Amar a otro es desear que viva

El amor está relacionado con la vida. El amor es un reclamo de eternidad. Un amor capaz de dar eternidad sólo puede ser un amor eterno.

El amor está relacionado con el bien. Amar a otro es desear su bien. Pero, además y antes de estar relacionado con el bien, el amor está relacionado con la vida. Tomás de Aquino, en su tratado sobre la caridad (Suma, II-II, 25, 7), enumera las cinco cualidades que son propias de la amistad: 1ª, que el amigo exista y que viva; 2ª, querer bienes para él; 3ª, portarse bien con él; 4ª, convivir con él plácidamente; 5ª, coincidir con sus sentimientos, contristándose o deleitándose con él. Santo Tomás reconoce que estas cualidades las ha tomado de Aristóteles. Sin embargo, como bien nota Fabrice Hadjadj, “invierte el orden que se encuentra en la Etica a Nicómaco. Aristóteles había puesto en primer lugar el hecho de querer bien y de hacer el bien al amigo. Tomás pone en primer lugar el hecho de querer simplemente que el amigo exista y viva”.

Esta observación resulta de sumo interés. Por encima de todo, el amor quiere que el otro sea y que sea él mismo. Porque sólo si existe será posible desear su bien. Aquí cabe aplicar eso que también dice santo Tomás, a saber, que la gracia supone la naturaleza: el bien supone la existencia. Cuando separamos el bien del ser, podemos caer en el error de algunos padres que proyectan sobre sus hijos sus deseos y sus fantasías, y pretenden convertir al hijo en una copia de sí mismo, sin respetar la propia personalidad del hijo. En nombre del bien podemos destruir el ser. Decir “te amo” es, ante todo, decir: ¡Qué maravilla que tú existas! ¡Qué lindo que seas como eres! Solo después será posible decir: te quiero. Un “te quiero” que respeta al otro en su propio ser y en su realidad. Quiero lo que tú eres, no quiero lo que yo proyecto en ti.

La frase de Gabriel Marcel: “amar a otro equivale a decirle: no morirás”, va en la misma línea. Amar es, en primer lugar, desear que la persona amada exista y exista siempre, que nunca muera. El amor es un reclamo de eternidad. Un amor capaz de dar eternidad sólo puede ser un amor eterno. Dios, que es amor y es para siempre, puede hacer realidad esta aspiración a la vida que hay en todo ser humano. El amor de Dios no es sólo fuente de vida, al decir en los inicios de la creación que las cosas sean, sino fuente de vida eterna.

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