El presidente del episcopado argentino analiza la última encíclica del Papa Francisco Monseñor Oscar Ojea: “Fratelli Tutti sienta las bases de una nueva convivencia social, de soñar juntos un mundo distinto”

Monseñor Oscar Ojea
Monseñor Oscar Ojea

"El Papa ha ido acompañando al mundo en este último tiempo, comprobando con más nitidez el grito del pobre y el grito de la Tierra"

"Es una encíclica cumbre del pontificado de Francisco, él se ha esmerado en citarse a sí mismo porque ha querido dejar un camino jalonado de este tipo de preocupaciones que tienen que ver con esas fuentes y que ha ido construyendo en estos años"

"La identidad se construye a través de la relación, a través de ir confrontando en mis relaciones, en mi contacto con la diversidad"

"El político no es el que usa al pueblo en beneficio propio, que es el demagogo o el populismo, que es un poco jugar con el pueblo, sino que el político es el que interpreta el camino del pueblo, y al interpretarlo puede liderar, y puede liderar con un liderazgo positivo"

"A mí me parece fundamental que nosotros, los agentes evangelizadores, hagamos leer la encíclica, es una encíclica que se tiene que leer, se tiene que conocer. Lo que se juega es un magisterio concreto, hay temas instalados"

"Se abren caminos de pensamiento, el tema de la apertura es un tema sumamente profundo, en el que se juega no solamente la vida social, sino la vida como sentido"

Ojea con el Papa Francisco

Monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, comenzó su ministerio episcopal como auxiliar de Buenos Aires, de cuyo clero formaba parte, en 2006, momento en que era arzobispo el cardenal Bergoglio.

Como alguien que conoce al Papa Francisco, afirma que “está mucho más claro en sus ideas, mucho más preciso, me da la impresión que está convencido que ha iniciado procesos”. En esta entrevista, Ojea hace una lectura de Fratelli Tutti, que considera “una encíclica cumbre del pontificado de Francisco”, donde sienta “las bases de una nueva convivencia social”. En ese sentido, la pandemia que la humanidad está viviendo, ha llevado a “ir buscando una identidad que se vaya reconstruyendo desde la fraternidad”, algo que “se construye a través de la relación”.

Para entender lo que significa la política, un elemento muy presente en la última encíclica del Papa Francisco, el presidente del episcopado argentino afirma que “es fundamental el concepto de pueblo en Francisco”, algo que se fundamenta “en el Concilio Vaticano II, una Iglesia Pueblo de Dios”. Por eso, Ojea afirma que “el político no es el que usa al pueblo en beneficio propio”, y sí “el que interpreta el camino del pueblo”, siempre buscando servir al bien común, sin querer perpetuarse en el poder, buscando “la posibilidad de iniciar procesos que interpreten el camino del pueblo, preocupándose de lo que se ha sembrado, y no de cuanta aprobación se tiene”.

Otro elemento importante en Fratelli Tutti es el diálogo, que se basa, según Monseñor Ojea, en los consensos, algo que puede ayudar en “la búsqueda de valores permanentes, que no se negocien”. Pero lo fundamental para el obispo de San Isidro es “que nosotros, los agentes evangelizadores, hagamos leer la encíclica”, que se avance en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso, reconocer el papel de los jóvenes. Estamos ante una encíclica que abre caminos de pensamiento, que nos lleva a reconocernos en aquel que está caído al borde del camino, que da especial relevancia a la dignidad humana.

Firma de la Fratelli Tutti

El Papa Francisco publicaba hace poco más de un mes su última encíclica, Fratelli Tutti. Francisco siempre ha sido un hombre de procesos, usted le conoce desde hace mucho tiempo y fue su obispo auxiliar en Buenos Aires. ¿Cómo ha ido evolucionando, especialmente desde que asumió el pontificando, en su forma de pensar, de entender la vida, la sociedad y la Iglesia el Papa Francisco?

El Papa ha ido acompañando al mundo en este último tiempo, comprobando con más nitidez el grito del pobre y el grito de la Tierra. Veo que está mucho más claro en sus ideas, mucho más preciso, me da la impresión que está convencido que ha iniciado procesos. Uno de los ejemplos es el tema de la fraternidad, que tiene tres claves, tres fuentes.

La primera fuente es el Evangelio, es una encíclica que respira Evangelio. En el número 277, cuando habla de la colaboración de las religiones para la fraternidad, el Papa, en un texto que está muy bien escrito, porque además tiene buena pluma, es un hombre que conoce la literatura y recurre a la literatura para expresarse, hay una clave para entender una fuente que para mí es la más importante, que es el Evangelio mismo. Dice: “Pero los cristianos no podemos esconder que ‘si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados‒enviados. Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer’. Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo”. Es la primera fuente en la que el Papa se ha basado para percibir este tema.

En segundo lugar, flota en toda la encíclica la conciencia de que, en el día del Juicio, la pregunta que se nos va a hacer es ¿dónde está tu hermano?, que es la pregunta a Caín. Y allí no podremos responder ambiguamente. Es una carta que deja de lado las ambigüedades, o respondes a mí no me importa mi hermano, yo no soy su guardián, o de alguna manera respondes que has crecido a través de los vínculos, especialmente con los pobres.

La segunda fuente es Francisco, que es el nombre que él ha elegido, y que en la encíclica Laudato Si, le ha servido como fuente por ser el hombre en armonía con el cosmos, el hombre que equilibra la relación con la naturaleza, con Dios, con los hermanos, con la muerte, con la vida, con la creación. En ese sentido, en Laudato Si le sirve de modelo. Aquí, el modelo de Francisco es utilizado más bien por la temática del hermano universal, Francisco es el hermano universal de todos, pero lo es porque se ha hecho pobre. La libertad que le da la pobreza, le permite a Francisco esta fraternidad, sino hubiera imposible que la hubiera vivido. Al mismo tiempo, el pasaje del encuentro con el sultán le permite comprobar la apertura de corazón y la universalidad del amor de Francisco, porque la encíclica trasciende la caridad fraternidad hacia la caridad universal, la dimensión universal de la caridad.

En tercer lugar, la otra fuente es el encuentro con el imán Al-Tayyeb, en Abu Dabi, que evidentemente ha sido para él un hecho importantísimo. Las dos religiones monoteístas más importantes, a través de sus líderes se han encontrado, y de alguna manera han ahondado el tema de la dignidad humana como fuente común, hijos de Dios, y se han propuesto luchar para que de ningún modo la religión se use o se instrumente para la violencia, proponiéndose el dialogo continuo como camino, la colaboración mutua como conducta, y el conocimiento recíproco como criterio, como método.

Monseñor Oscar Ojea

¿Cómo cree que el Papa Francisco ha ido conjugado todo esto y construyendo su propuesta de Iglesia y de sociedad?

Estas tres fuentes, que él ha ido construyendo en estos años de pontificado, a través del diálogo interreligioso, a través de ir ahondando en su propio nombre, y en el significado de su propio nombre, buscando una Iglesia pobre para los pobres, y fundamentalmente el Evangelio, que es la fuente más inmediata del tema de la fraternidad. Francisco se ha vuelto más simple, más económico, más claro. Si nosotros usamos el método de ver, juzgar y obrar, el primer capítulo sería el ver, sombras en un mundo cerrado, esa descripción del aislamiento del mundo, del individualismo, esa descripción del consumidor, del espectador y no del actor del mundo.

El juzgar estaría en la iluminación bíblica de la parábola del Buen Samaritano, que también la coloca como un out, out. No hay términos medios, u optas por ser o un salteador, o un caminante que pasa, que en el fondo es funcional al salteador, o te conviertes en un samaritano o en un herido, no hay término medio. Eso está muy bien planteado, el tema de la opción. Finalmente, el resto del desarrollo de la encíclica, tiene que ver con el actuar, que se va desplegando en cómo pensar un mundo abierto, un corazón abierto, el lugar de la política, del diálogo, de la reconciliación y de las religiones.

Es una encíclica cumbre del pontificado de Francisco, él se ha esmerado en citarse a sí mismo porque ha querido dejar un camino jalonado de este tipo de preocupaciones que tienen que ver con esas fuentes y que ha ido construyendo en estos años. En la preparación inmediata le ha sido muy útil, si bien él ya la venía escribiendo antes de la pandemia, la ocasión de la pandemia le viene extraordinario a Francisco, porque él descubre que no se puede volver a una normalidad, qué normalidad sería la de volver a un mundo con muchas menos posibilidades laborales, más desocupación, más pobreza, más necesidades sin cubrir, cuál sería esa normalidad.

Allí aprovecha para proponer sentar las bases de una nueva convivencia social, y arriesgarse, a través de esta cosa de soñar juntos un mundo distinto. Esto que parece una utopía, en Francisco soñar es como empezar a desplegar la posibilidad de vivir en un mundo diferente, donde haya claramente un trabajo contracultural, que implique un cambio muy profundo, no solamente en hábitos de consumo, ni en estilos de vida, como lo proponía en Laudato Si, sino un cambio mucho más radical, que tenga que ver con un principio esencial del ser humano, que es este estar hecho para la relación, para el amor, para la comunicación, para el salir de sí mismo, para la gratuidad. Ahí plantea una serie de situaciones que hacen a la esencia, situaciones esenciales. Ha aprovechado la pandemia, en este sentido, para decir, o ahora, o nunca.

Hay una evolución de su pensamiento hacia un mayor compromiso con los pobres, cada vez más claro, cada vez más definido, y que él lo va proponiendo y va insistiendo en ello, cada vez con mayor claridad, y en algunos casos con muy buen estilo literario.

Jornada Mundial de los Pobres

Este domingo, la Iglesia celebraba la IV Jornada Mundial de los Pobres, una fecha instituida por el Papa Francisco, que este año tenía como lema “tiende tu mano al pobre”. La pandemia ha aumentado la pobreza en el mundo, lo que muestra un reciente informe que dice que hay 130 millones de personas más en el último año en riesgo de pasar hambre, a lo que se une que los más ricos han aumentado sus recursos. ¿Qué significa eso para los cristianos, teniendo en cuenta, por un lado, la propuesta de la Fratelli Tutti, y, por otro, el hecho de que no consigamos vivir esa fraternidad, ni siquiera cuando las circunstancias son tan graves como en este tiempo de pandemia?

Él se va a cuidar de destacar primero algunos de los frutos importantes positivos de la pandemia, como ser en el tender la mano. Ha habido una mayor comprobación de nuestra interdependencia, y al mismo tiempo, los trabajadores esenciales han puesto de manifiesto, con un grado de exposición muy grande de sus vidas y de servicio realmente importantes, en los comedores, particularmente las mujeres. Acá en la Argentina, eso ha sido particularmente conmovedor, la movida que ha habido en función de una mayor solidaridad. Esto no lo deja de citar como una riqueza, un antecedente, un modo de decir que ha quedado un reservorio de esperanza en el alma del pueblo.

Por otro lado, en el mismo mensaje del Día del Pobre, va a decir que hay otras manos que rápidamente, moviendo un teclado, pueden transferir sumas de dinero impresionantes y pueden desequilibrar en pocos segundos el mundo. El control y el uso de las redes sociales en modo casi criminal, que lo pone de manifiesto en la encíclica, son perjuicios sumamente grandes. Lo que el Papa va buscando después de la pandemia es que haya como un alineamiento, decir de qué lado estamos, o hacia dónde vamos a trabajar. Se van licuando identidades, se trata de ir buscando una identidad que se vaya reconstruyendo desde la fraternidad.

Él lo dice claramente en Fratelli Tutti, la identidad se construye a través de la relación, a través de ir confrontando en mis relaciones, en mi contacto con la diversidad. Con la diferencia se va acentuando la identidad, que tiene que ayudarme a ponerme de un lado, con claridad, a saber hacia dónde estoy yendo, y eso tiene más que ver con un sentido de vida. O el sentido de vida se recupera, o se ahonda, o el sentido de vida se pierde y se licua en una globalización superficial y abstracta, que termina con las diversidades culturales necesarias, que se convierte en un intento de torre de Babel, que es imposible. En la encíclica está claro que nos acercamos cada vez más a opciones definitivas.

Obispos argentinos con Alberto Fernández

En Fratelli Tutti aparece muy trabajado el concepto de política y el Papa Francisco usa el término buena política. La política, que debería ayudar a construir una sociedad más justa y un mundo mejor para todos, vemos que se ha convertido en muchos países en un motivo de enfrentamiento y crispación. ¿Usted cree que la encíclica podría ayudar a reflexionar, entender y llevar a la práctica ese concepto de buena política?

Es muy importante ese capítulo, es fundamental el concepto de pueblo en Francisco, yo me detendría en esto, pues ha dado lugar a malas interpretaciones, a confundir pueblo con populismo. Para Francisco el concepto de pueblo tiene que ver con el Concilio Vaticano II, una Iglesia Pueblo de Dios. Hay una frase de San Cipriano que cita el concilio, que es que la Iglesia es un pueblo unido, pero no con cualquier unidad, sino con la unidad de la Trinidad, la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es un pueblo que camina en medio de relaciones, y las relaciones son diversas. Ese pueblo es la Iglesia, que se encarna en los diversos pueblos de la tierra y en las diversas culturas.

Ese pueblo, de alguna manera, busca una identidad, tiene un proyecto histórico, va creciendo en su propio acervo cultural. Toda esa riqueza histórica, que requiere una conciencia histórica, que no se puede adormecer, que está construido de bases culturales y lazos sociales, que son muy hondos y muy fuertes, por experiencia e historia vivida. El político no es el que usa al pueblo en beneficio propio, que es el demagogo o el populismo, que es un poco jugar con el pueblo, sino que el político es el que interpreta el camino del pueblo, y al interpretarlo puede liderar, y puede liderar con un liderazgo positivo.

Político es aquel que sirve al bien común, su vocación absolutamente noble, porque es el grado más alto de la caridad, pero tiene algunas características, que las describe muy bien Francisco, que es la preocupación por los últimos, la lucha por las causas estructurales de la pobreza, el estar por encima de la economía, en el sentido de que la política tiene que conducir la economía. Al mismo tiempo, el político, en este servicio al bien común, abandona el solo marketing, la sola imagen, el solo estar pensando continuamente en los votos, para poder pensar en iniciar procesos.

Acá hay un llamado a la humildad del político, la vocación política no consiste en perpetuarse en el poder, consiste en la posibilidad de iniciar procesos que interpreten el camino del pueblo, preocupándose de lo que se ha sembrado, y no de cuanta aprobación se tiene. Este es un desafío muy grande, porque al hablar de la caridad política, que es el centro de la vida cristiana, hace como excurso de espiritualidad del político, que me parece muy útil, un desafío sumamente grande, pero que plantea nuestra relación con el poder. Es imposible ver hoy en América Latina un político que abandone una encuesta el primer día que llegue, para ver cómo le va a ir dentro de cuatro años. Acá en Argentina ya hay gente que está haciendo campaña para dentro de tres años, y está midiendo y trabajando. Pero el Papa pone el alcance y la dimensión de la política en otro registro.

Monseñor Ojea en el Sínodo para la Amazonía

En ese campo de la política, pero que es algo que habría que traer para la realidad eclesial, sobre todo desde la perspectiva de la sinodalidad, nos encontramos en Fratelli Tutti con la importancia del diálogo. ¿Cómo ese diálogo debería ayudar a construir la sociedad del futuro y la Iglesia del siglo XXI?

El primer tema importante en el diálogo que plantea Francisco es el tema de los consensos. El consenso tiene que estar más allá, es algo de lo que tengo que estar convencido, no algo que tengo que estar declarando nominalmente, o porque queda bien, o porque tengo miedo de socialmente quedar desubicado, o porque no es políticamente correcto. Esto me parece una idea fecunda, intentar poner el tema de la dignidad humana como un más allá, intentar trabajar por aquello que va más allá. Esto me parece realmente, realmente importante.

La insistencia en la amabilidad tiene que ver también con la violencia tremenda que hay. La política ya no es un debate de ideas, sino cómo se destruye al otro, cómo se elimina al otro. Si no se va creando un campo en la relación personal, de una suerte de ir trabajando de la agresividad, cuidando no lastimar, los modos, intentando aliviar o alentar, no buscar humillar o destruir al otro. Él pone las redes como lugares donde se usan epítetos humillantes.

Pero al mismo tiempo está el desafío de que en la solución de una tensión está el progreso. Es esto que dice de que la unidad es superior al conflicto, que es un principio ya anunciado en Evangelii Gaudium. Asumiendo el conflicto, de un modo poliédrico, tenemos muchas más posibilidades de poder superarlo, buscando un consenso que sea indispensable para poder caminar juntos. El tema de los consensos es importantísimo, los derechos humanos fundamentales, la búsqueda de valores permanentes, que no se negocien. Solamente en este contexto yo puedo decir que hay algo del otro que no terminé de escuchar, de ponerme en ese lugar, de recorrer un camino. Pero eso es apostar a la posibilidad de ser transformado por el aporte del otro.

Me parece muy fecundo las cuatro condiciones para el diálogo que pone San Pablo VI en Ecclesiam Suam. Es un momento diferente, por supuesto, pero no menos complicado. Para Pablo VI era la claridad, no traicionarse a uno mismo, la confianza y la posibilidad de que yo me puedo transformar por algo que no escuché y el otro también por algo que no escuchó, la negación a herir y a atropellar. Finalmente, lo que llama la prudencia pedagógica, que es considerar las edades, los momentos de la vida, la educación y sobretodo las circunstancias de las que me habla el otro. Francisco de alguna manera recoge estos elementos de esa encíclica maravillosa de Pablo VI sobre el diálogo, que habría que releer, es muy útil en este momento.

Fratelli Tutti

De cara al futuro, ¿cuáles son las perspectivas que abre Fratelli Tutti para un mundo que no sabemos cómo va a salir de la pandemia y para una Iglesia a la que cada vez se le piden más respuestas ante lo que sucede fuera de los muros eclesiales?

En primer lugar, es instalar los temas, con Fratelli Tutti está pasando algo que ha pasado con otras encíclicas del Papa, se ha intentado minimizarlas, ponerlas de lado, no hablar de ellas. Nosotros acá en Argentina tenemos un enorme problema, y es que la figura del Papa está como sujeto de la prensa amarilla. Se intenta esmerilar la figura del Papa a través de gestos, digamos discutidos, y de alguna manera se tapa con esta prensa sensacionalista el contenido. A mí me parece fundamental que nosotros, los agentes evangelizadores, hagamos leer la encíclica, es una encíclica que se tiene que leer, se tiene que conocer. Lo que se juega es un magisterio concreto, hay temas instalados.

En segundo lugar, me parece muy importante el recorrido hecho en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso. Nosotros ahora tenemos, por ejemplo, un encuentro, el Día de la Libertad Religiosa, el 25 de noviembre, sobre el tema de la fraternidad. Humildemente creo que entre nosotros hemos hecho algunos progresos en el diálogo religioso, tanto ecuménico como interreligioso, hemos creado espacios de encuentro, amistades también. Es muy lindo eso que dice la encíclica, que la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. Intentar transponer la experiencia que hemos ido adquiriendo del diálogo interreligioso y ecuménico al diálogo social, nos parece importante. Porque en ese diálogo ha habido logros.

Sinceramente creo que los jóvenes, en general, y hay varias partes de la encíclica que están dirigidas a los jóvenes, como que no se dejen engañar, como que otros jóvenes, hablando de los migrantes, por ejemplo, los transformen en enemigos. En la juventud siempre hay un atractivo por el conocimiento de lo diferente, y yo creo que ahí tenemos que trabajar muchísimo en la pastoral, en nuestros colegios, el desafío de una educación que contemple estas perspectivas que abren en la encíclica. E insistir, como dije al principio, que esto es el Evangelio, que esto no es otra cosa que el Evangelio, que no es una ideología de izquierda.

Mons. Oscar Ojea

¿Qué es lo que más le ha impresionado, lo que más le ha llamado la atención de la encíclica?

Se abren caminos de pensamiento, el tema de la apertura es un tema sumamente profundo, en el que se juega no solamente la vida social, sino la vida como sentido. Lo que más me impresionó de la encíclica es que en la exégesis del Buen Samaritano, lo que une al Buen Samaritano con el hombre caído es la experiencia de la dignidad humana. El Buen Samaritano se ve en el hombre caído, no está definido por una función, como explica muy bien el Papa en el caso del levita y el sacerdote.

Sobre el tema de la dignidad humana replantear los temas sociales, como, por ejemplo, la función social de la propiedad. Citando un texto de Juan Pablo II, realmente importante y quizás no tenido en cuenta, que Dios le ha dado la Tierra al género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie, ni privilegiar a ninguno. Es un texto de Centesimus Annus que en este tiempo parecería que ha pasado desapercibido, el replantear desde la fuerza que tiene el tema de la dignidad humana, la función social de la propiedad, en este contexto, a mí es lo que más me ha impresionado de la encíclica.

Firmando la Fratelli Tutti

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