Tú me has deseado

Cruz
Jesús, como serpiente clavada en el mástil de la cruz, ¿de dónde te viene esta fuerza de amar incluso a los verdugos que te están clavando en la cruz y de los ladrones que clavados junto a ti te insultan? De continuar amando en el más cruel sufrimiento que te hace clamar: ¿por qué me has abandonado?, comenta el dominico Alain Riou.

La muerte nos horroriza, el sufrimiento, ciertamente, todavía más. ¿Cómo aceptar este sinsentido que nos revoluciona en nuestro interior y nos hace dudar del amor de Dios y de su bondad? ¿No podía hacer alguna cosa para ahorrar a su Hijo de este trance y también para ahorrar tanto sufrimiento como hay en el mundo? ¿Para qué vino al mundo para acabar de esta forma? Si la vida es un don, a menudo no es un regalo.

El solo apoyo que hace mantener sereno a Jesús ante la muerte es ponerse entre las manos del Padre: “No mi voluntad sino la tuya” (Lu 24,42). Nuestro Padre quiere que seamos sus hijos a pesar de las incoherencias de nuestra existencia. Hay una traducción en latín del canto de victoria de David que dice tú me has salvado porque tú me has deseado. Hna. María Nuria Gaza.
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