Una sonrisa para lo divino

Sí. Sonriamos. Las próximas elecciones tienen el patio un tanto agitado. ¿Nos sentimos ajenos a la voluntad del pueblo? Nada más lejos. Dios sabe bien hasta qué punto nos afectan y nos tocan por dentro los avatares de la política con mayúscula. Y la palabra del soberano es siempre palabra mayor. Pero hoy voy a tratar de desintoxicar o, mejor, aligerar el aire. Lo hago con dos sonetos, muy serios en el fondo porque en ellos se mueve la humana fragilidad mirando a lo divino. Y, por otra parte, ligeramente divertidos por el juego y el uso de los dos géneros que un más que discutible feminismo y el desconocimiento de la gramática han propagado hasta el hartazgo en nuestros gregarios días. Todo, claro está, desde el amor y el respeto a los (las) lectores (lectoras) que tengan la cortesía de leerme.



SONETOS CON DOS GÉNEROS



I



A solas desolado/desolada,
en frente de la muerte, de la vida,
el hombre/la mujer lame su herida:
él/ella ve que a un tiempo es todo y nada.


El hombre/la mujer temblando en cada
filo de atardecer, herido/herida,
cierra contra la noche su guarida
en sombras cobijado/cobijada.


Igual que duerma o vele, humana/humano,
clavando estrellas a la noche fría
afila en sueños un rejón de aurora.


Y mientras llega su final cercano,
va domando a la muerte día a día
dueño/dueña de sí, señor/señora.




II



Dios Padre/Madre viene hasta tu casa,
llena de amor tus brazos y tu pecho
para cerrar en fuego el cerco estrecho
que en el amor te quema y te traspasa.


Hombre/mujer, si Dios te vuelve brasa,
hijo/hija de Dios bajo tu techo,
irás divinamente y por derecho
hasta el tiempo de Dios que nunca pasa.


Poniendo está su mesa abastecida
con su vino de luz y su pan tierno.
Hiela contra tu puerta el crudo invierno


que a alzar la llama del amor convida.
Ya tienes tú la eternidad servida.
Hombre/mujer: eres eterna/eterno.


(De “Escribe por tu herida”.
Obra poética, p. 531).
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