"Nunca rehúye. No es un «feliz soltero», sino un hombre de comunión, ¡y su vida es toda apertura!" Francisco, peregrino y hospedado en Indonesia
"Frente a la islamofobia, el miedo al islam (en muchos aspectos una deriva fóbica cegadora), la salida, el encuentro, el diálogo completa de algún modo el viaje del Papa Francisco hacia los cruces de los caminos y las periferias"
"La posibilidad del encuentro entre los dos distintos, musulmanes y cristianos, aparentemente tan distantes en espíritu, se hace divinamente posible a través de la salida peregrina, de la itinerancia. Cuanto más se convierten ese encuentro en dialogo y relación netamente humanos, más divino se vuelve uno"
"Dialoga con los judíos, sus hermanos en la fe. Dialoga con los líderes de la Iglesia: Pedro, Santiago y los demás. Dialoga con soldados, carceleros, gobernadores, gente culta y sencilla. Dialoga por escrito con las comunidades cristianas que fundó, y sus cartas son un vasto campo para estudiar el modo de dialogar de Pablo"
"Dialoga con los judíos, sus hermanos en la fe. Dialoga con los líderes de la Iglesia: Pedro, Santiago y los demás. Dialoga con soldados, carceleros, gobernadores, gente culta y sencilla. Dialoga por escrito con las comunidades cristianas que fundó, y sus cartas son un vasto campo para estudiar el modo de dialogar de Pablo"
El límite, para el islamismo y el cristianismo, representa una oportunidad para encontrarse en la propia fe y en el encuentro con el otro. El desafío no es, pues, convertir a uno o al otro, sino convertirse a la obra de Dios.
Las respuestas no vendrán de la arqueología o de la historia, del dogma o de la teología, de las instituciones o de las religiones solamente; las respuestas vendrán de los encuentros que harán la historia y la teología con los hombres religiosos, en las instituciones y desde las bases. Encuentros que siguen adelante por ejemplo con este viaje del Papa Francisco a otra periferia (si es que Europa y Roma son el centro) y al país con mayor presencia musulmana. El encuentro necesita siempre continuidad. El diálogo requiere siempre de una representación constante y más decidida.
Frente a la islamofobia, el miedo al islam (en muchos aspectos una deriva fóbica cegadora), la salida, el encuentro, el diálogo completa de algún modo el viaje del Papa Francisco hacia los cruces de los caminos y las periferias; podría convertirse en paradigma de un nuevo viaje cristiano hacia el que se podrían anclar también nuevas experiencias de diálogo.
Hay un primer encuentro que posibilita otros encuentros. Este encuentro recuerda la primera prioridad de la comunidad cristiano. Se sitúa como principio y piedra angular de la experiencia cristiana. Es el carácter, es el sello del cristiano que no puede tener miedo al encuentro con nadie más, después de haber estado y estar con el Dios Padre de todos. Lo más emocionante es que es posible vivir esto no de forma de invitar al otro a venir a Roma, sino saliendo, itinerante y peregrino al encuentro del otro.
La posibilidad del encuentro entre los dos distintos, musulmanes y cristianos, aparentemente tan distantes en espíritu, se hace divinamente posible a través de la salida peregrina, de la itinerancia. Cuanto más se convierten ese encuentro en dialogo y relación netamente humanos, más divino se vuelve uno. Cuanto más se renueva esta experiencia, más se renueva uno. El otro encuentra espacio en la hospitalidad abrahámica de un diálogo.
#PopeFrancis is meeting 200 #Jesuits from #Indonesia in the Nunciature. Great conversation! Great meeting! @JesuitsGlobal@jesuitnews@JesuitIndonesiapic.twitter.com/VpvgHnLziN
— Antonio Spadaro (@antoniospadaro) September 4, 2024
Un diálogo fecundo, fructífero, deja siempre una sensación de comunión: lo que parecía opuesto está ahora en armonía. Lo que era diferente se ha convertido en complementario. Lo que daba miedo a partir de ese momento alimenta la confianza. Lo que iba a perderse, las cargas y los pesos de cada uno, se pierde de verdad. Al final de un buen encuentro y diálogo, cada uno cubre el pecado del otro, se perdona a sí mismo. Ya no somos extraños los unos para los otros: formamos un solo pueblo.
El mundo moderno es un escenario de sordos que hablan entre sí. Como en esas tertulias de la televisión en las que el presentador se divierte activando la locura verbal de los interlocutores, las palabras del mundo fluyen pero nadie las escucha
El mundo moderno es un escenario de sordos que hablan entre sí. Como en esas tertulias de la televisión en las que el presentador se divierte activando la locura verbal de los interlocutores, las palabras del mundo fluyen pero nadie las escucha.
Si estos discursos no nos interesan, si no nos atraen, es porque sentimos una impaciencia que procede de un miedo profundo y lejano: que Dios nos abandone, que no nos sea fiel. Por eso intentamos hacerlo mejor que Él, protegemos nuestras identidades, nuestras particularidades, nos aferramos a lo que sabemos. Pero Dios es fiel. Todo designio de vida tiene una belleza extraordinaria. Y ese designio aparece más bello y verdadero en el encuentro. Esa es la virtud, la virtualidad, del encuentro entre amigos y hermanos.
No podemos confiar este importante momento histórico a unos cuantos aficionados, víctimas, de distintas maneras, de miedos más o menos explícitos, que a menudo tienden a atacar más que a escuchar precisamente a causa de esos miedos.
A la llamada a estar dispuesto a conocer a los demás sin encerrarse en los propios prejuicios, a reconocer los valores comunes a todos, creyentes y no creyentes, deben y pueden responder todos los hombres que quieren ser mejores, que aplican virtudes sencillas de sentido común, que están en el camino hacia lo bello, lo bueno, lo justo, lo verdadero, hacia un ‘ethos’ global de referencia: hay mucha gente en este camino. También, entre ellos, el Papa Francisco.
Para ello, el diálogo es un método. La ventaja de una herramienta es que, además de acelerar los pasos de tu trabajo, a medida que te conviertes en especialista, ya no te abandona. Los encuentros hechos de diálogo son intensos, viven de la empatía, ponen siempre a cada uno de los interlocutores en una posición nueva, re-generadora.
¿Puede ser Indonesia donde se reúnen los invitados de distintas religiones el espacio de diálogo más que los canales virtuales de la globalización? ¿Puede ser ese momento un ‘espacio-taller’ para las terrazas y plazas de Europa y del mundo?
¿Puede ser Indonesia donde se reúnen los invitados de distintas religiones el espacio de diálogo más que los canales virtuales de la globalización? ¿Puede ser ese momento un ‘espacio-taller’ para las terrazas y plazas de Europa y del mundo? Sin encuentro, sin diálogo hay un terror que permanece dentro, que puede quedarse ahí o manifestarse fuera, en las expresiones más dispares y a veces desesperadas.
Francisco sigue los pasos de San Pablo que mantuvo un torrente de relaciones con las personas, las culturas, las situaciones más diversas. Leyendo los Hechos uno queda fascinado. Dialoga con todos los que encuentra. Todo es un encuentro, un diálogo, una construcción de relaciones.
Dialoga con los judíos, sus hermanos en la fe. Dialoga con los líderes de la Iglesia: Pedro, Santiago y los demás. Dialoga con soldados, carceleros, gobernadores, gente culta y sencilla. Dialoga por escrito con las comunidades cristianas que fundó, y sus cartas son un vasto campo para estudiar el modo de dialogar de Pablo. Nunca rehúye. No es un «feliz soltero», sino un hombre de comunión, ¡y su vida es toda apertura!
Francisco lleva en el corazón la vida concreta aquella frase de Pablo «Me he hecho todo a todos» (1 Cor 9:19-23). Porque el encuentro y el diálogo no responde a sus propios intereses, sino que se centra en el sueño de Dios: hacer del mundo una familia de hijos y hermanos.