"San Lorenzo dijo que los tesoros de la Iglesia eran sus pobres" Lutero: "Hay que enseñar a los cristianos que obra mejor quien da limosna al pobre que quien compra indulgencias"
(Antonio Aradillas).- Parece imponerse la sensatez, también entre los historiadores católicos, y resulta normal rechazar que las 95 tesis de Lutero fueran clavadas en un gesto desafiante y provocador en las puertas de la iglesia del castillo de Wittemberg, el día 31 de octubre de 1517.
Prevalece entre ellos la sensación de que tal gesto jamás tuvo lugar, sino que, alrededor de esta fecha coincidió la recapitulación y publicación que sobre el tema de las indulgencias enseñara el Reformador en su cátedra y en sus escritos. El ambiente en el que política y religiosamente se vivía entonces, podría haber explicado, y hasta exigido, gestas y gestos tan melodramáticos y emotivos.
En la conmemoración del quinto centenario de acontecimiento de tanta relevancia en la historia universal, sobre todo en el Occidente, me limito aquí y ahora a reproducir literalmente el texto de algunas de las tesis. No es otra mi intención que la de contribuir a que se haga la luz para algunos, cuyas mentes y criterios "luteranos" entenebrecieron, aún con la peor de los propósitos, historiadores y adoctrinadores católicos, apostólicos y romanos.
El título de hereje, endemoniado y enemigo de Dios y de la Iglesia aplicado durante siglos a Lutero, -recientemente reconvertido por el papa Francisco en "ejemplo y modelo de cristiano"- , demanda todo un proceso de información y reeducación en la fe y en la veracidad de los hechos.
En los catecismos y en la teología católica se definen las indulgencias como "la remisión ante Dios de la pena temporal debida por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que la autoridad eclesiástica concede del tesoro de la Iglesia, a los vivos a modo de absolución, y a los difuntos a modo de sufragio". Explicación elemental de esta definición oficial es la de que "en la confesión se remite la culpa y se condona la pena eterna, pero no siempre, o por lo menos, no del todo, se remite la pena temporal debida por el pecado, que puede ser remitida en esta vida con las obras satisfactorias, o con las indulgencias o, en la otra vida, con el purgatorio".
Tal definición y praxis efectuada en la historia de la Iglesia por los administradores "oficiales" de tan salvador y rico "tesoro", les merecieron, entre otras, estas descalificaciones por parte del doctor en teología Martín Lutero, monje de la Orden de san Agustín y principal Reformador en su tiempo y en los posteriores, excomulgado y a quien solo le libró del fuego "purificador" de la Inquisición, su amistad y relación personal con el Príncipe Elector de Sajonia. Entre otras "verdades" por las que fue vilipendiado, "Luterus dixit" :
"Hay que enseñar a los cristianos que obra mejor quien da la limosna al pobre o ayuda al necesitado, que quien compra indulgencias". "Hay que enseñar a los cristianos que aquel que viere a un menesteroso y lo que pudiera darle lo emplea en indulgencias, no consigue la venia del papa, sino que se concita la indignación divina". "Hay que enseñar a los cristianos que, a no ser que nade en la abundancia, tiene la necesidad de reservar para su casa lo necesario, y no despilfarrarlo en la compra de indulgencias". "La adquisición de indulgencias es libre, no obligatoria.". "El papa, cuando otorga indulgencias, más que dinero sonante, necesita y desea la plegaria devota". "Si el papa fuera consciente de las exacciones cometidas por los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de san Pedro se convirtiera en cenizas antes que edificarla a costa de la piel, de la carne y de los huesos de sus ovejas".
"Hay que enseñar a los cristianos que el papa, como es debido, estaría dispuesto, aunque tuviese que vender la basílica de san Pedro, a dar de su propio dinero a muchos a quienes estos predicadores de indulgencias se lo sacan". "Son enemigos del papa y de Cristo quienes, por predicar las indulgencias, ordenan que no se predique en absoluto la palabra de Dios en las demás iglesias". "Se injuria la palabra de Dios cuando en el mismo sermón se emplea más tiempo en predicar las indulgencias que en predicar la palabra". "Los tesoros de la Iglesia, sobre los cuales otorga el papa las indulgencias, no están suficientemente definidos ni son conocidos por el pueblo de Dios".. "San Lorenzo dijo que los tesoros de la Iglesia eran sus pobres". "El tesoro verdadero de la Iglesia consiste en el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios". "Los tesoros evangélicos son las redes con que en otros tiempos se pescaba a los hombres ricos: ahora, los tesoros de las indulgencias son las redes en las que caen las riquezas de los hombres".
"Las indulgencias vociferadas por los predicadores como gracias máximas hay que entenderlas por tales sólo en relación con las ganancias que procuran; en realidad son muy poca cosa, comparadas con la gracia de Dios y con la piedad de la cruz". "Los obispos y los curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas, pero más obligados aún están a vigilar con ojos abiertos y oídos atentos, para que aquellos no prediquen sus propias ensoñaciones ". "Es una locura la opinión de que las indulgencias papales tienen tanto valor, que pueden absolver a un hombre, incluso aunque, por un imposible, hubiese violado a la madre de Dios" . "Es una blasfemia afirmar que la crus erecta con la insignia de las armas pontificias equivale a la crus de Cristo". "¿Por qué el papa, cuyas riquezas son más cuantiosas que las de los más opulento ricos, no construye una basílica de san Pedro con su propio dinero, mejor que con el de los pobres fieles?".
El de las indulgencias es capítulo triste, vil y ruin en la práctica, y aún en la catequesis de la Iglesia católica, ya desde el siglo XI, con su iniciación e involución. Los testimonios son contundentes e incuestionables. Destaca el del papa Urbano II (1096) en la consagración de la catedral de Vendöme, "perdonando la séptima parte de la pena debida por sus pecados a quienes colaboraran en la construcción", sin que pueda olvidarse que todos los que trabajaban en templos tan grandioso habrían de hacerlo con conciencia de estar en gracia de Dios. Para quienes participaban o combatían en las Cruzadas -Inocencia III en 1215- la generosidad de los días de indulgencias rozó, en ocasiones, la totalidad, con la fórmula de "plenaria".
Las proporciones establecidas oficialmente en tiempos de Lutero, era esta: el cincuenta por ciento de lo recaudado le correspondería al señor -emperador, rey, duque o arzobispo-, del territorio en el que la indulgencia era predicada con su permiso. Con el 25 por ciento se beneficiada la Orden Religiosa a la que perteneciera el predicador, y el resto -otro 25 por ciento- se destinaría a la obra que se construía, que en aquellos tiempos era nada menos que la impresionante basílica de san Pedro en Roma.
De las falsedades y de los abusos pontificios hay testimonios que avergüenzan a propios y a extraños, con mención, por ejemplo, para "los mil años de perdón y mil cuarentenas" del "privilegio plateado", no siendo raro en la Edad Media la proliferación de "clérigos vagos -"fabricadores mendatii et fíguli falsitatis"- y quienes inventaban y vendían reliquias de santos, y rescritos de obispos y bulas papales". La idea, invención, distribución y aplicación de las indulgencia incluyen de por sí su esencial deterioro y los correspondientes abusos.
Es rechazable, por sí mima, la idea "teológica", de que también en la "otra vida", los muertos "ricos" disfruten del privilegio de no tener que pasar por el purgatorio, solo por el hecho de que sus herederos, dispongan de medios de fortuna para "comprar" las indulgencias con las que les sean aplicados parte de los infinitos méritos de los que se decidió que sus administradores sean los obispos. Tal discriminación es blasfema y carece de sentido divino y humano.
El mismo papa Francisco, recientemente, con audacia y santo evangelio, "ha denunciado y condenado el "mercadeo" con el que frecuentemente se actúa en las curias eclesiásticas y sus alrededores, en relación con el infierno, con el cielo y el purgatorio".
Sirvan estas reflexiones y recuerdos para "celebrar" las solemnes y reparadoras conmemoraciones, con ocasión del quinto centenario del inicio de la Reforma encarnada en Martín Lutero, alentando la esperanza de que algún día su nombre -vida y "milagros"-, sean recordados y venerados también en el santoral de la Iglesia católica.