(NOTA: Con esta pequeña entrega inicio una pausa estival. Felices vacaciones a quienes puedan disfrutarlas. Y la bendición de Dios para todos).
Fue un banquete feliz: exquisitas verduras.
tras un breve adelanto de frutos
del mar y de la tierra,
creo
que un medallón de carne, supongo que jugosa.
(Es un dato menor, me borra la memoria
la sombra de Platón y su Simposio,
trocada ya la mesa en un festín
de verdad y belleza).
Prontos a dialogar
se alzó el tono regado
con un sencillo
vino del pueblo, seguro y de confianza.
Como postre supongo que elegí
la cima del sabor con los primores
de una naranja reina.
No me preguntes más, sólo recuerdo
que el más alto sabor lo aseguraban
la sonrisa en los rostros, las palabras,
-luz y saber, sabor, sabiduría-
de aquel pequeño círculo amistoso
de luces y de voces
que se sentaban a la misma mesa,
disertando
del aquí y el allá, del universo
aún indescifrado, del tiempo, la esperanza,
el amor y el dolor,
los arcanos del hombre y de la vida.
No es otra la razón de este poema
y de que estos pobres versos, a su modo,
canten aquí un banquete memorable.