La filosofía del desarrollo sostenible La Laudato Si' y la Laudate Deum, más allá del desarrollo sostenible (II)

Líderes mundiales en la 'Cumbre para la Tierra' en Río de Janeiro, Brasil, 13 de junio de 1992
Líderes mundiales en la 'Cumbre para la Tierra' en Río de Janeiro, Brasil, 13 de junio de 1992

Proseguimos en este texto el comentario iniciado en el anterior.

En un artículo publicado en Religión Digital (30.07.2024) se informa que “el Vaticano defenderá la Agenda 2030 en la ONU al máximo nivel: "De base, irá Parolin"

Pero desde nuestro punto de vista, la Encíclica Laudato Si' y la exhortación Laudate Deum, van más allá del llamado desarrollo sostenible. Son más radicales

La sostenibilidad es una palabra ambigua que, pese a un fondo de verdad, no parece fácil de integrar en todas las sensibilidades

Nos parece una gran decisión el que el Vaticano acuda a la ONU para defender los principios de la Agenda 2030. Pero debe ir más allá del puro desarrollo sostenible, que no parece insuficiente para un cristiano. Desde nuestro punto de vista, el llamado Desarrollo Sostenible nos cuestionamos la conveniencia de este concepto y la praxis social y política derivada del mismo. Es más: en el debate social apenas se han escuchado alternativas más sociales y radicales al aparente conservadurismo del concepto de “sostenibilidad”. 

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Los diferentes modelos de sostenibilidad, determinan que haya diferentes interpretaciones de la sostenibilidad. Por ello, consideramos que es un concepto ambiguo.

La sostenibilidad, un modelo. | Mas Sostenibles

La sostenibilidad es insuficiente

De un modo general, de acuerdo con la definición de la Cátedra de sostenibilidad, esta “sería la capacidad de un estado (físico, natural, social, político, económico, tecnológico, religioso, cultural…) para mantenerse y perdurar. Un estado o sistema puede mantenerse cuando está bien construido y carece de contradicciones en relación a los factores de que depende, es decir, el medio natural, social, político, económico, filosófico, religioso… en el que existe y que le da sentido. La vida tiende naturalmente al mantenimiento (sostenibilidad) del sistema vital por ello los cambios y transformaciones evolutivas suponen siempre un cambio hacia una mayor sostenibilidad”.

A esta definición se le pueden hacer matizaciones. En primer lugar, los estados y sistemas deben entenderse desde el paradigma paleobiológico como procesos irreversiblescontingentes sometidos a múltiples variables que interactúan sistémicamente y dando lugar, por un lado, a la homeostasia del sistema, y por otro, a la emergencia de novedad. Aunque no es imposible el que el sistema se colapse totalmente y sus elementos constitutivos se disgreguen. Es lo que se ha dado en llamar procesos de extinción masiva.

Por otra parte, se denomina insostenibilidad a la situación ontológica de ciertos estados o sistemas no resilentes (no adaptados a los factores de que dependen y al entorno físico, biológico, social o histórico), de tal manera que a plazo medio, puede preverse su colapsoy la aparición de sistemas sustitutorios. En este sentido la tendencia de la vida a la sostenibilidad es lo que fuerza la evolución natural de los sistemas físicos y de los organismos vivientes y de las sociedades humanas. 

Desarrollo sostenible y su crítica

Para algunos investigadores de las ciencias sociales, el “desarrollo sostenible” es un concepto mágico. Para otros críticos es un oxímoron, una expresión de dos palabras que se contradicen mutuamente: “desarrollo” y “sostenible”. ¿Son como el aceite y el agua?

Los límites del crecimiento on X: "2/ El informe fue encargado por el Club  de Roma a un grupo de investigación del MIT. El Club de Roma todavía existe  y es una

Hace medio siglo apenas existía una conciencia global de la problemática sistémica para la Tierra del llamado “desarrollo”. Se pensaba que los recursos del planeta eran ilimitados y que la humanidad, gracias al desarrollo tecnológico, llegaría a cotas de satisfacción inimaginables. 

La creación en 1968 del Club de Roma supuso un momento de inflexión en el modo de pensarse a sí mismo el planeta. El famoso informe de Donnella Meadows y su equipo del MIT (que aunque tuvo destacado protagonista no se debe a ella) y plasmado en Los Límites del Crecimiento, el Primer Informe al Club de Roma (12 de marzo de 1972) se considera la primera aproximación científica a un problema global insospechado hasta entonces: no podemos seguir creciendo así como planeta. Contribuyó a resquebrajar, - adelantándose a la crisis del petróleo – el optimismo desarrollista alimentado y disfrutado durante más de veinte años (Romero, 1992). La solución que ellos planteaban era el crecimiento cero, que suponía básicamente estabilización en el crecimiento de la población y de la producción industrial.

Los informes internacionales sobre recursos mundiales y conservación de la naturaleza, publicados entre 1972 y 1985 alertaron sobre las previsiones devastadoras del informe Meadows. En 1972 y en 1982 tuvieron lugar en Estocolmo y en Nairobi las primeras Conferencias de las Naciones Unidas sobre el medio Natural y el desarrollo sin éxitos apreciables. Un año más tarde, en 1983 el Secretario General de las NNUU, Javier Pérez de Cuéllar, encargó a la Comisión Mundial de Medio Ambiente y del Desarrollo de las Naciones Unidas la redacción de un informe científico sobre la situación global. 

En 1987 se dio a conocer el documento final: Nuestro Futuro Común. Fue conocido familiarmente como Informe Brundtland, dado que la comisión estuvo presidida por la señora Gro Harlem Brundtland, primera Ministra entonces de Noruega y que obtuvo el consenso de muchos dirigentes internacionales. Este informe marca un punto de no retorno – afortunado – en las corrientes de pensamiento social actual. Desde entonces, el concepto de desarrollo sostenible se convirtió en piedra angular de un nuevo movimiento internacional a favor del medio natural y el desarrollo. Esta corriente es la que inspiró la Cumbre de Río de 1992, la III Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente.

Según este informe, desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin limitar el potencial para satisfacer las necesidades de las generaciones futuras (Informe Brundtland, página 29, número 27).

Qué es el Informe Brundtland? Nuestro futuro común

Esto significa, entre otras cosas, asegurar un nivel de población sostenible, utilizar los recursos naturales cuidadosamente de modo que conservemos más y gastemos menos, cambiar unos estilos de vida, y otras muchas decisiones más. Según el informe Brundtland son los elementos que convergen en la construcción del desarrollo mundial: el elemento social, el elemento ecológico y el elemento económico. Bienestar humano, respeto al medio natural y fluidez económica. El esquema siguiente ha sido muy repetido por los partidarios de este paradigma:

Los tres vectores del Desarrollo sostenible

En opinión de algunos, el esquema está incompleto. Los ingenieros echan de menos la presencia de la tecnología, como un elemento determinante en la construcción social del futuro. Voces más humanistas, claman por la incorporación del desarrollo humano integral en este modelo. Y los más sensibilizados hacia las asimetrías sociales, desearían que la justicia social, ambiental y de género estuviera presente.

En definitiva, la sostenibilidad es una palabra ambigua que, pese a un fondo de verdad, no parece fácil de integrar en todas las sensibilidades. 

Del 3 y el 14 de junio de 1992 tuvo lugar la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio natural y el desarrollo (CNUED), más conocida como Cumbre de Río. Se aprobaron cinco textos: dos convenciones, dos declaraciones y la llamada Agenda21, un programa de acción para el siglo XXI. La Declaración de Río o Carta de la Tierra enuncia 27 principios para una buena gestión de los recursos del planetay en ella subyace la filosofía del desarrollo sostenible (sustainable development) elaborada en la Comisión Brundtland. Desde esta reunión, tomó carta de ciudadanía el concepto de sostenibilidad como talismán que parecía curar todas las enfermedades del planeta.

30 años del Informe Brundtland - Fundación Aquae

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