El escritor y periodista publica 'Amén y aleluya' en Mensajero Pedro Miguel Lamet: "Finalmente ha llegado la hora de Pedro Arrupe"
Pedro Miguel Lamet publica, Amén y aleluya, una nueva biografía que pone el acento en la evolución espiritual del carismático y polémico general de los jesuitas
"La fe nos ayuda a mirar al mundo y el futuro como un 'fieri', un quehacer que siempre tiene un fondo eterno, iluminado ya de presencia y totalidad"
"A don Pedro le decían: 'Usted es un optimista patológico'. Y él respondía: '¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?'"
"Tras décadas siendo un jesuita 'bajo sospecha' del Vaticano, la apertura del proceso de canonización en 2019 marca un hito y señala una nueva etapa hacia el reconocimiento oficial de la santidad de este hombre admirable por parte de la Iglesia"
| RD
El periodista y escritor, Pedro Miguel Lamet, acaba de publicar un nuevo libro, Amén y aleluya: Vida y mensaje De Pedro Arrupe (Ed. Mensajero), con motivo de la apertura del proceso de canonización del famoso y carismático general de la Compañía de Jesús, una de las figuras más iluminadoras e influyentes de nuestro tiempo por sus intuiciones sobre el futuro y sobre todo por el ejemplo de su vida admirable.
-Usted ya dio a la imprenta en 1989 una extensa biografía de Pedro Arrupe, que ha ido reeditando y actualizando las últimas décadas con los títulos Arrupe, una explosión en la Iglesia y Arrupe, testigo del siglo XX, profeta del XXI. ¿Por qué un nuevo libro ahora?
-Hace cuarenta años, antes de que falleciera, tuve el privilegio de realizar la última entrevista a este histórico personaje, que de alguna manera marcó mi vida y desde luego la Iglesia del posconcilio. Entonces dediqué cinco años a investigar sobre su biografía en Japón, Roma y el País Vasco. Cuando salió el libro, Arrupe era una figura que, junto a grandes admiradores y seguidores que tenía en todo el mundo, estaba de alguna manera desautorizada por las duras medidas tomadas con él, como superior general, y con la Compañía de Jesús, por Juan Pablo II.
A pesar de ello, mi biografía fue leída con avidez, reeditada veinte veces y traducida a varias lenguas. Incluso no pocas personas me confesaron haber dado un giro a su vida y comprometerse con los demás tras la lectura del libro. Durante décadas Arrupe siguió siendo un jesuita “bajo sospecha” del Vaticano, sobre todo de algunos monseñores de curia. Finalmente la apertura del proceso de canonización en 2019 marca un hito y señala una nueva etapa hacia el reconocimiento oficial de la santidad de este hombre admirable por parte de la Iglesia, aunque ciento de instituciones llevaban ya su nombre y más de un centenar de jesuitas habían dado su vida, en línea con su mensaje, por una justicia que está intrínsecamente unida a la fe.
-¿Qué aporta de nuevo Amén y aleluya?
-La idea partió de un retiro que dirigí en Dos Hermanas (Sevilla) sobre su vida y espiritualidad. Me suele costar volver sobre escritos ya publicados, pero al comprobar el impacto, sobre todo el de redescubrir la fe vivida con alegría y optimismo que despiertan sus ideas, sentí la obligación en conciencia de estudiar de nuevo su trayectoria, pero esta vez poniendo el acento en su evolución espiritual. Pienso que eso podría ayudar a difundir su vida y mensaje durante el proceso, que será largo, de beatificación y canonización. Pero sobre todo pensando en tantas personas agobiadas por la crisis de sentido que está sufriendo la sociedad actual y la gran necesidad de una espiritualidad abierta y esperanzada, que, por cierto, se adelanta en muchos puntos a la del papa Francisco.
-¿Por qué eligió ese título, Amén y aleluya?
-Para subrayar el nuevo enfoque. Pero sobre todo por ser la última frase que se le oyó pronunciar a Pedro Arrupe antes de morir, aunque ya la había utilizado en varias entrevistas y escritos anteriores: “Para el presente, amén; para el futuro aleluya”. El pasado pasó y el sentimiento de culpa debe ser superado por el perdón y el olvido.
Lo que importa es vivir el “ahora”, con un amén a lo que tenemos, es decir aceptar la voluntad de Dios, como hizo el propio Arrupe en momentos dificilísimos y durante los tremendos nueve años que vivió paralizado y desautorizado después de su ictus cerebral. En cambio, el futuro siempre sonríe al creyente con un aleluya. Amén y aleluya, por otra parte, son dos términos cargados de contenido en la tradición bíblica judeocristiana.
-Nuestro mundo está sumido en una agobiante crisis ecológica, económica, y penosas guerras, migraciones, terribles desigualdades. ¿Cree que aún se puede mirar el futuro con optimismo?
-Mire, conozco mucha gente que está apagando el telediario porque no soporta tanta negatividad, que siente le afecta incluso a su subconsciente. Pero la fe nos ayuda a mirar al mundo y el futuro como un “fieri”, un quehacer que siempre tiene un fondo eterno, iluminado ya de presencia y totalidad. A don Pedro le decían: “Usted es un optimista patológico.” Y él respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?”. Además, en nuestro mundo hay otra cara que apunta a ese optimismo: los jóvenes ecologistas, los voluntarios que colaboran al desarrollo, los que se arriesgan para ayudar a las víctimas de las guerras y catástrofes, los que trabajan para sembrar la paz y que muchas veces no son noticia. De ellos Arrupe es un profeta que sigue vivo y los interpela.
-Una de las acusaciones que se hizo al padre Arrupe es que puso una idea secular de la justicia por encima de la caridad cristiana. ¿Está de acuerdo?
-De ninguna manera. Hoy la mayoría de los teólogos reconocen que justicia y fe están íntimamente conectadas. Es más, no se entiende una sin la otra, no se puede predicar sin dar trigo. Los derechos humanos y la justicia son previos a la fe y la caridad cristiana, o mejor, son el primer paso de ellas, si son auténticas. No hace falta para ello acudir a la Teología de la Liberación. Basta leer, por ejemplo, las cartas de san Juan.
-Observo en este libro un aspecto curioso en una biografía. Usted ha añadido detrás de cada capítulo unas “Sugerencias para la oración”.
-Muchos de mis lectores me han confesado hasta qué punto la vida de Arrupe les ha ayudado a acercarse a Dios por encima de los tópicos y las normas que a veces les han enseñado. Con esos puntos de meditación intento sugerir textos bíblicos, frases y episodios de su vida que pienso pueden ayudar al lector a inspirarse en ratos de silencio u oración tras la lectura. Viene a ser como una lupa sobre lo más profundo del relato para interiorizar una santidad que creo atractiva para el hombre de hoy. Además lo he aligerado de aparato crítico para facilitar su lectura. Las notas, fuentes y bibliografía pueden encontrarse en mis libros anteriores.
-Por último, ¿en qué momento se encuentra el proceso de beatificación y canonización?
-Hace unos días he conversado con el postulador de la causa, el jesuita español Pascual Cebollada. Por lo visto la etapa del proceso diocesano en Roma está a punto de concluir, aunque se retrasó algo con la pandemia, las entrevistas de los testigos y la investigación histórica. Se espera que a principios de año pase a la Congregación de la Causa de los Santos, que elaborará la positio, comisión teológica, etc. Después, la beatificación puede durar tres o cinco años más, si no hay problemas. Pero siempre he pensado, con muchos de sus amigos y seguidores, que, a diferencia de otras causas meteóricas, no hay ninguna prisa, porque ya, sin aureola, Pedro Arrupe toca el corazón de mucha gente. Ojalá que cuando suba a los altares, eso no le aleje de la gente de la calle, los marginados y maltratados por la injusticia, que tanto amó, sino que los acerque más, gracias a su ejemplo y mensaje.
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