"Santidad, castigue enérgicamente los delitos cometidos por el Sodalicio y suprímalo" Objetivo: liquidar al mensajero, la misión Scicluna-Bertomeu
"Me refiero a los peruanos Giuliana Caccia y Sebastián Blanco, quienes, a través de un video artificioso, pretenden sugerir que, en esta larga historia de abusos en una institución de fachada católica pero de características sectarias, estamos ante un problema de falta de comunicación entre dos partes"
"La estrategia sodálite se ha revelado. Los ataques se han enfocado contra Bertomeu por “filtrar información a la prensa”, cuando lo único que habría hecho, aparentemente, es contrastar y verificar con Scicluna lo escuchado en el recinto de la nunciatura"
"El Sodalicio está acostumbrado a usar de manera turbia los tribunales peruanos para desacreditar y difamar. Jamás para buscar la verdad, y menos, la justicia"
"Termine la labor iniciada. No se deje amedrentar. Las víctimas están con usted y la Misión Especial, que siempre demostró empatía y profesionalismo"
"El Sodalicio está acostumbrado a usar de manera turbia los tribunales peruanos para desacreditar y difamar. Jamás para buscar la verdad, y menos, la justicia"
"Termine la labor iniciada. No se deje amedrentar. Las víctimas están con usted y la Misión Especial, que siempre demostró empatía y profesionalismo"
| Pedro Salinas
Ante la arremetida emprendida por parte de agentes del Sodalicio, o vinculados a esta sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, para desacreditar las investigaciones realizadas por la denominada Misión Scicluna-Bertomeu, y, de paso, a sus representantes personales, espero que el jefe de los católicos considere lo siguiente para que la verdad se siga abriendo paso y nada la detenga.
No es exagerado señalar que los más estridentes, hasta este segundo, han sido dos personajes vinculados al ultraconservadurismo y a la extrema derecha. Me refiero a los peruanos Giuliana Caccia y Sebastián Blanco, quienes, a través de un video artificioso, pretenden sugerir que, en esta larga historia de abusos en una institución de fachada católica pero de características sectarias, estamos ante un problema de falta de comunicación entre dos partes. O que se está desinformando al Santo Padre sobre una “obra de dios”. O algo así. No hay nada de eso. Lo que hay es la fabricación de una polémica ilusoria y engañosa con el propósito de descalificar, infamar y deslucir la labor llevada a cabo por los investigadores vaticanos, motivada por la organización a la que se le está tomando el pulso.
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Estas son algunas de mis impresiones como periodista, testigo, denunciante y sobreviviente del Sodalicio, y otras han sido corroboradas junto a mi colega Paola Ugaz, coautora de la investigación Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015):
La Misión Especial tuvo por encargo comprobar, de una vez por todas, la verdad sobre el Sodalicio, a partir de la información recabada (testimonios de víctimas, indagaciones periodísticas, comisiones investigadoras parlamentarias, carpetas fiscales, publicaciones y documentos aportados)
Cuando inició su trabajo en el Perú, se me indicó categóricamente que iba a ser el primer testigo entrevistado por los heraldos papales.
Cuando solicité incluir más testigos a la Misión (que estuvo en Lima entre el 25 y 29 de julio de 2023), se me indicó que el rol de entrevistas ya estaba cerrado, debido a la cantidad abultada de denunciantes.
Caccia y Blanco, que forman parte de la cofradía de la maledicencia y del sabotaje contra los resultados obtenidos por la Misión, fueron súbitamente entrevistados el día anterior a mi reunión. Es decir, el “día cero”. Los atendió únicamente Jordi Bertomeu. Monseñor Scicluna no estuvo presente, pues había perdido el vuelo. Ahora lo sabemos, por propia confesión, se presentaron taimadamente como “víctimas”. No actuaron de acuerdo a las reglas de la Misión, sino a las suyas propias, a sus respectivas agendas, si no quedó claro.
Monseñor Charles Scicluna me interrogó el 25 de julio, temprano, preguntándome, entre muchísimas cosas, con una minuciosidad que no dejó de impresionarme, por la afirmación realizada ante la Misión por un individuo (cuyo nombre jamás me reveló). Según este sujeto anónimo, lo que relatábamos sobre los denominados “centros de formación” en el balneario San Bartolo (donde se formateaba mentalmente y maltrataba físicamente a los adeptos) eran exageraciones, o incluso falsedades. Obviamente, aquello me enfureció. Sugerir tremenda mentira desfachatada me pareció de una bajeza solapada y desmesurada.
Al acabar la mañana, me enteré por la propia Pao Ugaz que también Scicluna, entre sus muchas inquietudes, le había consultado por otra “afirmación” (que luego se constató como falsa), realizada por una mujer. También el día anterior.
Los declarantes, para más señas, éramos conscientes de que el secreto de oficio en una investigación no es absoluto, y que la información sonsacada durante las pesquisas podía ser utilizada, obviamente con discreción y respeto a la buena fama, y siempre con el propósito de encontrar la verdad y la justicia.
Ahora la estrategia sodálite se ha revelado. Los ataques se han enfocado contra Bertomeu por “filtrar información a la prensa”, cuando lo único que habría hecho, aparentemente, es contrastar y verificar con Scicluna lo escuchado en el recinto de la nunciatura.
Pao y yo, periodistas curiosos por identificar a este par de personajes que habían aparecido de la nada, que no estaban en la nómina original de entrevistados, nos enteramos por un exsodálite que este había reconocido a Caccia y Blanco gracias a un fotoperiodista que había estado discretamente apostado en las inmediaciones de la embajada vaticana ese día, y le mostró las imágenes que registró.
El periodista Raúl Tola, en las páginas de La República (28/7/23), relató el hecho, pulcramente, sin mencionar los nombres de esta dupla de sodalovers.
Ahora, por confesión de parte del dúo Caccia y Blanco, nos enteramos de que, a raíz de ello, Bertomeu recibió cartas notariales, amenazantes y envenenadas, para implicarlo en un proceso ante la justicia peruana, que, podrán adivinar, es una corriente de fango desbordado. Es el estilo de reaccionar, consuetudinario, del Sodalicio contra sus “enemigos”. Instrumentalizar la justicia para acogotar e intimidar. ¿La imputación? Bertomeu habría “violado el secreto”.
Bertomeu, como han traslucido ellos mismos, les envió un primer y último mensaje de Whatsapp en el que afirmaba: a) que nunca reveló ningún nombre, b) que supuso (correctamente) que ello se habría sabido por la prensa vigilante en los exteriores, y c) que sentía dolor por aquel inconveniente (esto último han tratado de presentarlo como una “confesión” del inquisidor catalán).
Lo cierto es que, recién venimos a descubrir que, por un año entero, Bertomeu ha tenido que padecer silenciosamente estas bofetadas al simple sentido común y una serie de escaramuzas para desacreditarlo, imputándole inexistentes “filtraciones”.
En otras latitudes, mientras este cenagal inundaba los pasillos judiciales peruanos, Scicluna era acusado de connivencia con la mafia maltesa.
En este mismo contexto, otro sodalover, Percy García Cavero, el abogado del obispo sodálite destituido de su arquidiócesis y expulsado del Sodalicio (José Antonio Eguren) y de algunas empresas asociadas a la cuestionada sociedad de vida apostólica, también apareció con impudicia, desde Facebook, para sumarse a este torrente desbordado de calumnias contra Bertomeu. Exactamente lo mismo han venido haciendo, al alimón, los simpatizantes de la fundación de Luis Fernando Figari (el primer expulsado, hace un mes). Formalmente hablando, el Sodalicio lo viene negando todo en comunicados febles e insolventes, pero cuidándose de que sus arietes mediáticos no sean sodálites en activo. Con excepción del expulsado “periodista católico” Alejandro Bermúdez, quien se ha convertido en otro feroz detractor de Bertomeu y del propio papa Francisco, expresando ya sin rubor posiciones sedevacantistas.
¿Qué hizo el papa? Tras comprobar los tres delitos canónicos que habrían perpetrado Caccia y Blanco (suscitar odio contra el pontífice, pues atacar a sus “enviados personales” supone poner en cuestión su autoridad, según las valoraciones eclesiásticas; difamar a Jordi Bertomeu; e intentar obstaculizar la justicia eclesial, amenazando a sus emisarios), los está amonestando con un precepto penal para que se “conviertan”
Según los códigos de la iglesia católica, a la que supuestamente adhieren, Caccia y Blanco tienen 48 horas para “arrepentirse y rectificar”. En caso contrario, entraría en vigor la excomunión que ellos mismos se habrían autoinfligido debido a su soberbia y excéntrica tozudez.
Y de acuerdo al documento enviado por el propio papa Francisco, Caccia y Blanco siempre podrán arrepentirse en el futuro, y así les sería levantada inmediatamente la pena. Aunque para ello tendrán que demostrar su arrepentimiento mediante unas cautelas (pagar 100 mil soles cada uno a Cáritas Lima). Es el costo de su audacia complotadora contra la Misión Papal.
Esto es así porque la denuncia ante las autoridades peruanas no es solo contra Bertomeu, injustamente difamado (si no quedó claro), sino ‘contra todos aquellos que resulten responsables’ (el primero, el papa Francisco, pero también el arzobispo de Malta, Scicluna).
Como sea. En este ataque inclemente e intolerante por parte de los amigos del Sodalicio contra Bertomeu, se olvida convenientemente un detalle que no es moco de pavo: la Misión Especial ha realizado sus actividades siempre bajo cobertura diplomática (de la que carecemos los supervivientes del Sodalicio, los comuneros de Piura y sus familias, o los periodistas que hemos sido matoneados por José Antonio Eguren y sus escuderos Percy García Cavero, Luciano Revoredo, Alejandro Bermúdez, entre los principales).
La Misión, en mi pequeña opinión, debería culminar con la sanción a todos los implicados en esta cultura del abuso y de negación de la verdad en la que vive instalado el Sodalicio desde hace medio siglo, y que, como vemos, no respeta ni al papa.
El precepto penal del papa Francisco contra Caccia y Blanco es, a todas luces, una medida cautelar para asegurar la buena marcha del proceso en la investigación del Caso Sodalicio. No es una sentencia. Por el respeto al derecho a la defensa en este proceso, nuestros implacables victimarios han conocido nuestras acusaciones y denuncias contra ellos, lo cual nos ha hecho vulnerables, y aún así hemos querido declarar. El costo ha sido alto, pero ahí seguimos.
En fin. Solo para terminar. Este método vil, que lleva la firma sodálite y solivianta el espíritu, seguido contra el papa Francisco y la Misión Especial, es, para más inri, exactamente el mismo que han seguido contra Paola Ugaz, Daniel Yovera y este servidor, llegando a extremos que producen estupor y utilizando los pretextos más idiotas que se puedan imaginar.
El Sodalicio está acostumbrado a usar de manera turbia los tribunales peruanos para desacreditar y difamar. Jamás para buscar la verdad, y menos, la justicia. Por lo revelado a través de sus propios “topos”, esto ha quedado evidenciado una vez más.
Y acá me detengo para dirigirme al padre Jorge, como me refiero personalmente al papa, con la ilusión de que lea solamente este párrafo:
Como le dije en uno de nuestros intercambios epistolares: “ya tiene información suficiente para hacer lo apropiado y lo adecuado. Solo le pido eso. Que haga lo correcto y no nos defraude. Ahora le toca actuar a usted y hacer lo que le corresponde, escuchando a su conciencia”. Eso. Termine la labor iniciada. No se deje amedrentar. Las víctimas están con usted y la Misión Especial, que siempre demostró empatía y profesionalismo. Ya han pasado 24 años desde las primeras denuncias de José Enrique Escardó. Es demasiado tiempo.
Castigue enérgicamente los delitos cometidos por el Sodalicio, incluyendo el fraude económico cometido contra el Estado peruano y la misma iglesia católica. Y, por último, suprima al Sodalicio.
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