Los obispos valencianos actúan como el emperador Carlos V "Se ha de hablar a Dios en castellano"
"Los obispos valencianos, por lo que respecta al uso de la lengua del País Valenciano en la liturgia, actúan como el emperador Carlos V cuando decía: 'Se ha de hablar a Dios en castellano'"
"Habrían de seguir el ejemplo del papa Francisco que, en su viaje a Tailandia, en noviembre de 2019, decía: 'No tengamos miedo de querer inculturar el Evangelio cada vez más'. Y exhortó a la Iglesia tailandesa de la necesidad de 'confesar la fe en dialecto, a la manera que una madre canta canciones de cuna a su hijo'"
"Somos muchos los que esperamos que el nuevo arzobispo de València anime a sus hermanos obispos y a los sacerdotes, a utilizar el valenciano en la liturgia"
"Pero aún estamos esperando que los obispos valencianos envíen el Misal Romano en valenciano a la CEE para que sea aprobado. Ya hace más de medio año que Enric Benavent inició su ministerio en la diócesis de València y todavía (que se sepa), los obispos valencianos no se han dignado a tratar el tema"
"Somos muchos los que esperamos que el nuevo arzobispo de València anime a sus hermanos obispos y a los sacerdotes, a utilizar el valenciano en la liturgia"
"Pero aún estamos esperando que los obispos valencianos envíen el Misal Romano en valenciano a la CEE para que sea aprobado. Ya hace más de medio año que Enric Benavent inició su ministerio en la diócesis de València y todavía (que se sepa), los obispos valencianos no se han dignado a tratar el tema"
Los obispos valencianos, por lo que respecta al uso de la lengua del País Valenciano en la liturgia, actúan como el emperador Carlos V cuando decía: “Se ha de hablar a Dios en castellano”. Y añadía aun: “A los hombres en francés, a las mujeres en italiano...y a los caballos en alemán”. Así lo explicaba el escritor Josep Mª Espinàs, en mayo de 2016, en su artículo, en el diario, El Periódico de Catalunya, titulado: “Se ha de hablar a Dios en castellano”.
"Los obispos valencianos actúan como el emperador Carlos V cuando decía: 'Se ha de hablar a Dios en castellano'. Y añadía aun: 'A los hombres en francés, a las mujeres en italiano...y a los caballos en alemán'"
Espinàs también contaba una anécdota divertida, dirigida a aquellos que solo valoran el castellano y desprecian las otras lenguas: “Al poeta navarro Irigoyen le dieron un premio en Madrid. Lo agradeció hablando una lengua que nadie entendió. Alguien dedujo que Irigoyen había hablado en euskera, “por el sonido bárbaro de la lengua vasca”. El poeta se divirtió explicándolo: el idioma bárbaro, rudimentario, negado al progreso cultural en que había hablado....era el griego. El magnífico griego clásico”.
También los obispos valencianos deben pensar que la lengua propia del País Valenciano (como afirma el Estatut) es rudimentaria, y por lo tanto, no apta para hablar con Dios. Ellos, como Carlos V, también piensan que “se ha de hablar a Dios en castellano”
Los obispos valencianos habrían de seguir el ejemplo del papa Francisco que, en su viaje a Tailandia, en noviembre de 2019, hacía memoria de los laicos que evangelizaron aquellas tierras, hombres y mujeres “que tuvieron la posibilidad de hablar el dialecto de su gente”, un hecho que el papa definía como “un ejercicio simple y directo de inculturación”. Por eso el papa pedía (también se lo podrían aplicar los obispos valencianos) que no cayesen en “estructuras y mentalidades eclesiales que pueden llegar a condicionar negativamente un dinamismo evangelizador”, como sería en la Iglesia valenciana prohibir nuestra lengua. El papa decía: “No tengamos miedo de querer inculturar el Evangelio cada vez más”. Y estaba tan convencido de la idea de la inculturación, que el papa repitió de nuevo: “No tengamos miedo de querer inculturar el Evangelio cada vez más”. El papa exhortó a la Iglesia tailandesa de la necesidad de “confesar la fe en dialecto, a la manera que una madre canta canciones de cuna a su hijo, dándole rostro y carne tailandés, que es mucho más que realizar traducciones”.
No tener miedo a “inculturar” y a “confesar la fe en dialecto”, son dos actitudes que la Iglesia valenciana se niega a hacer, ya que rechazando nuestra lengua, está prohibiendo su inculturación en la cultura del País Valenciano.
No me resisto a explicar dos anécdotas que, sorprendido, me contó un joven latinoamericano que, durante cinco años estudió Teología en la Facultad San Vicente Ferrer de València. A la hora del desayuno, en el bar, cuando los estudiantes valencianos (que entre ellos hablaban en valenciano) veían a este joven latinoamericano, cambiaban el valenciano por el castellano, aunque este joven siempre les decía que no cambiaran de lengua, porque así él podría aprender valenciano. La segunda anécdota que me contó este joven es más dolorosa y lacerante: en clase, cuando un estudiante de Teología hizo una pregunta en valenciano, el profesor le contestó, pero recordándole al alumno que en clase las preguntas se tenían que hacer en castellano, que era la lengua de la facultad. Una auténtica vergüenza, teniendo en cuenta que las clases se hacían en la ciudad de València, y no en Toledo ni en Sevilla.
Evidentemente estas anécdotas explican el despropósito que supone que después, los presbíteros, cuando son enviados a una parroquia valenciano-parlante, hacen tota la liturgia en castellano, ya que de seminaristas han hecho las clases en castellano y han visto como la lengua de los valencianos continúa siendo excluida y despreciada, tanto en la docencia como también en la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos.
Ojalá las palabras del papa sobre la inculturación, dirigidas a los obispos tailandeses (y también en la Exhortación, “Querida Amazonia”) hagan reflexionar a los obispos valencianos, para que de una vez por todas (como pasa en todas las lenguas, a excepción de lo que pasa en el País Valenciano) dejen de tener arrinconada a nuestra lengua, y como hace el papa cuando va a países con lenguas diferentes de la oficial del estado, favorezcan la introducción del valenciano en la Iglesia. Y ojalá también, que la Iglesia Valenciana tome el ejemplo del jesuita mallorquín, Bartomeu Melià, que murió el 7 de diciembre de 2019. El P. Melià, en el Paraguay, aprendió guaraní en el primer destino que tuvo como misionero y después aprendió otras lenguas nativas, para así servir mejor las comunidades que le habían confiado (Religión Digital, 7 de diciembre de 2019). El P. Melià era consciente que había de ser él quien había de aprender la lengua del pueblo donde estaba, para hacerse semejantes a los que le acogían.
Todavía más: el cardenal Giorgio Marengo, cuando llegó a Mongolia, el país del Gengis Kan, dedicó tres años a aprender el idioma de aquella tierra, una lengua escrita con caracteres cirílicos (ABC, 4 de septiembre de 2022). Un buen ejemplo para los obispos de Sogorb-Castelló i de Oriola-Alacant y para los sacerdotes valencianos que en la liturgia no utilizan la lengua propia del País Valenciano, excluyéndola de la Eucaristía y de los demás sacramentos y de la predicación.
Una religiosa Vedruna, la hermana Maria Trullols me contaba que cuando una religiosa de esta congregación, la hermana Josefina Roca, tuvo que ir como misionera al Congo, empezó a estudiar francés. Pero cuando llegó a aquel país africano descubrió la realidad indígena y las lenguas que se hablaban, que eran las propias de cada zona y no la de la colonización francesa y el aprendizaje del francés que hizo la hermana Josefina Roca, le sirvió para bien poco.
Desgraciadamente, la Iglesia Valenciana sigue despreciando la lengua propia de los cristianos valencianos, que relega y anula totalmente, a diferencia de lo que hace en los países de misión, donde los misioneros aprenden la lengua de la zona que han de servir.
Con todo, es de agradecer la retransmisión de la misa en valenciano cada domingo por À Punt. Lo digo porque la misa en valenciano, que han acogido como un servicio los amigos sacerdotes Jesús Corbí i Jordi Cerdà, en la parroquia de la Asunción de la Virgen de Torrent, podría animar a los sacerdotes que todavía no celebran la Eucaristía en valenciano, a cambiar la dinámica antivalenciana de la jerarquía que desde hace muchos años prohíbe nuestra lengua a los actos litúrgicos.
También es una buena noticia que, durante la pandemia, el arzobispado de València decidiese publicar la versión valenciana de los materiales litúrgicos para vivir la Semana Santa confinados en casa. Pero como me ha dicho un buen amigo, catedrático de Filología Catalana de la Universidad de València, la publicación de esta versión en valenciano por parte del Arzobispado de València, “es su obligación desde hace casi 60 años. No es ningún mérito. Pero bienvenida sea la versión castellana y valenciana de un mismo texto”. Pero como dice este amigo, “mientras eso no se traduzca en una pastoral valenciana, no pasará de una anécdota”. Y somos muchos los que esperamos que el nuevo arzobispo de Valènciaanime a sus hermanos obispos y a los sacerdotes, a utilizar el valenciano en la liturgia.
Hasta ahora, sí que el nuevo arzobispo de Valencia hace una parte de la homilía en valenciano y su carta semanal en la web del arzobispado también tiene la versión valenciana, pero aún estamos esperando que los obispos valencianos envíen el Misal Romano en valenciano a la CEE para que sea aprobado. Ya que la traducción de este Misal, hecha por la Acadèmia Valenciana de la Llengua, sigue “secuestrada” en algún cajón del palacio arzobispal de València.
Curiosamente, hace unos años, un sacerdote peruano celebraba la misa en valenciano en Albalat de la Ribera, con una mayor sensibilidad hacia nuestra lengua, que la que tienen la mayoría de los presbíteros valencianos.
Desearía que, con el nuevo arzobispo de València, Enric Benavent, finalmente, la Iglesia valenciana apostara, como habría de ser normal, por utilizar en la liturgia la lengua de los cristianos valenciano-parlantes. Pero ya hace más de medio año que Enric Benavent inició su ministerio en la diócesis de València y todavía (que se sepa), los obispos valencianos no se han dignado a tratar el tema del Misal Romano para presentarlo a la CEE y que sea aprobado. Confiemos que sea pronto, porque si no, continuará siendo una triste realidad aquellas palabras del emperador Carlos V: “Se ha de hablar a Dios en castellano”.
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