JUAN BAUTISTA: HOMBRE RECIO
UNA NOTA Y PREGUNTA PREVIA
Por esta coincidencia de que en la liturgia “una fiesta vence sobre el domingo”, es un buen día para preguntarnos: ¿qué pensamos de la renovación y organización de la vida litúrgica en la Iglesia? ¿Mantenemos en nuestra vida el espíritu libre y creativo de la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II? O quizás vivimos en nostalgia de ritos anteriores, nos atrincheramos en el latín, la Misa de San Pío V, etc?
¿Creemos que la liturgia está realmente acomodada a la mentalidad, los problemas, la idiosincrasia del ser humano moderno?
¿O nos da todo igual y seguimos aquel refrán: “ata el burro donde manda el amo? Si dicen “a” hacemos “a”, si dicen “b”, hacemos “b”, pero sin ningún criterio, sin ninguna creatividad, simplemente por un legalismo eclesiástico-rubricista.
01. MISERICORDIA.
El nacimiento de Juan Bautista lo perciben sus vecinos y parientes como una gran misericordia que Dios ha hecho a sus padres, Isabel y Zacarías. El Señor les había hecho una gran misericordia…
Toda vida, la nueva vida -en este caso la de Juan Bta- es un regalo de la bondad de Dios de misericordia.
Si nos salimos de la misericordia y de la bondad, nos salimos del cristianismo.
Nos hace bien percibir la bondad de Dios y la bondad de la vida.
Somos cristianos no porque nosotros seamos buenos, sino porque Dios es bueno con nosotros.
02. JUAN BAUTISTA TENÍA QUE HABER SIDO “SACERDOTE”.
Zacarías, padre de Juan Bautista, era sacerdote. Isabel, su madre, descendía de la familia de Aarón.
Lo lógico y lo “eclesiásticamente correcto” habría sido que Juan Bta hubiese desarrollado su vida en el Templo, sacerdote del Templo. Pero no fue así. No siguió la “carrera eclesiástica” y se retiró lejos del “mundanal ruido” a esperar y presentar al Mesías.
Juan Bta fue un hombre de un talante muy diverso, se retira al desierto, viste no precisamente “Christian Dior”, ni come en la gastronomía del “Basque Culinary center”. Por otra parte arremete -¡y cómo!- contra los teólogos oficiales, contra los intérpretes de la ley: escribas y fariseos y les llama: raza de víboras, sepulcros blanqueados, que ni entráis ni dejáis entrar, etc. (Mt 23, 13-15).
Juan Bta está muy lejos de los entramados y modos de la religión del Templo. Hombre de mucha reciedumbre no tolera cambalaches políticos ni eclesiásticos, no admite corrupciones.
A pesar de tal fuerza del Bautista, Jesús dirá de él que no hay nadie más grande nacido de mujer, (Lc 7,28).
03. EL CENTRO DE JUAN BAUTISTA ES LA CONVERSIÓN.
Juan Bautista se parece poco a su primo, Jesús.
El Bautista es un hombre fuerte, recio cuyo centro es la “conversión de los pecados”.
El centro de Jesús fue la misericordia, curar enfermos, alimentar a la gente. Fue un hombre noble, audaz, por ello terminó como terminan los que aman la verdad y son libres en la vida y en las instituciones.
Con Jesús comienza un mundo nuevo, el Reino de Dios. Lo de Jesús será sanar los corazones afligidos, dar la vista a los ciegos (verdad), liberar a los cautivos, etc. (Lc 4,18).
04. JUAN BAUTISTA ES LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO.
Allá en el río Jordán, Juan Bautista, fue un líder en torno al cual se reunieron muchas personas que seguían su pensamiento y eran bautizados. Entre ellos el mismo Jesús. No es que Juan Bautista fuese discípulo de Jesús, sino exactamente al revés, Jesús “creció” en los círculos o grupos de Juan Bautista.
Cuando Juan ve a Jesús y su estilo de vida remite a sus discípulos a Jesús. Juan Bautista dirá de sí mismo que no es el Mesías. (Con la fuerza que el “Yo soy” -y el yo no soy- tienen en el Evangelio de Juan).
Juan Bautista dice de sí mismo: Yo no soy el Mesías, (Jn 1,19).
Muchas personas en la vida, en la política, en la cultura, en la Iglesia se creen que “son mesías salvapatrias, salvaculturas, salvaiglesias”. Hay mucha prepotencia y altanería “suelta”. Y no son, no somos.
Juan Bautista dice: “Yo soy la voz” (Jn 1,23). La Palabra es otro: Cristo. Juan Bautista es la voz, el testigo, la transmisión de esa Palabra.
Seamos iconos, testigos que remitimos a Cristo, en vez de ser ídolos que nos apropiamos del poder y de la gloria.