ETA es maldad y estupidez, sólo eso
Un muerto, Luis Conde, y 18 heridos, tras estallar tres coches bomba de ETA en 24 horas. El titular puede ser éste u otro similar. Santoña, Ondarroa y Vitoria, tres escenarios para la misma mezcla de estupidez y maldad. Como tantas veces, los daños materiales los pagaremos entre todos, el miedo extremo quedará al fondo del alma de quienes se libraron por los pelos, y una familia, la de Luis Conde, soportará por siempre que se lo hayan arrancado en carne viva. Escribo cansinamente del asesinato porque los dramas que no pueden volver al comienzo son reales. Aquí no hay representación, por más que lo hayamos vivido mil veces. Aquí es la vida real sin posible vuelta atrás. Me conmueve el dolor de su familia, pero ¿ayudará en algo que se lo diga?
Este escribir cansinamente no es ya producto del hartazgo que más de una vez he leído en otros y sentido en mí. Tampoco es desesperanza. Es rabia. No es odio. Es rabia. La rabia de quien sabe que algo está ganado y es inevitable, el final de ETA, y sin embargo tiene que soportar que haya otra víctima. La rabia de quien ve con toda evidencia que la gente de ETA, y quienes andan conspirando a su alrededor, no tienen otra salida en la vida que fracasar y hacer daño. Más aún, su fracaso personal y político lo pagamos nosotros con nuevas víctimas. Hacernos daño se ha convertido en su razón de vivir. No quiero seguir por aquí. A la política profesional, a las familias de los terroristas, a los intérpretes y moralizadores del “conflicto” no les gustan estos juicios. Pero las acciones del terrorismo tienen personas por detrás que las planifican y deciden, personas que las sopesan, personas que las ejecutan, personas que las asumen, personas que las jalean… Y después de tanto tiempo, todo esto no tiene otro nombre que estupidez y maldad.
Hacernos sufrir para ver si, así, compartimos su vida arruinada y su conciencia muerta. Luego está toda la parafernalia “política”. Todos sabemos qué hay de cierto y de falso. Son más de cuarenta años. Nunca he despreciado un buen análisis del “conflicto”. He aprendido mucho de los mejores. Pero hace muchos años que no me creo lo de ETA y “su violencia de respuesta a una respuesta mayor”. Vivo en un lugar donde la inmensa mayoría de la sociedad le está exigiendo a ETA que nos deje en paz, que nos deje vivir, que violencia, ¡no! Que si ellos no saben vivir, ¡o no les han enseñado, pues de esto también habría que hablar!, que busquen remedio a sus males personales, ¡sí, personales!, pero que nos respeten a los demás, en la vida y en la palabra, en el cantar y en llorar. Queremos llorar cuando nos toque por la ley natural de la vida, y no cuando a ellos se les antoje.
¡Cómo me gustaría que quienes les quieren de verdad, y quienes le apoyan, les dijeran que este dejar vivir, es el primer derecho de este pueblo, y que saber vivir es la primera sabiduría de la gente de bien! Porque el problema se ha transformado en ellos en un problema de maldad y estupidez personal, que estamos pagando todos. Yo ya no me creo los “sesudos” análisis políticos de “ETA”. Son una cortina de humo que encubre su absoluto fracaso como personas, su mente enferma y su conciencia muerta.
Escribo cansinamente, porque sus acciones sé que nos hacen sufrir, pero ya no me inquietan en sus efectos sociales. Reflejan su fracaso en la vida. Nos lo quieren transferir, pero no. No estamos amargados. Hace tiempo que los tenemos por rivales de poca monta. Sólo su locura nos da miedo. Su eco político y social, no.
¿Alguien con peso político y humano ante ellos, se lo puede decir alrededor de una mesa? ¿Alguien con peso político y humano ante ellos, puede decirles, “así no contéis con nosotros”? Maldad y estupidez, sólo eso.
Este escribir cansinamente no es ya producto del hartazgo que más de una vez he leído en otros y sentido en mí. Tampoco es desesperanza. Es rabia. No es odio. Es rabia. La rabia de quien sabe que algo está ganado y es inevitable, el final de ETA, y sin embargo tiene que soportar que haya otra víctima. La rabia de quien ve con toda evidencia que la gente de ETA, y quienes andan conspirando a su alrededor, no tienen otra salida en la vida que fracasar y hacer daño. Más aún, su fracaso personal y político lo pagamos nosotros con nuevas víctimas. Hacernos daño se ha convertido en su razón de vivir. No quiero seguir por aquí. A la política profesional, a las familias de los terroristas, a los intérpretes y moralizadores del “conflicto” no les gustan estos juicios. Pero las acciones del terrorismo tienen personas por detrás que las planifican y deciden, personas que las sopesan, personas que las ejecutan, personas que las asumen, personas que las jalean… Y después de tanto tiempo, todo esto no tiene otro nombre que estupidez y maldad.
Hacernos sufrir para ver si, así, compartimos su vida arruinada y su conciencia muerta. Luego está toda la parafernalia “política”. Todos sabemos qué hay de cierto y de falso. Son más de cuarenta años. Nunca he despreciado un buen análisis del “conflicto”. He aprendido mucho de los mejores. Pero hace muchos años que no me creo lo de ETA y “su violencia de respuesta a una respuesta mayor”. Vivo en un lugar donde la inmensa mayoría de la sociedad le está exigiendo a ETA que nos deje en paz, que nos deje vivir, que violencia, ¡no! Que si ellos no saben vivir, ¡o no les han enseñado, pues de esto también habría que hablar!, que busquen remedio a sus males personales, ¡sí, personales!, pero que nos respeten a los demás, en la vida y en la palabra, en el cantar y en llorar. Queremos llorar cuando nos toque por la ley natural de la vida, y no cuando a ellos se les antoje.
¡Cómo me gustaría que quienes les quieren de verdad, y quienes le apoyan, les dijeran que este dejar vivir, es el primer derecho de este pueblo, y que saber vivir es la primera sabiduría de la gente de bien! Porque el problema se ha transformado en ellos en un problema de maldad y estupidez personal, que estamos pagando todos. Yo ya no me creo los “sesudos” análisis políticos de “ETA”. Son una cortina de humo que encubre su absoluto fracaso como personas, su mente enferma y su conciencia muerta.
Escribo cansinamente, porque sus acciones sé que nos hacen sufrir, pero ya no me inquietan en sus efectos sociales. Reflejan su fracaso en la vida. Nos lo quieren transferir, pero no. No estamos amargados. Hace tiempo que los tenemos por rivales de poca monta. Sólo su locura nos da miedo. Su eco político y social, no.
¿Alguien con peso político y humano ante ellos, se lo puede decir alrededor de una mesa? ¿Alguien con peso político y humano ante ellos, puede decirles, “así no contéis con nosotros”? Maldad y estupidez, sólo eso.