Una constatación elemental.
La práctica desaparición de lo que fue una tierra de santos, como quizá no conoció parangón en ninguna otra región de nuestra patria, se debió a una acción conjunta de dos fuerzas disolventes que se potencian entre sí para no dejar tras ellas otra cosa que el desierto. El nacionalismo y el progresismo.
Ha habido y sigue habiendo ofertas de esa línea. No las lee nadie. Mientras que Germinans ha superado ya las trescientas mil visitas. Que no es poca cosa pra una web que trata sólo de Cataluña. Que pruebe a hacer alguien una página sobre la Iglesia en Nebraska y a ver las entradas exteriores que consigue. Ni una.
Es evidente que una parte muy considerable de las visitas proceden del catolicismo catalán que ha encontrado en ella la exptresión de sus más hondas raíces y de su más espléndida historia. Lo que los genios de la almoneda quieren liquidar. Pero hay otros muchos lectores del resto de España y del extranjero, Vaticano incluido, que la visitan. De los españoles hay que suponerlo, porque nos agrupan a todos, pero de los de fuera queda constancia numérica en la página en cuestión.
Y todo ello tiene una razón inobjetable. No está redactada en catalán. Siendo tan absolutamente catalana. Esa hermosa lengua, que habló una cuarta parte de mi sangre pero que no voy a decir aquella inmensa estupidez de que yo la hablo en familia, es un maravilloso medio de comunicación local entre las personas que, con todo derecho, quieran utilizarla. Pero en el mundo pesa menos que MAFO en el PSOE. Nada. Y además eso es irreversible. Nada. Nunca. Si alguien piensa lo contrario debería pasarse por Ciempozuelos.
Pues ese fue el gran acierto de Germinans. Comunicarse en castellano o, por llamarlo como fuera de nuestras fronteras, en español. Esa ha sido la clave de su éxito. Y el del descrédito de Nostach, Turull, Brustenga, Totosaus y compañeros mártires. En catalán no se habría enterado nadie. Que era lo que hubieran querido.