Pedro Salinas: "La supresión del Sodalicio ha significado la amputación de un miembro enfermo de la Iglesia católica"
Su último libro 'La verdad nos hizo libres' (Debate, 2025), que se presentó ayer, jueves 10, en Perú, ya lidera las ventas en algunas librerías limeñas
El periodista peruano relata, con ritmo de thriller, la historia de una larga pelea en diferentes ámbitos para que la verdad sobre los abusos del Sodalitium Christianae Vitae (SVC) se abra paso y culmine con un hecho inédito e histórico: la supresión de dicha sociedad de vida apostólica de derecho pontificio
En su último libro “La verdad nos hizo libres” (Debate, 2025), que se presentó ayer, jueves 10, en Perú, y que ya lidera las ventas en algunas librerías limeñas, el periodista peruano relata, con ritmo de thriller, la historia de una larga pelea en diferentes ámbitos para que la verdad sobre los abusos del Sodalitium Christianae Vitae (SVC) se abra paso y culmine con un hecho inédito e histórico: la supresión de dicha sociedad de vida apostólica de derecho pontificio.
-Esta última publicación, en formato de crónica personal y testimonial, ¿qué novedades trae y qué nuevos aportes contiene?
-Déjame decir por delante que se trata, literalmente, del último libro que escribiré sobre el Sodalicio, pues ya publiqué suficientes sobre este tema, y creo que ya cumplí con mi trabajo. Como digo en la introducción: sin desearlo, he pasado como periodista más tiempo dedicado a esta historia (los últimos quince años, prácticamente), que los siete años que milité en él como un talibán o un fascista religioso en este movimiento fundado por el limeño Luis Fernando Figari Rodrigo.
"Se trata, literalmente, del último libro que escribiré sobre el Sodalicio"
“La verdad nos hizo libres” es una suerte de epílogo, o de bitácora, o de parte de guerra, muy personal, que relata con detalle una larguísima pelea emprendida por un grupo de periodistas y sobrevivientes por exponer la verdad en torno a una institución totalitaria y tóxica, de características nítidamente sectarias en la que se entronizó una cultura de abuso durante más de cuatro décadas, y actuó con absoluta impunidad en el Perú y en todos aquellos lugares donde echó raíces.
Este libro deja claramente establecido a través de testimonios, carpetas fiscales que recién se hacen públicas, y una enumeración de hechos validados y contrastados, que el Sodalicio (y, en consecuencia, sus ramificaciones como la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y el Movimiento de Vida Cristiana) perpetró abusos de toda índole durante décadas hasta que, finalmente, el padre Jorge, o el papa Francisco, decidió intervenir con firmeza para suprimirlo y, de esa manera, amputar un miembro enfermo de la Iglesia católica.
-¿Esperabas un resultado como el anunciado por el Vaticano?
-La verdad es que no. La supresión era un escenario inimaginable para cualquiera. Los abusos físicos y psicológicos del Sodalicio se conocen desde que el exsodálite José Enrique Escardó los hizo públicos en una corajuda saga de artículos en un semanario limeño, en el 2000. Estas acusaciones continuaron en los siguientes años mediante denuncias periodísticas en la televisión o reclamos de padres de familia que señalaban a la institución de haber “secuestrado mentalmente” a sus hijos. Pero el Sodalicio siempre tuvo la habilidad de capear sus crisis mediáticas, conjurarlas, y lograr que se olviden. Hasta que, junto a mi colega y amiga Paola Ugaz, luego de escuchar el brutal testimonio de abuso sexual que padeció el exsodálite Alfonso Figueroa por parte del candidato a beato, Germán Doig Klinge (fallecido en 2001), nos embarcamos en una investigación que, comenzó en 2010 y nos tomó un lustro documentarla, pero fue ahí que salió a la luz los abusos sexuales de sus principales líderes.
El encuentro que tuvo Pao con el padre Jorge, o papa Francisco, en noviembre de 2022, después de la pandemia, fue crucial. Ese clic empático, así como la intervención del arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, y publicaciones como “Mitad monjes, mitad soldados” (Planeta, 2015), “La jaula invisible” (Debate, 2021) y “Sin noticias de dios” (autopublicación, 2022), además de la actitud combativa e indesmayable de sobrevivientes como José Enrique Escardó, Martín Scheuch, Óscar Osterling, Renzo Orbegozo, los hermanos Martín y Vicente López de Romaña, entre muchísima gente y el rol que jugó una parte de la prensa independiente local y medios internacionales como El País, portales como Religión Digital y el norteamericano Crux, y agencias internacionales como AP, entre tantos otros factores, nada de lo que estamos presenciando en este segundo habría sido posible.
"El encuentro que tuvo Paola Ugaz con el padre Jorge, o papa Francisco, en noviembre de 2022, después de la pandemia, fue crucial. Y algo no menos importante: tuvimos la suerte de que el papa actuara a conciencia y con decisión"
Y algo no menos importante: tuvimos la suerte de que el papa actuara a conciencia y con decisión. La Misión Scicluna-Bertomeu y la elección de sor Simona Brambilla como secretaria y luego prefecta del dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, evidencian el compromiso del padre Jorge con las víctimas del Caso Sodalicio. Eso no ocurrió con los Legionarios de Maciel.
-A pesar de la inminencia de la muerte y desaparición para siempre de esta sociedad de vida apostólica, algunos de sus miembros, como el sacerdote Jaime Baertl o el periodista de la fachosfera Alejandro Bermúdez, critican con dureza la labor de los periodistas que denunciaron al Sodalicio y ahora la han emprendido contra quien será el futuro Comisario, monseñor Jordi Bertomeu Farnós. ¿Te preocupa que la campaña contra ustedes, periodistas y víctimas, continúe?
-Honestamente, no. Estos exsodálites, y otros que no lo son pero juegan en tándem con ellos, se han inventado narrativas enloquecidas y desquiciadas, de que todo esto se trata de una conspiración que viene desde años atrás, organizada una mañana de 2019, entre cervezas, en la residencia donde vive monseñor Bertomeu. Ese es el nivel de chifladura y de enajenación al que han llegado, en plan negacionista. Y claro. Hay idiotas (muy pocos, todo hay que decirlo), que nunca faltan, que se las creen o que las repiten como cacatúas.
Sí es verdad que las campañas mediáticas de descrédito y las demandas calumniosas, en la que han armado monigotes judiciales para perseguirnos hasta el infinito y más allá, continuarán por un buen rato. Pero estoy seguro, como hemos visto en los hechos, que, de persistir, es muy probable que eso les juegue en contra.
No me sorprendería que, de mantener febrilmente el asedio contra Pao y contra mí, hagan dimitir del estado clerical a más de uno de nuestros detractores que ahora niegan con desparpajo todo lo que está contrastado y corroborado en este último libro, lo que, de paso, denota el grado de locura sectaria y de perturbación en el que se encuentran. No les importa tampoco que ello pueda afectar el futuro de aquellos exsodálites suprimidos, ni se dan cuenta de que, justamente por ese tipo de ensañamientos contra nosotros es que el padre Jorge, en el encuentro con Pao (en 2022), decidió actuar y enviar su Misión Especial, precisamente en julio de 2023, pues un mes antes, en junio, escalaron exponencialmente los ataques contra los tres periodistas que osamos investigar a esta “santa mafia”: Daniel Yovera, Paola Ugaz y yo.
-¿Haber sido sodálite facilitó tu trabajo periodístico?
-Definitivamente. Describir y denunciar el fenómeno sectario o la experiencia de un exadepto de un culto, no es una tarea sencilla. Por suerte, varios de nosotros recalamos en oficios vinculados a la comunicación o al arte o a la academia. Lo que han logrado excorreligionarios y excorreligionarias, como José Enrique Escardó, Martín Scheuch, Rocío Figueroa, Elise Allen, los hermanos Martín y Vicente López de Romaña, Camila Bustamante, Óscar Osterling, Álvaro Urbina, entre los primeros nombres que se me vienen a la cabeza, ha sido decisivo. Explicar el formateo tóxico y las vulneraciones a derechos fundamentales en un movimiento sectario de apariencia religiosa, no es nada fácil.
"Gracias al coraje de todos aquellos que, poco a poco, fueron rompiendo su silencio y sumándose a esta suerte de cruzada por encontrar la verdad y la justicia, se pudo lograr lo que parecía un imposible"
Solo un exsodálite o una exfraterna o una exsierva o un exemevecista, que ha comprendido la experiencia traumática por la que atravesó, y además ha desarrollado habilidades para transmitir y comunicar, es capaz de hacer entender a los demás que el Sodalicio y sus fundaciones eran organizaciones de fachada católica que escondían tras etiquetas católicas unas instituciones absolutamente totalitarias. Eso, y la resiliencia de las víctimas ha sido sustancial. Porque la historia de la caída del Sodalicio es, si me apuran, un retrato de la tenacidad de las víctimas y de los denunciantes y de los periodistas que decidieron librar esta batalla extenuante, hasta el final, como los hobbits de Tolkien.
-¿Qué es lo que va a encontrar el lector de “La verdad nos hizo libres”?
-Un testimonio personal, como exsectario, como periodista, como denunciante, como sobreviviente. Y lo que supone enfrentar una organización con un enorme poder económico y político, en ámbitos tan disímiles como el de la justicia terrenal o en los meandros de la Iglesia católica peruana y de la curia vaticana. Y que, gracias al coraje de todos aquellos que, poco a poco, fueron rompiendo su silencio y sumándose a esta suerte de cruzada por encontrar la verdad y la justicia, se pudo lograr lo que parecía un imposible.
-Has dicho varias veces: “soy agnóstico gracias al Sodalicio”. Después de la actuación firme del papa Francisco en esta historia, que indudablemente formará parte de su legado, ¿lo sigues siendo?
-Sí, quizás eso es lo único que le debo al Sodalitium. Mi agnosticismo se mantiene intacto. Sin embargo, algo en mí ha cambiado con esta historia. Ahora digo que soy un “agnóstico papista”, por Francisco. Este papa, sobre el cual he tenido diversas percepciones a lo largo de su pontificado, malas y buenas, me ha hecho ver que en la Iglesia católica hay personas que son extraordinarias, que viven al Jesús de los Evangelios. Que encarnan un sentido común y una solidaridad y rasgos humanitarios, que son realmente admirables y ejemplares. Que no todos son rigoristas o sectarios o radicales que se dedican a ofrecer carné de católicos solo a los que son de su redil, sino que hay quienes distinguen los grises y son tolerantes con quienes piensan distinto a ellos, pues lo más importante es la persona humana, y, en consecuencia, se desviven por hacer el bien a favor de los demás, sin distinguir raza ni condición social.
Lo que ha hecho el padre Jorge en el caso peruano me ha devuelto la fe -no en Dios-, pero sí en una Iglesia que podría volver a convertirse en un referente moral en medio de tanta polarización.
"Ahora digo que soy un 'agnóstico papista', por Francisco"
-En esta historia de la caída del Sodalicio, en el libro se resalta el apocado papel que tuvieron muchos obispos del Perú, incluyendo a varios cómplices en sus fechorías. Lo has comentado en tus programas en YouTube y también acá, en RD. ¿Crees que eso vaya a cambiar en adelante, luego del dramático final del Sodalicio y sus ramificaciones?
-No soy muy optimista sobre eso, la verdad. Siempre he destacado el importantísimo rol que jugaron a favor de las víctimas cinco obispos en este largo y tortuoso vía crucis de denuncias: Kay Schmalhausen (exobispo sodálite), Carlos Castillo Mattasoglio, Pedro Barreto, Robert Prevost y Reynaldo Nann. Del resto tengo la peor opinión. De hecho, se esperaba que después de la desastrosa y meliflua gestión de Miguel Cabrejos como presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), hubiesen aprendido la lección, pero no, eligieron al gelatinoso Carlos García Camader, otro pusilánime que responde a la misma línea de conducta que los anteriores.
"Juan Luis Cipriani, el primer cardenal histórico del Opus Dei, quien tuvo el descaro de zurrarse en el precepto penal que le aplicaron y se mantiene vigente, ha insistido en enmendarle la plana a los obispos del Perú, para que rectifiquen y se disculpen con él, deslizando la idea de que en realidad él es la verdadera víctima de una injusticia. Cuando lo cierto es que, las medidas disciplinarias contra él existen y se mantienen en vigor"
Para muestra un botón. Juan Luis Cipriani, el primer cardenal histórico del Opus Dei, quien tuvo el descaro de zurrarse en el precepto penal que le aplicaron y se mantiene vigente, y que lo obliga a no aparecer en actos públicos en el país de residencia de la víctima que lo denunció por abusos, con la soberbia y altanería que le caracteriza, ha insistido en enmendarle la plana a los obispos del Perú, para que rectifiquen y se disculpen con él, deslizando la idea de que en realidad él es la verdadera víctima de una injusticia. Cuando lo cierto es que, las medidas disciplinarias contra él existen y se mantienen en vigor. Que el precepto penal no es consecuencia de un proceso canónico, sino de la existencia de un “fumus delicti” (es decir, de una denuncia verosímil donde existe la alta probabilidad de un delito). Que fue por ello por lo que se le aceptó inmediatamente su carta de renuncia cuando cumplió los 75 años. Que su “retorno triunfal” revictimizó al denunciante. Y así.
¿Qué hizo la Conferencia Episcopal Peruana ante esta injustificable pataleta del cardenal opusdeísta? Lo de siempre: nada. En lugar de emitir una respuesta enérgica y categórica por parte de García Camader y su directiva, poniendo en su sitio a Cipriani, la contestación ha sido el silencio vergonzoso y amilanado. En síntesis, los obispos peruanos siguen con un problema serio de falta de cojones.
Como sea. Para que conste en actas, el escándalo Cipriani, quien terminó siendo un “daño colateral” en la historia de la caída del Sodalicio, está contada también íntegramente en “La verdad nos hizo libres”.