Segunda edición del libro de la "filosofía gallega de la vida" 'O ciclo da vida', radical galleguidad
"'O ciclo da vida' (El ciclo la vida) es el título con que Josefa María Antón Hurtado y Manuel Mandianes Castro publicaron por primera vez esta obra en 1998 y de la que ahora acaba de aparecer la segunda edición"
"Los autores son dos experimentados investigadores en antropología y etnografía cultural como lo avala el extenso currículo de ambos"
"El libro trata de muchas vidas que juntas conforman la manera ancestral de ser y de entender el mundo en la que piensa la gente cuando oye hablar a los gallegos"
"Una profunda reflexión antropológica tejida de realidades vivenciales, trenzada con anécdotas de la vida cotidiana y salpimentada con refranes, dichos y leyendas"
"Una simbiosis de espiritualidad, ritos y creencias, de costumbres, mitos y leyendas perfectamente reflejada"
"El libro trata de muchas vidas que juntas conforman la manera ancestral de ser y de entender el mundo en la que piensa la gente cuando oye hablar a los gallegos"
"Una profunda reflexión antropológica tejida de realidades vivenciales, trenzada con anécdotas de la vida cotidiana y salpimentada con refranes, dichos y leyendas"
"Una simbiosis de espiritualidad, ritos y creencias, de costumbres, mitos y leyendas perfectamente reflejada"
"Una simbiosis de espiritualidad, ritos y creencias, de costumbres, mitos y leyendas perfectamente reflejada"
O ciclo da vida (El ciclo la vida) es el título con que Josefa María Antón Hurtado y Manuel Mandianes Castro publicaron por primera vez esta obra de ensayo e investigación en la Editorial gallega Ir indo de Vigo en 1998 y de la que ahora acaba de aparecer la segunda edición descrita como “el libro de la filosofía gallega de la vida” según reza en la contraportada.
Los autores son dos experimentados investigadores en antropología y etnografía cultural como lo avala el extenso currículo de ambos. Ella es profesora de filosofía en la Universidad de Murcia y etnóloga experta, y él es hombre sabio, bueno y honesto, en palabras de Luis A. de Cuenca, “una de las personas que, si no existieran, habría que inventarlas”,
El libro no trata sobre la vida de un afilador o de un labrador, ni de un cura o de un cacique, sino de muchas vidas que juntas conforman la manera ancestral de ser y de entender el mundo en la que piensa la gente cuando oye hablar a los gallegos.
No es un libro de costumbres, que también, sino una profunda reflexión antropológica tejida de realidades vivenciales, trenzada con anécdotas de la vida cotidiana y salpimentada con refranes, dichos y leyendas que, como argamasa del cotidiano vivir, expresan la forma propia de pensar los gallegos sobre las cosas, las personas y la vida, tal como está reflejada en todos los momentos y acontecimientos de carácter simbólico traídos a colación a veces solo a propósito de la niñez, la mocedad o la muerte.
La radical galleguidad que rezuman las 203 páginas de este libro, con referencias bibliográficas a pie de página, está transida por una profunda veta latente de sentimientos de pertenencia a una comunidad en la que la esfera de lo individual se diluye totalmente para dejar emanar hacia el exterior, como si de una fuente viva y permanente se tratara, la esfera de lo supraindividual en la que todo se comparte desde el nacimiento hasta la muerte. Está perfectamente simbolizado por la parroquia, entidad heredada en la temprana cristianización de las primeras células agrícolas de las tribus celtas y de la cultura de los castros y en torno a la cual ha venido desenvolviéndose la vida rural gallega hasta hoy.
Como escribió Alfonso Rodríguez Castelao, “Cando non se conta ca parroquia non se conta con Galiza. O adro (atrio) da igrexa é o concello natural de Galiza”. Y esta consideración es lo que permite explicar, en parte, la ideación y división de la obra en cuatro partes correspondientes a los distintos momentos de la vida de los miembros de esa unidad poblacional que todavía perdura y sin la cual la vida rural gallega resultaría hoy ininteligible.
Así, en la primera parte (“salidos del agua”), se trata de la concepción, gestación, nacimiento e infancia del ser humano; en la segunda (“que sea para bien”), se cuentan las vicisitudes del matrimonio, el noviazgo, la boda y la vida de los casados; en la tercera (“el fuego que se apaga”), se describe y narra la muerte, los ritos que rodean la enfermedad, el velatorio y el entierro; y en la cuarta (“los muertos están vivos”), se expone y explica la idiosincrasia gallega sobre cómo las creencias sobre el más allá están integradas en el más aquí con toda naturalidad y completándolo.
La reflexión sobre el ciclo de la vida no siempre es lineal. Se sigue el procedimiento de alternancia de idas, vueltas y más vueltas de referencias a un espacio y a un tiempo no metafísicos, sino determinados por un tiempo y un espacio vivenciales.
El gallego está unido a su tierra de tal manera que su ciclo vital y el imaginario colectivo no son fácilmente reducidos a simples anécdotas, sino que son fruto de un denso tejido y una mezcla de realidades muy complejas de las que el tiempo y espacio son la urdimbre de su existencia.
En efecto, por vivir un tiempo cíclico como la liturgia, el gallego sabe con anterioridad lo que va ocurrir posteriormente y lo que va a hacer en cada época del año. La vida del ser gallego solo adquiere pleno sentido dentro de este tiempo y espacio determinados cuyo centro presenta diferentes manifestaciones: el lar (de ahí, la” lareira”), la encrucijada (cruce de caminos) y el cementerio.En torno a este núcleo, se organiza su vida entera como individuo y como miembro del grupo (la casa, la aldea y la parroquia). Y todos los acontecimientos del ciclo vital se sitúan por referencia con alguna de estas manifestaciones. Rara es la parroquia gallega que no conserve todavía alguna tradición o rito de origen pagano, como el poner velas en el altar de ánimas de cualquier encrucijada por donde se supone que ellas pasan en busca de su entrada definitiva en el paraíso o como el escenificar la procesión de las ánimas en las largas noches invernales.
Los acontecimientos del ciclo de la vida se encuadran y tienen sentido dentro del período anual, que en Galicia sigue el ciclo natural de la serpiente desde octubre hasta finales de abril. Y, como no hay problema de continuidad entre el aquí y el más allá, los vivos y los muertos compartem idénticas necesidades. El gallego cree que los muertos, después del último suspiro, salen de viaje, comen y beben, se calientan en la” lareira” sin poder ser vistos, residen en lugares especiales y tienen intercambio con los de este mundo. Por eso, Galicia no convive con los muertos, sino que cree que los muertos viven. Los que viven en el cementerio, habitantes del otro mundo, son las ánimas de los que nos precedieron y están integrados en la vida diaria formando parte del grupo doméstico en una convivencia entre vivos y muertos. En efecto, a Galicia la llaman el país de los muertos con grande equivocación, porque en realidad es el país de los vivos de este y del otro mundo. Toda una filosofía de la vida y de la muerte.
Esta simbiosis de espiritualidad, ritos y creencias, de costumbres, mitos y leyendas queda perfectamente reflejada en esta obra. Galicia conoció muy pronto, hacia el año 350 p. C., la inculturación del evangelio debida a Prisciliano y convertida en la primera expresión literaria del espiritualismo gallego. Así, el calendario litúrgico fue asimilando y cristianizando ritos, creencias y costumbres de otros calendarios. Y a la inversa: en muchos casos, el calendario litúrgico se convirtió en vehículo preservador de otras vivencias más antiguas en las que lo divino y lo humano coexisten aquí en una perfecta simbiosis. Se percibe en los bautizos, en las bodas, en los trabajos y en las fiestas, en los entierros, en el luto y hasta en la buena estrella.
Tras una lectura tan fluida y amena como interesante, el libro termina con esta reflexión: “las cosas cambian mucho menos de lo que pueden dejar entrever las apariencias, pero cambian tanto como para merecer una atención renovada”.( Ramón Sarmiento)
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