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EL SEÑOR VIENE CUANDO MENOS SE LE ESPERA
Primer domingo de adviento
| Hermano Patxi Loidi, Pbro.
Hoy, domingo 1º de diciembre, Primer domingo de adviento,
leemos el evangelio de San Mateo 24,37-44
Comentado por el P. Patxi Loidi.
37 «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.38 Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca,39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.40 Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado;41 dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.42 «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.43 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.44 Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.
PALABRA DEL SEÑOR
COMENTARIO
Hoy, primer domingo de adviento, tenemos un texto de Mateo referente la segunda venida del Señor, que será el fin del mundo. La liturgia lo utiliza para prepararnos a la conmemoración del nacimiento del Señor, que llamamos Navidad. En los inicios y finales del año litúrgico se leen pasajes como este.
El adviento nos recuerda la espera y la esperanza del Pueblo Judío, que anhelaba la llegada del Mesías. Para nosotros, el Mesías ya vino; ha resucitado y camina con nosotros hacia la plenitud del Reino de Dios que él mismo inició.
Esa plenitud se realizará con la segunda venida del Señor, que significa su reconocimiento como Señor del Universo. No sabemos el día ni la hora. El evangelio nos exhorta con dos comparaciones: la del diluvio, que llegó inesperadamente y arrasó a toda la población; y la del ladrón, que asalta la casa cuando nadie lo espera.
La consecuencia es clara: hemos de vivir vigilantes para recibir al Señor cuando venga; despiertos y no dormidos o distraídos como la gente del diluvio; preparados, con una vida cristiana fervorosa.
La segunda venida y el fin del mundo pueden quedar muy lejos para nosotros. Pero el Señor pasa a nuestro lado en cualquier momento, en muchos momentos de nuestra vida. La vigilancia y la preparación se aplican por lo tanto a toda nuestra vida. Se aplican especialmente a la hora de la muerte, que es la segunda venida particular del Señor para cada persona. La mejor preparación para esa hora suprema es vivir despiertos día a día con naturalidad, unidos al Señor con la oración y con la práctica del amor. Recordemos que al final nos examinarán de amor y nos preguntarán por la gente pobre: Tuve hambre y me disteis de comer.
Con este evangelio, la Navidad se nos presenta cada año como un tiempo de avivamiento del fervor cristiano en dos direcciones: Dios y el prójimo; Dios y la caridad; Dios y la justicia social; Dios y la sociedad nueva que Jesús inauguró con su nacimiento.
PLEGARIA
Ven pronto, Señor
Ven, Señor, te esperamos.
Te esperamos de pie,
vestidos y calzados,
pues nos tienes en vilo sobre el día y la hora,
como quien teme la llegada del ladrón.
¿Vendrás pronto, Señor?
El mundo está impaciente por librarse del diluvio,
que lleva tantos años anegando la tierra.
Ven con fuerza, te lo pedimos.
Las aguas torrenciales deslavan nuestras tierras.
Se llevan al abismo
las chozas de la gente empobrecida.
¡Cuántas criaturas entre el barro y la corriente!
¡Cuántas madres llorando sin consuelo!
Sólo los bancos flotan o los hacen reflotar.
Apresúrate y ven, Señor,
a gritar por las plazas
que somos hombres y mujeres, y no bestias;
nacidas de la misma carne, de la misma sangre;
que formamos un pueblo, un solo pueblo;
que nos salvamos juntos y nos morimos juntos;
que los explotadores se envilecen a sí mismos…
Ven y condúcenos hacia la vida clara para todos,
especialmente para todas,
la aurora de los corazones generosos
y las manos abiertas,
la luz de la justicia, del amor y de la fe.
Ven.