Necesidad de una perspectiva ética sobre la democracia Gonzalo Villagrán: "El asalto al Capitolio nos hace tomar conciencia de la fragilidad de la democracia"
"De fondo, tanto en el referéndum del Brexit como en la campaña que llevó al poder a Donald Trump, y que luego le ha sostenido en él, lo que hay es una visión puramente procedimental de la democracia"
Pacem in Terris "pide al propio gobernante que tenga unas virtudes personales que le permitan descubrir lo que hay que hacer y llevarlo a cabo, estas virtudes se identifican como: equidad, integridad moral, agudeza de ingenio y constancia de la voluntad"
"Una mirada desde la inspiración del Evangelio a la vida política no puede circunscribirse a poner unas normas de juego y luego abandonar el juego a la astucia de los jugadores"
"Una mirada desde la inspiración del Evangelio a la vida política no puede circunscribirse a poner unas normas de juego y luego abandonar el juego a la astucia de los jugadores"
| Gonzalo Villagrán Medina SJ, Decano de Teología Universidad Loyola
El reciente asalto al edificio del Capitolio de los partidarios de Donald Trump ha sido un evento que nos ha conmocionado a todos y que nos ha hecho tomar conciencia de la fragilidad de las democracias, incluida la principal democracia del mundo. Paul Valadier describía el pensamiento de Maquiavelo como una reflexión sobre “la fragilidad de la política”, y hemos sido testigos de ella. Quisiera conectar este acontecimiento con otros para hacer una breve reflexión sobre diferentes aproximaciones a la democracia.
Recientemente he podido ver la película Brexit, the uncivil war(2019) del director Toby Haynes. En ella se reflexiona sobre los mecanismos que marcaron el referéndum de 2016 en el Reino Unido sobre su salida de la Unión Europea. La película está centrada en la figura de Dominic Cummings como el estratega que consiguió la victoria en el referéndum gracias a su originalidad, capacidad de captar los sentimientos de la población y novedosa aproximación a la política.
La propia película sugiere muy veladamente una conexión entre dicho referéndum y la posterior victoria de Trump en las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2016. En el referéndum se habrían ensayado mecanismos de comunicación y marketing político innovadores que luego sirvieron para dar la victoria a Trump. A pesar de la mirada crítica, la película no deja de revelar una cierta admiración por la novedad, originalidad y creatividad de estos comunicadores políticos que han sabido cambiar las reglas del juego de las elecciones superando una visión más anquilosada de la política.
Sin embargo, volviendo al asalto al Capitolio, este hecho nos permite ver en todo su recorrido las consecuencias de una cierta visión de la política y la democracia y sus peligros evidentes, que ya se habían advertido, aunque se menospreciaran dichas advertencias.
Una visión puramente procedimental de la democracia
Me atrevo a afirmar que, de fondo, tanto en el referéndum del Brexit como en la campaña que llevó al poder a Donald Trump, y que luego le ha sostenido en él, lo que hay es una visión puramente procedimental de la democracia. La democracia serían simplemente unas reglas de juego que hay que respetar en lo esencial, pero que luego se pueden estirar todo lo que se necesite. Habría una cierta idea de puro juego y experimentación de comunicación y marketing dónde lo que se valora es la innovación y creatividad, independientemente de los contenidos que se defiendan.
Un poco como muestra la película Brexit, the uncivil war, lo interesante no es la postura que se adoptara en el referéndum y su valor para el bien común. Lo interesante y destacable es el dominio de las técnicas de mercado y comunicación, y la capacidad de innovación en el uso de redes sociales y otros medios, en concreto de Dominic Commings. En todo esto hay para mí una visión radicalmente liberal de la vida en sociedad que ha colonizado la vida política desde la economía: asegurando unas pocas reglas de fondo lo mejor en la vida social es dejarla a la libre competencia de las propuestas políticas para que, al competir en las formas de influencia social, las más astuta gane.
El pensamiento social cristiano y la democracia
Al llevar varios años enseñando Moral Social y enseñando el Magisterio social de la Iglesia, estas reflexiones me invitan a volverme a la manera en que la Iglesia en su Magisterio social ha entendido la democracia. Es verdad que llevó un tiempo el aceptarla explícitamente en los documentos magisteriales, pero precisamente por eso se ha hecho de una manera ponderada que permite ir a los núcleos éticos principales de esta, sabiendo distanciarse de sus concreciones técnicas más coyunturales.
Así, por ejemplo, en el documento fundamental de la visión política moderna del pensamiento social cristiano, la encíclica Pacem in Terris (1963)de Juan XXIII, se reflexiona sobre el sistema de gobierno de los países a la luz de la clave de toda la encíclica: la dignidad humana. Así se afirma, por ejemplo, que la participación en la vida pública es una consecuencia de la dignidad humana de todos los ciudadanos de un país (73). Igualmente, se recuerda que toda legislación o disposición tiene que estar dentro de un marco moral objetivo previo, llámese ley natural o de cualquier otra forma (51), que sería previo a cualquier procedimiento político.
Se afirma con rotundidad que tanto ciudadanos, como grupos intermedios, como gobernantes, han de ordenar sus acciones al bien común de la sociedad (53), convirtiéndose este en criterio de valoración ético de las acciones sociales. Se pide finalmente al propio gobernante que tenga unas virtudes personales que le permitan descubrir lo que hay que hacer y llevarlo a cabo, estas virtudes se identifican como: equidad, integridad moral, agudeza de ingenio y constancia de la voluntad (72).
De todo esto se percibe que el acercamiento a la democracia como sistema político del pensamiento social cristiano no es sólo procedimental, sino realmente normativo: no vale todo lo que se haga simplemente porque respete unas normas mínimas, las iniciativas y proyectos pueden ser evaluadas éticamente en sí mismas. Una mirada desde la inspiración del Evangelio a la vida política no puede circunscribirse a poner unas normas de juego y luego abandonar el juego a la astucia de los jugadores.
La mirada evangélica pide que lo que se proponga se inserte en un marco ético de orden superior y que garantice que busca el bien común de toda la población. Una mirada evangélica es también exigente con ciudadanos y gobernantes de manera que además de respetar las reglas del juego democráticas en general, se han de esforzar en pensar qué es lo mejor para el conjunto de la población y promoverlo.
Esta visión más normativa del sistema político no implica ignorar el pluralismo político y de visiones de la vida social. Por el contrario, se reconoce que la vida social es variada, compleja y dinámica (72) de manera que con frecuencia las ordenaciones jurídicas establecidas son superadas por la realidad y exigen creatividad para ajustarlas. Esto implica también que hay que aceptar que haya diversas propuestas de solución para los problemas sociales, no necesariamente coincidentes. Pero esta aceptación del pluralismo de partida no impide que se pongan exigencias éticas altas a cada una de las propuestas que se hagan por diversas que sean. No todo vale éticamente, o al menos no vale lo mismo, aunque encaje en el juego democrático.
Desconexión entre política y ética
Retomando las situaciones que daban origen a esta reflexión, creo que los ejemplos de nueva aproximación al juego democrático que suponen el referéndum del Brexit o la elección y presidencia de Donald Trump son la expresión de una comprensión ultra-liberal del sistema político. Es una cierta ultratecnificación (a través de la gestión de redes sociales y marketing) de la vida política que sólo debe garantizar el cumplimiento mínimo de unos procedimientos. Las consecuencias de esta desconexión entre política y ética y sus peligros se han hecho palpables con el reciente asalto al Capitolio.
Precisamente estos peligros nos permiten recuperar y valorar el acercamiento normativo a la democracia como sistema político que ha ido haciendo la tradición social de la Iglesia desde Pacem in Terris. Cuando la Iglesia asumió la democracia como sistema político más adecuado a la dignidad del ser humano no se quedó en sus procedimientos, sino que reflexionó sobre sus exigencias éticas para el sistema y para cada actor en él, ya sea gobernante, ciudadano o asesor de comunicación. Ese plus de exigencia ética y esos criterios de valoración que en algún momento han podido parecer “beatorros” o “piadosos” se están demostrando hoy como condiciones necesarias para que la democracia no degenere en un populismo autoritario o en el simple caos.
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