"En esta fe o experiencia cristiana caben distintas posiciones necesarias e ineludibles" Celebrar hoy a Tomás de Aquino: "El centro no es el cosmos, sino la persona"
"Santo Tomás de Aquino se celebraba como referencia indiscutible de seguridad en la doctrina, quizás dejando un poco en la sombra que, ya en el s. XIII, aquel maestro, no sin dificultades en la universidad de París, abrió las puertas a la modernidad"
"La persona es centro no absoluto sino relativo pues ella misma está siendo fundamentada e impulsada por esa Presencia de amor que es el misterio de Dios revelado en Jesucristo"
"Es normal en el caminar de la Iglesia que, por su sensibilidad, su formación e historia, unos cristianos estén celosos por mantener la fidelidad a la tradición viva, mientras en otros prevalece la preocupación por el diálogo con el mundo tratando de discernir las llamadas del Espíritu en los signos de tiempo"
"Es normal en el caminar de la Iglesia que, por su sensibilidad, su formación e historia, unos cristianos estén celosos por mantener la fidelidad a la tradición viva, mientras en otros prevalece la preocupación por el diálogo con el mundo tratando de discernir las llamadas del Espíritu en los signos de tiempo"
| Jesús Espeja teólogo
Cuando fui alumno y después profesor en Salamanca, el 7 de marzo, fiesta de Santo Tomás traía un respiro en tiempo de Cuaresma. La intelectualidad civil y eclesiástica, después de la solemne misa polifónica, en el paraninfo de la Universidad escuchaban una conferencia y la sesión terminaba con el “Gaudeamus igitur”.
Eran tiempos de Pío XII, había ya dentro de la Iglesia movimientos que buscaban cambios, pero la mano fuerte de la autoridad intervenía cortando drásticamente cualquier amenaza de la ortodoxia. Santo Tomás de Aquino se celebraba como referencia indiscutible de seguridad en la doctrina, quizás dejando un poco en la sombra que, ya en el s. XIII, aquel maestro, no sin dificultades en la universidad de París, abrió las puertas a la modernidad.
En efecto, el gran maestro medieval valoró la consistencia e incorporó a su reflexión sobre la fe cristiana la racionalidad cultivada en el mundo griego y árabe. Pero desde su fe o experiencia, dio un viraje a la filosofía griega: el centro no es el cosmos a cuyas leyes está sometida la persona humana como un ser más; el centro es la persona que de algún modo mide y ordena todas las realidades creadas. Con una precisión decisiva: la persona es centro no absoluto sino relativo pues ella misma está siendo fundamentada e impulsada por esa Presencia de amor que es el misterio de Dios revelado en Jesucristo.
Abrirse a lo nuevo que va emergiendo en el mundo, desde la fe o experiencia cristiana son dos imperativos unidos en la Iglesia edificada con personas que caminan en el tiempo. Ya en el s. XII San Bernardo decía que la Iglesia tiene dos ojos: con uno mira hacia atrás y con otro hacia delante. Se está haciendo en un mundo que cambia, pero desde la única fe o experiencia.
Es normal en el caminar de la Iglesia que, por su sensibilidad, su formación e historia, unos cristianos estén celosos por mantener la fidelidad a la tradición viva, mientras en otros prevalece la preocupación por el diálogo con el mundo tratando de discernir las llamadas del Espíritu en los signos de tiempo. Según Tomás de Aquino, fe cristiana como experiencia de Dios revelado en Jesucristo conlleva escuchar y discernir lo nuevo que va surgiendo en el mundo: la verdad venga de donde venga procede del Espíritu Santo.
Las dos tendencias asomaron en los debates del Vaticano II y han dejado su marca en los documentos conciliares. Ya en el tercer periodo postconciliar la confrontación entre las mismas hoy es más notorias ¿Dónde está la clave para que esa confrontación ineludible no perjudique sino que sirva para el crecimiento evangélico de la comunidad cristiana?
En 1255 un profesor de la universidad de París publicó “Introducción al evangelio eterno”: el tiempo de la iglesia visible ha pasado, ahora queda sólo el Espíritu. Por esas fechas Tomás de Aquino confiesa su fe o experiencia cristiana: la Iglesia visible es cuerpo espiritual de Jesucristo en camino de construcción. Solo desde la fe se conoce el verdadero rostro de la Iglesia. Creer como entrega libre y total de la persona solo se puede creer en Dios. Pero, según nuestra profesión de fe, creemos en el Espíritu Santo que está en la Iglesia.
En esta fe o experiencia cristiana caben distintas posiciones necesarias e ineludibles dada la singularidad de cada bautizado. Pueden surgir conflictos que deberíamos ver como algo normal hasta que la Iglesia sea totalmente Iglesia. Pero esos conflictos sirven para madurar en la experiencia de fe y en la comunión cuando miramos a la Iglesia no como si fuera una organización política más: uno es del partido de Apolo y otro de partido de Pablo; de un papa o de otro. Sino cuando la miramos con los ojos de la fe y gracias como cuerpo espiritual de creyentes que, como Pedro, “todavía de lejos” sigue a Jesucristo.
En la situación actual no faltan recomendaciones de respeto mutuo, comprensión ante el que piensa de modo diferente, paciencia, diálogo etc. Pero la clave decisiva y la llamada del Espíritu a los cristianos hoy es avivar la fe o experiencia en la entraña de la Iglesia como cuerpo espiritual de Jesucristo caminando y ansiando ser lo que todavía no es.
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