Centrando el tema: La verdad al desnudo Inexcusable aberración la exaltación de los nacionalismos
"Si partimos del actual Orden Político Internacional, la gran mayoría sigue pensando que es imposible una integración que acabe con la desconfianza, el desacuerdo y la lucha de unos contra otros, a pesar de ser cierto que el ser humano es el mismo en todo tiempo y lugar"
"En este sentido, los nacionalismos son negadores y engañadores en implantar la superioridad de su nación con respecto a otras, cayendo en el error de querer ser más y pasar como sea a someter y dominar"
"En esa escalada, la persona suele dejar de ser la base inicial de la convivencia… El gran error de la política mundial actual está en el escandaloso ensalzamiento del valor territorial por encima del valor universal de la persona"
"Este es el problema: llevamos siglos de cristianismo aludiendo siempre a Jesús de Nazaret con hechos y comentarios mil, pero sin haber conseguido asimilar aquellos principios, que Él dejó bien marcados … La nacionalidad de todos es única: la tierra entera"
"En esa escalada, la persona suele dejar de ser la base inicial de la convivencia… El gran error de la política mundial actual está en el escandaloso ensalzamiento del valor territorial por encima del valor universal de la persona"
"Este es el problema: llevamos siglos de cristianismo aludiendo siempre a Jesús de Nazaret con hechos y comentarios mil, pero sin haber conseguido asimilar aquellos principios, que Él dejó bien marcados … La nacionalidad de todos es única: la tierra entera"
| Benjamín Forcano
Si partimos del actual Orden Político Internacional, la gran mayoría sigue pensando que es imposible una integración que acabe con la desconfianza, el desacuerdo y la lucha de unos contra otros, a pesar de ser cierto que el ser humano es el mismo en todo tiempo y lugar.
Al fondo de las diferencias hay una identidad de naturaleza que lo unifica en igualdad, dignidad, justicia, solidaridad y derechos. Pero, tras esa igualdad, se interpone el espacio ocupado y relacionado pluralmente como cabaña, casa, calle, pueblo, ciudad, provincia, nación, continente, con la aspiración secreta de intentar mantener la propia autonomía y valor respecto a los otros, lo cual les lleva a albergar actitudes y relaciones de acuerdo y concordia o de desconfianza y enemistad, de lo cual deriva que lleguen a comportarse más como grupo diferente y opuesto y no como personas, todas de igual valor. Y al valor de personas se sobrepondrá el valor de nación. Con lo cual, la categoría de nación se alza y opera sobre el valor primordial y universal de persona.
En este sentido, los nacionalismos son negadores y engañadores en implantar la superioridad de su nación con respecto a otras, cayendo en el errorde querer ser más y pasar como sea a someter y dominar.
La nacionalidad de todos es única: la tierra entera, nadie tiene derecho a declararla suya en exclusividad.
En esa escalada, la persona suele dejar de ser la base inicial de la convivencia, dado que todos los seres humanos que habitan el planeta tierra, sean blancos o negros, varones o mujeres, célibes o casados, poseen una identidad natural de igualdad, dignidad y derechos.
Las personas, a medida que se fueron encontrando, se iban organizando en grupos distintos hasta lograr una cierta autonomía respecto a otros y así, alargando y uniéndose a otros, hasta construir entre unos y otros un pueblo, una ciudad, una provincia, una nación, un continente.
El gran error de la política mundial actual está en el escandaloso ensalzamiento del valor territorial por encima del valor universal de la persona. Ningún territorio supera la grandeza de ser persona.
Por otra parte, salta a la vista que la organización vigente, denominada democrática, no es válida ni satisfactoria para la mayoría de los ciudadanos, por incumplirse casi siempre lo establecido. En España, por ejemplo, la Constitución prescribe derechos básicos de todo ciudadano, que ningún gobierno garantiza y que, de hacerlo, acabaría con las principales desigualdades e injusticias.
La sociedad humana es el ámbito individual y comunitario, nacional e internacional, donde se ventila la alternativa del bien o del mal, de la justicia o de la usurpación, de la fraternidad o de la enemistad, de la colaboración honesta o de la competencia despiadada, de la felicidad o de la desdicha, de la paz o de la guerra.
Resulta vano pretender ignorar que en esta historia humana, hubo un momento en que se produjo lo nunca soñado: Dios mismo, creador del universo, decidió hacerse presente en la convivencia humana mediante el envío de su hijo Jesús de Nazaret. Con él vino a revelarnos la forma de una convivencia humana igualitaria, fraternal, beneficiosa para todos.
El mundo es único y de todos
Este mundo, en que vivimos, iniciado hace miles y millones de años, nadie de los seres humanos lo creó, ni salió de la nada. Es un mundo que comenzó a existir porque alguien lo creó siendo dueño de todos y para que pudieran convivir sin más ambición que realizarse en igualdad y polivalente complementariedad.
Jesús de Nazaret camino y modelo del convivir humano
Los que pensamos que existe un convivir humano, protagonizado históricamente por Jesús de Nazaret, que debiera regir la vida de los que se declaran seguidores suyos, debiéramos llevar dentro la imagen de su vida y contemplarla como en un espejo para comprobar si la reproducimos en nuestra sociedad.
Porque este es el problema: llevamos siglos de cristianismo aludiendo siempre a Jesús de Nazaret con hechos y comentarios mil, pero sin haber conseguido asimilar aquellos principios, que Él dejó bien marcados, para que los hiciéramos nuestros tal como Él los vivió y nos enseñó.
Mucha Iglesia, muchos rezos y prácticas mil, a diario y en todo lugar, pero sin que aparezca clara la posición que Jesús mantuvo frente a la sociedad que le tocó vivir y que nosotros debiéramos practicar procediendo a su imagen y semejanza.
Para Jesús, ningún territorio del planeta tierra está por encima del valor individual y universal de toda persona. Estúpidamente hemos llegado a sublimar los territorios -pequeños o grandes- mientras que tolerábamos que las personas perdieran su primacía en los territorios nacionales.
El territorio del planeta tierra
El territorio del planeta tierra es para todos: de Norte a Sur, de Oriente a Occidente. Dicho territorio nadie lo creó, lo recibimos todos gratuito, como casa válida para todos. De nadie era y los que lo fueron habitando relacionándose, en mayor o menor espacio, lo marcaron con nombre, para certificar su existencia: cueva-cabaña, calle, pueblo, ciudad, provincia, nación, continente.
La reiterada convivencia fue incrementando la unidad de cada grupo. En general, la madre tierra devenía casa de todos, idénticos en igualdad, dignidad, deberes y derechos. Nadie era más ni menos que nadie.
La lucha y la guerra comenzó cuando los grupos comenzaron a sentirse independientes y superiores los unos a los otros. En el fondo, centelleaba la trampa sublimadora del grupo con olvido de la común y mayor grandeza de la persona.
Sin embargo, esta multiplicidad gradual de los grupos, no llegó a devaluar el significado personal de todos por ser prioritario y superior a toda corporación territorial. Cada persona permanecía autónoma y libre para poder mudarse de territorio sin perder nada de su individual y universal dignidad.
Una conclusión para bien gravar
La nacionalidad de todos es única: la tierra entera, nadie tiene derecho a negarla a nadie. No se puede ser ciudadano del mundo, universal, ligado a la esclavitud de una u otra nación; el mundo entero es casa no cárcel de toda persona, quedando fuera, rotas, las cadenas de todo descarriado nacionalismo. Al valor de la persona no se puede sobreponer el valor de ningún territorio sea cual fuese su extensión.
Jesús de Nazaret vivió y nos transmitió una convivencia de iguales y hermanos, con rechazo absoluto de todo nacionalismo que privilegiara a los ricos y a la misma Iglesia en la que ha prevalecido una gran desigualdad: palacios, catedrales de lujo en países pobres, donde la Iglesia aparece encadenada a la codicia de los ricos. El Papa Francisco proclama una Iglesia fiel a Jesús, donde reina la igualdad, la justicia, la fraternidad y la supremacía de los más marginados y empobrecidos.
Un poema de un gran cristiano que certifica lo dicho
MALDITA SEA LA CRUZ
que cargamos sin amor,
como una fatal herencia.
Maldita sea la cruz
que echamos sobre los hombros
de los hermanos pequeños.
Maldita sea la cruz
que no quebramos a golpes
de libertad solidaria,
desnudos para la entrega,
rebeldes contra la muerte.
Maldita sea la cruz
que exhiben los opresores
en las paredes del banco,
detrás del trono impasible,
en el blasón de las armas,
sobre el escote de lujo,
ante los ojos del miedo.
Maldita sea la cruz ,
que el poder hinca en el pueblo,
en nombre de Dios quizá.
Maldita sea la cruz,
que la Iglesia justifica,
quizás en nombre de Cristo
cuando debiera abrazarla,
en llamas de profecía.
(Poema de Pedro Casaldáliga).
Etiquetas