La grave
situación de la economía tiene una extensión mundial, pero ahora reflexiono sobre alguno algunas patologías que dificultan abrir camino para una solución. En el trasfondo de las movidas durante las últimas semanas, uno se hace tres interrogantes.
Primero, mirando el proceso global de la economía en los dos últimos siglos, da la impresión de que la crisis es de
codicia, y no se ve un planteamiento radical para en lo posible, curar esa fiebre posesiva y la ideología inspirada en ella.
Segundo, la mayoría de los discursos políticos se orientan a mantener o
conseguir el poder más que a buscar un camino adecuado y una prácticas eficaces para superar la crisis.
Tercero, después de prolongado silencio de los sindicatos ante la escala imparable de parados, amenazan ahora con una
huelga general para después de verano; parece que no hay mayor urgencia. Por eso brota espontáneamente una pregunta: ¿podrán ser calificados estos sindicatos como aquellos primeros y significativos sindicalistas de 1886, por “demasiado inteligentes, demasiado independencias y demasiado insobornables?”