Fe... Sed de Dios
Hagamos una mirada hacia nosotros mismos, ¿de qué estamos saciados?, ¿tenemos sed? ¡Sed de Ti! Aún estamos a tiempo, porque Jesús tiene que estar ahí, en nuestros pasos, en la cercanía de quien busca lo mejor para el otro y ahí su amor nos da vida. Ojalá hoy, ahora o mañana, brote la alegría en el corazón por haberle encontrado y como la samaritana digamos: “Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo; dame agua viva, así no tendré más sed”.
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
El texto evangélico de Jn 4,5-42, nos invita especialmente en este tiempo de cuaresma a buscar al Señor, a pedirle que sacie nuestra sed. Se produce el encuentro entre Jesús con la samaritana, porque sentado junto al pozo, cansado del camino, siempre espera que su presencia alcance nuestras cegueras, tengamos “Sed del Señor”, nuestro caminar sea distinto después de encontrarnos con Él.
Hoy Jesús también sale al encuentro de nosotros diciéndonos “Dame de beber”, es decir, reconóceme en tu caminar y nunca más tendrás sed, porque os doy el agua viva y ésta es la presencia de Dios en vuestro caminar. “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva”.
Hagamos una mirada hacia nosotros mismos, ¿de qué estamos saciados?, ¿tenemos sed? ¡Sed de Ti! Aún estamos a tiempo, porque Jesús tiene que estar ahí, en nuestros pasos, en la cercanía de quien busca lo mejor para el otro y ahí su amor nos da vida. Ojalá hoy, ahora o mañana, brote la alegría en el corazón por haberle encontrado y como la samaritana digamos: “Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo; dame agua viva, así no tendré más sed”.
“Tienes que estar ahí, Dios mío,
¡tienes que estar!,
eres clamor de mi vacío
y mi ansiedad.
Tienes que estar, Señor, tu río
de aguas de paz
es el caudal de amor que ansío
para levar.
Tienes que estar ahí, confío
en tu verdad,
eres mi luz en el sombrío
cosmos del mal….
Tienes que estar ahí, Dios mío,
¡tienes que estar!,
solo mi amor por ti, tardío,
me salvará. (Himno)