Quién lo hizo por amor tan alto y libre

Me encuentro con alguien que se dice ateo. Yo no lo soy. Mi vida sería inexplicable sin Dios y sin mi fe en Él. No soy ningún experto, pero sospecho que los ateos son bastantes menos de los que se declaran tales. Acabo de hacer un breve viaje a China. Alguna de las guías se confesó repetidamente atea sin que nadie se lo preguntara. En Hong Kong un nativo, buen conocedor de su país, nos dijo: “En China la gente se dice atea por miedo”. Entendimos que por miedo a enfrentarse a la posición oficial de su régimen y de paso a poner en peligro alguna prebenda, mejor o peor remunerada. Era un día de plenilunio y, como prueba de su aserto, el informante hongkonés nos señaló el culto en forma de hogueras y de incienso que, en las aceras, elevaban algunos grupos a la luna llena. Otros nos hablaron de poderosas y muy arraigadas supersticiones, impensables entre nosotros. Pero, en fin, y volviendo a nuestro entorno, todo nuestro respeto a los ateos sinceros. Nuestro respeto, con algún interrogante sobre la última sinceridad de ciertos "ateísmos" juveniles. El mismo respeto, pero con una miga de fraternal reproche, a los creyentes que por cobardía ocultan su fe.

El poema que reproduzco seguidamente es una respuesta, más emotiva que doctrinal, a quienes consideran al creyente como a un ser mermado y disminuido, o anulado por su falta de libertad. “Si Dios existe, el hombre no es libre”, vino a decir, y es un clásico, J.P. Sartre. En realidad, mis versos, mucho más que una respuesta teórica, fueron la sacudida espontánea que me suscitó la lectura de un libro bello y profundo de mi amigo Juan de Dios Martín Velasco. Esa es, la razón de mi dedicatoria. Para los amigos de la circunstancia exacta, eso me sucedió una tarde de invierno cuando volvía en autobús de Madrid a Pamplona.


QUIÉN LO HIZO POR AMOR TAN ALTO Y LIBRE


A mi amigo Juan Martín Velasco



Dirán: "Es como un perro.
Ved
cómo humilla el hocico
y le lame los pies, ved cómo salta,
zalamero y sumiso,
hasta aquel viejo rostro de amo eterno".


Dirán. Pero él tiene sus ojos
fijos en Él. Y hasta Él le empuja
un olfato certero, más antiguo que el mundo,
natural y fundido con la verdad del aire.
Y qué a menudo, en horas de descanso,
se alza sobre sus plantas, se crece hacia su rostro,
lo besa con amor, y Él desde la altura
le devuelve su beso de tamaño infinito
.

Dirán. Mas no verán el invisible lazo
prieto como el arranque de la vida,
que le ata, amor, en todos
los saltos de su ser
.

Dirán. Pero él se sabe amor, amor amado,
y así se vive como nadie nunca
libre y vivo de amor
.

Dirán. Dirán. Pero él bien sabe
quién lo hizo por amor tan alto y libre
y un hombre verdadero
.

(Obra Poética, p. 546)
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