dios no lo quiera”, “Si Dios no lo remedia”, “Esto va a misa”, “Doctores tiene la santa madre Iglesia” “Es un viva la Virgen”, etc., etc., etc... Esto quizá en las capas más externas, pero aún es mucho más decisiva y profunda la presencia de conceptos y valores heredados en común por los países de nuestro entorno.

Pues bien, el ciudadano europeo Arsène Heitz, no muy conocido, que a estas alturas sobrepasa los 80 años, hace cincuenta y seis que coló esta bandera, ya tan familiar, en Europa y en el mundo entero. La “coló” en buena lid, en un concurso abierto. Es la bandera que todos conocemos y hemos aceptado sin reticencia alguna. Lo que no sabíamos todos es que Arsène Heitz, el autor, era un católico practicante que rezaba el rosario en familia y se había inspirado en una medalla de la Virgen y en un texto del Nuevo Testamento que, por cierto, se lee en las iglesias el día de la Asunción.
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