"La imagen actual, surgida en la Ilustración, ha influido en la concepción del sacerdocio" Masculino, femenino o andrógino: ¿Por qué ha variado la percepción del género de Jesús a lo largo de la historia?
"Las fronteras de género que la Iglesia católica defiende con tanta fuerza hasta el día de hoy no pueden demostrarse utilizando el antiguo modelo de género”
“En la antigüedad, Cristo era visto naturalmente como un hombre, como un hombre perfecto, es decir, una masculinidad perfecta como dominio completo del cuerpo y una sexualidad basada en principio en la asexualidad”
La atribución a Cristo de atributos femeninos, aunque no hay suficiente material para estudiarlo, aparecieron en el siglo XIII y “provienen del misticismo religioso de las órdenes femeninas, especialmente de las monjas dominicas”
“Como seres humanos, no podemos evitar crear nuestras propias imágenes de Dios, aunque en realidad se nos dice que no hagamos exactamente eso. Las imágenes que uno puede formarse de Jesús y su género pueden ser sumamente diversas. Nadie puede evitar su propia socialización religiosa”
La atribución a Cristo de atributos femeninos, aunque no hay suficiente material para estudiarlo, aparecieron en el siglo XIII y “provienen del misticismo religioso de las órdenes femeninas, especialmente de las monjas dominicas”
“Como seres humanos, no podemos evitar crear nuestras propias imágenes de Dios, aunque en realidad se nos dice que no hagamos exactamente eso. Las imágenes que uno puede formarse de Jesús y su género pueden ser sumamente diversas. Nadie puede evitar su propia socialización religiosa”
La iconografía sobre Jesús nos muestra indudablemente a un varón, pero la historia del arte nos deja también la imagen de un Jesús más afeminado, de apariencia andrógina. ¿Por qué ha sido esto así? A estudiar esta representación del género del Mesías en distintos períodos de la historia ha dedicado el historiador de la Iglesia Anselm Schubert su último libro, "Cristo (m/f/d). Una historia de género", donde descubre una sorprendente diversidad que, asegura, supone también en estos momentos, una tarea de reflexión para la propia Iglesia.
“La forma en que vemos a Jesucristo depende de lo que entendemos por hombre, mujer y andrógino. Intenté reconstruir que esto ha cambiado fundamentalmente desde la antigüedad y que, por lo tanto, la pregunta de si un Cristo es varón o mujer puede responderse de manera muy diferente según la época. Lo que nos parece andrógino desde la perspectiva actual puede no haberlo sido según las ideas antiguas; lo que hoy nos parece femenino no tenía por qué haber sido visto de esa manera en la Edad Media; o lo que en realidad era andrógino en el período moderno temprano nunca lo habría sido. Dependiendo del paradigma, la identidad de género de Cristo se presenta de manera completamente diferente”, señala este profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad de Erlangen-Núremberg en entrevista con Katholisch.
“En la antigüedad, Cristo era visto naturalmente como un hombre, como un hombre perfecto, es decir, una masculinidad perfecta como dominio completo del cuerpo y una sexualidad basada en principio en la asexualidad”, argumenta.
Sin embargo, contextualiza esa visión en que “la masculinidad de Jesús no tuvo nada que ver con su sexo biológico, sino que era un índice de perfección. Esto también se asoció con ideas de que las mujeres podían transformarse en hombres mediante el ascetismo. Las fronteras de género que la Iglesia católica defiende con tanta fuerza hasta el día de hoy no pueden demostrarse utilizando el antiguo modelo de género”.
Reconoce también que la atribución a Cristo de atributos femeninos, aunque no hay suficiente material para estudiarlo, aparecieron en el siglo XIII y “provienen del misticismo religioso de las órdenes femeninas, especialmente de las monjas dominicas”.
Lo femenino en la Edad Media
“En la Edad Media, las ideas sobre la crianza y el parto parecen haber estado asociadas principalmente con aspectos como el cuidado, la gracia, la misericordia, la humildad y el amor. Esto muestra que la imagen de Cristo cambió ahí. Ya no era sólo el Hijo eterno de Dios y gobernante infinito del mundo, sino que ahora se le consideraba de una manera más accesible. No se trata de atribuciones de género, sino de ciertas proyecciones sobre Cristo”, señala, aunque subraya que “se trata de textos literarios y teológicos, no dogmáticos”.
Fue a finales del siglo XVIII cuando, sostiene, se desarrolló la forma de comprensión moderna del género que hoy marca una diferencia esencial entre hombres y mujeres. “Los hombres son duros, conquistadores, racionales. Las mujeres se preocupan, tienen hijos, son privadas, emocionales, etc., toda la cuestión del patriarcado”.
Tan pronto como este modelo de género de la Ilustración tardía fue generalmente aceptado, los teólogos comenzaron a imaginar a Jesús como claramente masculino, lo que en realidad no era un problema antes
“Tan pronto como este modelo de género de la Ilustración tardía fue generalmente aceptado, los teólogos comenzaron a imaginar a Jesús como claramente masculino, lo que en realidad no era un problema antes. Esto continúa en la Iglesia católica hasta el día de hoy e influye en la concepción del sacerdocio”.
¿Y qué sucede en la actualidad con la imagen de Jesús? “No fue hasta el siglo XX que la reacción a esta imagen explícita de masculinidad llegó con la teología feminista y un debate sobre la sexualidad de Jesús. Pero se trata de discusiones en círculos pequeños; la corriente principal de la historia cultural cristiana siempre sigue siendo la de una masculinidad aparentemente completamente normal, no abordada y evidente por sí misma, independientemente de lo que uno imagine sobre ella”.
En este sentido, y ahondando en la tesis de su libro, lo ilustra con la imagen del Jesús queer que ha ido apareciendo en los últimos años. “Esta visión surgió en los años 1990 y una vez más se movió en círculos de crítica religiosa o al menos de crítica de las ideas religiosas tradicionales. Hay mucha provocación ahí, y eso es intencional. Pero hoy hacemos exactamente lo mismo que hicieron nuestros antepasados en otros siglos: proyectamos nuestras imágenes de género de hoy en alguien de hace 2.000 años. ¿Qué se habría considerado queer en aquel entonces? Algo completamente diferente a lo que es hoy. Pero estas proyecciones son parte de una confrontación viva con Jesús, por lo que no las condenaría en absoluto”.
“Como seres humanos, no podemos evitar crear nuestras propias imágenes de Dios, aunque en realidad se nos dice que no hagamos exactamente eso. Las imágenes que uno puede formarse de Jesús y su género pueden ser sumamente diversas. Nadie puede evitar su propia socialización religiosa”, concluye el autor de esta obra que recrea la historia del género a través de las imágenes de Jesús.
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