Libertad de expresión sí, pero no todos tienen este derecho. Hay infinidad de personas a los que les está prohibido expresarse. Entre estas está la gran parte de mujeres bajo el islam; es aquello: las mujeres a cuidar los hijos y a la cocina. Pero hay además muchos insignificantes que no se les permite expresar sus opiniones y menos reclamar sus derechos. Están sometidos, sólo tienen derecho a trabajar como esclavos en pleno siglo XXI.
Jesús no quiso a la gente muda ni él ante quien lo juzgaba calló:
“¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a quienes me han escuchado y ellos digan de qué les hablaba” (Jn 18, 21), respondió al Sumo sacerdote que lo interrogaba. Por esta razón es significativo el milagro que realizó Jesús al devolver la palabra a un sordo mudo (Mc 7,32-37). Desde aquel momento fue un ciudadano con pleno derecho, le devolvió su dignidad al poder expresar sus opiniones.
Hay que desterrar de nuestro vocabulario las expresiones: cállate, no me hables, de esto hablaremos en otra ocasión, etc. Nada de dar sólo la palabra a un grupo reducido, todos con igualdad de condiciones.
Saber escuchar es un deber cristiano que en muchas veces requiere mucha paciencia pero es una oportunidad de ayudar a crecer al otro. Ni tampoco pensemos que lo que podamos decir no tiene relevancia. Con las ideas de muchos se forma una opinión rica. Texto: Hna. María Nuria Gaza.