EL FURGÓN DE COLA Y LA IGLESIA.
En los trenes, en los aviones, incluso en los autobuses suele haber distinción de clases: los que pueden, viajan en primera, en premium, en bussines classe. La gente de a pie viajamos en segunda, en clase turista, cuando no en el “furgón de cola”.
En la Iglesia ocurre algo por el estilo. Los “cristianos de élite”, la jerarquía viaja y exige viajar por la vida en primera y en una perfección plena, en una santidad que toca el monte Tabor. Pero los que somos de la “peña” cristiana de San Felipe de Neri, que decía a los suyos:
sed buenos si podéis, pues vamos como podemos en el “furgón de cola”…
Y es que esto de la Iglesia, más bien de la jerarquía eclesiástica, es como las Olimpiadas. Citius, altius, fortius: más rápido, más alto, más fuerte. Para ir a la olimpiada de Moscú -o de donde fuere- hay que saltar 7 metros en pértiga y 2,5 metros en altura, hay que correr los 100 metros en 10 segundos. Pero claro, la gente saltamos y andamos lo que podemos y como podemos; por eso, todos caminamos por debajo de los listones establecidos y a la velocidad de nuestras posibilidades. Ahí vamos la “peña cristiana”.
Vamos como quienes iban los que seguían a Jesús: enfermos, cojos, pecadores, prostitutas, hambrientos, epilépticos, etc.
Sed buenos si podéis, aunque sea en el furgón de cola