Cómo quita Jesucristro e pecado del mundo?
“Este es cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Al escuchar estas palabras del Bautista fácilmente nos imaginamos a Jesús colgado en la cruz como un cordero llevado al matadero para aplacar el honor de un dios ofendido por nuestros pecados. Pero esto no puede ser así pues el Dios revelado en Jesucristo nos sigue amando incluso cuando somos pecadores. Su honor y gloria significa que todos y todas podamos vivir como personas, teniendo vida y caminando hacia la plenitud de la misma. Ni está exigiendo el sacrificio y la sangre para satisfacer su honor y perdonarnos
Lo primero es qué entendemos por pecado. En nuestra cultura el pecado se relaciona con la religión, y como ésta cuenta poco, el pecado parece cosa de otros tiempos. Sin embargo hay en la existencia humana y en nuestra relación con los otros una serie de incoherencias que falsean y desfiguran a nuestra humanidad. Por ejemplo cuando nos creemos dueños y señores de los otros y los utilizamos como si fueran cosas. Así matamos nuestra propia verdad pues nos somos dueños absolutos de las personas y matamos la verdad de éstas cuya dignidad no es manipulable a nuestro antojo. Así negamos nuestra propia verdad y la verdad de los otros; nos deshumanizamos. En consecuencia negamos la verdad de Dios amor que a todos nos fundamenta y sostiene.
Según nuestra fe crixtiana , Jesús de Nazaret recibió el Espíritu “sin medida”, es la manifestación definitiva de Dios con nosotros; en él se hizo realidad de modo visible la ternura del Invisible. Y a la vez la humanidad se dejó transformar por esa Presencia; Jesús nunca se arrodilló ante los falsos absolutos; fue siempre transparente al amor de Dios, no cometió pecado; es la humanidad plenamente realizada o salvada: “el que quita el pecado del mundo”. Y hoy es presentado en el evangelio como el camino a recorrer por cada uno de nosotros. Para ello tambièn recibimos el Espíritu.