Señor contra la muerte
PASCUA
Jesús resucitado, Señor contra la muerte: Tú sabes hasta qué punto amamos la vida y cómo nos agarramos a ella. No hay árbol que hunda y crispe sus raíces como nosotros cuando de vivir se trata, ni instinto de supervivencia como el nuestro, ni águila que vuele tan alto como nosotros en el deseo de vivir…
Señor Jesús, muerto y resucitado, vencedor, campeón de la muerte: Queremos vivir y estamos rodeados de muertos. Muertos queridos de nuestra propia familia, habitantes en otro tiempo de nuestra propia casa. Cómo nos duelen aún los más recientes! Muertos amigos, conocidos, cercanos…
Pero creemos en ti. Sabemos que estás vivo. Que vives para siempre. Creemos que, si contigo morimos, viviremos contigo; si sufrimos contigo, heredaremos el Reino de la vida.
Cúranos, Señor, del dolor de la muerte. Cúranos de esta herida, tan antigua y tan nuestra (la trajimos ya al nacer con nosotros). Alívianos del desgarrón de nuestros muertos queridos, tú, vida y dueño de la vida, que trabaste un duelo formidable y espectacular con la muerte y, tras dejarla muerta y fuera de combate, reinas vivo.
Jesús resucitado: Te seguimos. Te amamos. Nos fiamos de ti. Señor contra la muerte: te queremos más que la propia vida.
Dejamos en tus manos el cariño y la memoria de nuestros muertos, todo lo que les debemos, todo lo que por su ausencia nos arrasa de pena. Seguros están en ti, pan de vida, agua fresca y clara que salta hasta la vida eterna, Buen Pastor que vas delante y das la vida por los que te siguen, puerta por donde entrar al Reino del Padre, camino derecho, transparente de verdad, eterna y pura, vida nueva y sin fin…
Seguros estamos todos, nacidos y llamados a morir, pero levantados también a resucitar como tú y vivir para siempre.
Buen Pastor, pan verdadero, apaciéntanos tú, cuídanos tú. Haznos ver los bienes celestiales en la tierra de los vivos.
Amén. Aleluya.
Señor Jesús, muerto y resucitado, vencedor, campeón de la muerte: Queremos vivir y estamos rodeados de muertos. Muertos queridos de nuestra propia familia, habitantes en otro tiempo de nuestra propia casa. Cómo nos duelen aún los más recientes! Muertos amigos, conocidos, cercanos…
Pero creemos en ti. Sabemos que estás vivo. Que vives para siempre. Creemos que, si contigo morimos, viviremos contigo; si sufrimos contigo, heredaremos el Reino de la vida.
Cúranos, Señor, del dolor de la muerte. Cúranos de esta herida, tan antigua y tan nuestra (la trajimos ya al nacer con nosotros). Alívianos del desgarrón de nuestros muertos queridos, tú, vida y dueño de la vida, que trabaste un duelo formidable y espectacular con la muerte y, tras dejarla muerta y fuera de combate, reinas vivo.
Jesús resucitado: Te seguimos. Te amamos. Nos fiamos de ti. Señor contra la muerte: te queremos más que la propia vida.
Dejamos en tus manos el cariño y la memoria de nuestros muertos, todo lo que les debemos, todo lo que por su ausencia nos arrasa de pena. Seguros están en ti, pan de vida, agua fresca y clara que salta hasta la vida eterna, Buen Pastor que vas delante y das la vida por los que te siguen, puerta por donde entrar al Reino del Padre, camino derecho, transparente de verdad, eterna y pura, vida nueva y sin fin…
Seguros estamos todos, nacidos y llamados a morir, pero levantados también a resucitar como tú y vivir para siempre.
Buen Pastor, pan verdadero, apaciéntanos tú, cuídanos tú. Haznos ver los bienes celestiales en la tierra de los vivos.
Amén. Aleluya.