El vino que ofrecemos
El momento del signo de Jesús, la conversión del agua en vino, marca el evangelio que había allí seis tinajas de piedra. Si analizamos el significado de los números podríamos decir que el número seis podríamos ser nosotros, porque la perfección sólo nos viene cuando estamos unidos a Dios. La perfección es representada con el número siete, por eso el ser humano, como número seis, necesita a Dios para ser plenamente completo, es decir, seis más uno. Dichas tinajas son de piedra y no de barro como en muchas ocasiones, otro símbolo de la dureza del corazón humano, campo donde Dios es capaz de convertir ese corazón de piedra en otro diferente.
Pero todavía hay algo mucho más profundo en este, y es que el ser humano primero ofrece lo bueno y después saca lo que tiene menos valía. El actuar de Dios es, al contrario, primero presenta lo menos bueno y finalmente compensa con lo extraordinario. Esta paradoja que se nos presenta me dice que la vida a veces es complicada, nos ofrece maravillas para que “caigamos” en ellas, nos quiere atrapar con todo lo que muestra, pero la realidad enseña que al final, no todo lo que aparentemente es bueno nos lleva a la felicidad. El hacer de Dios es distinto, primero se aprecia exigencia y cargar con la cruz, para después alcanzar la resurrección, aquello que nos hace vivir realmente la alegría.
No busquemos la felicidad rápida y pasajera que nos contenta durante un límite de tiempo, sino que trabajemos por la lucha diaria para construir la casa sobre roca. Texto: Hna. Conchi García.