La ley del embudo.

Hay algunos lectores, de ambos sexos, que son acabado ejemplo de los dos pesos y las dos medidas. Como alguno se pase, y hay quienes se pasan, en las críticas al novus ordo, al Concilio, confundiéndolo con el "espíritu" del mismo, o a alguna persona de su línea, se ponen cual basiliscos clamando contra tamaño desmán y en algunos casos con una reiteración vedaderamente atorrante.

Rompen la comunión, inducen al cisma, son lefebvristas, abusan del Papa y lo interpretan torticeramente... Mientras que a los otros les permiten todo. Todo está justificado. Es una elemental y necesaria reacción a los tremendos excesos del integrismo reaccionario y cangrejil. Si un obispo es un déspota contra fieles tradicionales tiene todas las bendiciones aunque no tenga razón ninguna. Pero pobre de un obispo si critica a Pagola. Ese está condenado por los siglos de los siglos.

Si alguien dice, equivocadamente, que un obispo mandó cerrar una página web, cosa que no es cierta aunque sí lo es que con su "cariñosa" acogida motivó ese cierre, afortunadamente momentáneo, parece que tal error, o hasta si se quiere tal calumnia, no recae sobre quien lo profirió sino sobre todo un colectivo que nada tiene que ver con eso ni por asomo. Si hay algún chalado que niega la validez de la misa nueva todo aquel que prefiera la antigua queda manchado de no se sabe qué pecado. E incluso los que habitualmente asistimos a la nueva y la consideramos santa como defendamos el derecho de otros a asistir a lo que el Papa autoriza somos englobados en esa general desautorización y considerados sospechosos de todos los pecados.

Yo no soy lefebvrista ni lo he sido en mi vida. Será porque no me han convencido pues es facilísimo serlo. Al menos en Madrid. Les encuentro defectos y algunos graves. Pero la inmensa mayoría de los sacerdotes de Lefebvre y de sus seguidores se muestran mucho más católicos que Masiá, Castillo, Tamayo o el Instituto Borja de Bioética. Y ciertamente mucho más respetuosos con el Papa que los del MOCEOP o los de la Juan XXIII.

La Iglesia no la dividen los que prefieren el modo extraordinario o critican los numerosísmos abusos que se han dado en el ordinario. La Iglesia la dividen los que niegan la Resurrección de Cristo, la Virginidad de María, la Presncia Real... Los que apoyan el aborto, niegan el pecado, abominan del Papa y hacen todos los días de su capa un sayo. Y además se indignan porque todo ello se ponga de manifiesto.

Pues esas milongas se han acabado. Y el que se moleste tendrá que aguantarse. Porque hay unos cuantos que se indignan si le oyen a alguien decir un taco mientras miran para otro lado si ante ellos están violando a una niña.

El modo extraordinario de la misa es un derecho de los fieles. Aunque a Canals, a Pascual Saturio, a algún obispo y a lectores y lectoras del Blog os reviente. Y os lo dice alguien que no lo frecuenta. Y que no tiene el menor interés en que asistan muchos o pocos a los lugares en los que se celebra. Pero que está hasta las narices de las tretas de baja estofa que se utilizan para impedir la voluntad del Papa. Y ya es de broma eso de que ¿cuándo el Papa se entere de lo malos que sois...? De lo que el Papa se está enterando es de no pocas barbaridades que ocurren en la Iglesia.
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