La calidad de nuestros políticos: ¿Como la sociedad de la que proceden?
Cuando se afirma la escasa calidad de no pocos políticos, se dice y se escribe que nuestros representantes son como la sociedad de la que proceden. ¿De dónde nace semejante superchería? Cómo me gustaría saber si tan sobado tópico se sostiene. Pero me inclino a creer que, al menos en determinados momentos históricos, incluido el actual, es una afirmación más que gratuita. Me temo que no pocos políticos estén muy por debajo de aquellos a quienes representan. Por cierto, quienes representan al pueblo y cobran del pueblo para que trabajen por el bien común ¿no tienen un deber de ejemplaridad?
Evidentemente entre los ciudadanos hay, por decirlo a lo llano, de todo. Pero la vida nos enseña a conocer nuestros límites y a adaptarnos a ellos. El problema y el espectáculo están servidos cuando alguien sin preparación, con una inteligencia a ojos vistas limitada, con escaso sentido de la palabra comprometida, desde una autoestima manifiestamente superior a sus capacidades, con una ambición ciega y fuera de todo sentido, se empeña en jugar al propio interés o al de su partido y olvida que el pueblo soberano lo elige y le paga para que sirva a los intereses comunes.
El problema añadido es que mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos viven en el anonimato de sus pequeñas comunidades o de sus barrios urbanos, los políticos se exponen continuamente en la pasarela pública mostrando su escasez de talla e incluso sus clamorosas limitaciones personales.
Conocemos a tanta gente buena, sensata, normal, que quizá no fueron buenos estudiantes ni especialmente dotados para los estudios académicos, pero con otros talentos y valores que los hacen excelentes padres de familia, pacíficos vecinos, aplicados trabajadores, creadores a veces de pequeñas empresas familiares, gente sana y benéfica que no miente ni trampea, ni se arroga superioridad sobre nadie, que no muerde ni odia a muerte a sus competidores… Gente a la que le gusta decir siempre lo que piensa y lo que tiene por mejor y más noble… Gente, en suma…, que no valdría para la política, aunque conozca en su cercanía a algunos que, quizá con menos méritos profesionales y aun académicos, se lanzaron a vivir de ella.
¿Son los políticos, como la sociedad de la que proceden? ¿Todos o la mayoría de los políticos? ¿De dónde ha salido semejante superchería? Pregunten, pregunten al pueblo que en las elecciones los contrata como trabajadores eventuales, les paga su sueldo y asiste atónito al espectáculo.
Evidentemente entre los ciudadanos hay, por decirlo a lo llano, de todo. Pero la vida nos enseña a conocer nuestros límites y a adaptarnos a ellos. El problema y el espectáculo están servidos cuando alguien sin preparación, con una inteligencia a ojos vistas limitada, con escaso sentido de la palabra comprometida, desde una autoestima manifiestamente superior a sus capacidades, con una ambición ciega y fuera de todo sentido, se empeña en jugar al propio interés o al de su partido y olvida que el pueblo soberano lo elige y le paga para que sirva a los intereses comunes.
El problema añadido es que mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos viven en el anonimato de sus pequeñas comunidades o de sus barrios urbanos, los políticos se exponen continuamente en la pasarela pública mostrando su escasez de talla e incluso sus clamorosas limitaciones personales.
Conocemos a tanta gente buena, sensata, normal, que quizá no fueron buenos estudiantes ni especialmente dotados para los estudios académicos, pero con otros talentos y valores que los hacen excelentes padres de familia, pacíficos vecinos, aplicados trabajadores, creadores a veces de pequeñas empresas familiares, gente sana y benéfica que no miente ni trampea, ni se arroga superioridad sobre nadie, que no muerde ni odia a muerte a sus competidores… Gente a la que le gusta decir siempre lo que piensa y lo que tiene por mejor y más noble… Gente, en suma…, que no valdría para la política, aunque conozca en su cercanía a algunos que, quizá con menos méritos profesionales y aun académicos, se lanzaron a vivir de ella.
¿Son los políticos, como la sociedad de la que proceden? ¿Todos o la mayoría de los políticos? ¿De dónde ha salido semejante superchería? Pregunten, pregunten al pueblo que en las elecciones los contrata como trabajadores eventuales, les paga su sueldo y asiste atónito al espectáculo.