"Las turbulencias sobre el Papado son manifiestas" El Papa Benedicto en el Trivéneto

(Ángel Aznárez, notario).- (Primera estancia en Aquileya) El Papa León X: "Dios nos ha concedido el Papado; disfrutémoslo". (Cita que inicia el capítulo 33 del libro Historia de Venecia de John Julius Norwich). Días antes de que se iniciara en el último octubre, en Roma, la Asamblea especial del Sínodo de Obispos del Oriente Medio, se anunció la visita pastoral del Papa al Nordeste de Italia o a las Tres Venecias (Trivéneto).

Se pudo haber pensado en una cierta relación entre ambos acontecimientos, dada la trascendencia de lo que estaba ocurriendo ya en ese mes en el Oriente Medio; Por una parte, esos territorios (el Trivéneto) fueron cristianizados, según la tradición, por la predicación del evangelista San Marcos, el mismo que evangelizó también a la población autóctona de Egipto (egipcios, que eso significa coptos), y que hoy los coptos, católicos y ortodoxos, son una minoría muy discriminada y amenazada, de futuro cada vez más temible.

Por otra parte la Basílica veneciana de San Marcos testimonia la fusión entre la occidental Roma y la oriental Bizancio (luego Constantinopla, ahora Istambul). Aquileya (Italia) en el norte y Alejandría (Egipto) en el sur, fueron dos faros o luces del cristianismo en el mundo antiguo, de fascinante historia.

Benedicto XVI llegó en la tarde del 7 de mayo a Aquileya, ciudad importante en el Imperio Romano (siglo II) y con una potente comunidad cristiana, calificada de "Iglesia madre", que alumbró otras muchas comunidades en el norte italiano y hasta el Danubio, fusionando en Cristo a pueblos germánicos, eslavos y latinos, teniendo a la cabeza un obispo con rango de patriarca, por el origen apostólico.

Y llegó en unos tiempos en que las turbulencias sobre el Papado son manifiestas y notorias (turbulencias que siempre existieron; pero, ahora, por los incontrolables medios de comunicación, hacen muy difícil esconder, tapar y ocultar.

Así, en el mismo momento que el Papa llegaba a la plaza del Capitolio en Aquileya, los norteamericanos del National Catholic Reporter preguntaban a través de Internet:" ¿Qué hacer con el cardenal Sodano?" (Decano aún del Sacro Colegio Cardenalicio y gran apoyo del abusador cura Maciel).

También, en ese momento, los australianos se lamentaban del cese papal (fulminante) al Obispo de la diócesis de Toowoomba, William M. Morris, por pedir que se considere la posibilidad de la ordenación sacerdotal de hombres casados y de mujeres, siendo el Papa muy tolerante y nada fulminante con cardenales, Justin Rigali (Filadelfia) y Bernard Law (antiguo de Boston), a los que se reprochan encubrimientos en abusos sexuales.

Finalmente, en ese mismo momento, la televisión árabe Al Jazeera (La Isla en castellano) emitía y reemitía el programa People and Power, dedicado al extraño y secreto Banco vaticano (IOR), contándose por miles los videos descargados de ese programa a través de la magnífica página web (de la importancia de esa televisión, ya advertimos en nuestro artículo El viaje al Reino Unido de la Gran Bretaña, publicado el 3 de octubre de 2010; mucho antes de que esa televisión adquiriera su notoriedad actual por su impulso y cobertura de las "revoluciones árabes", iniciadas en enero de 2011).

El Papa llegó a la Plaza del Capitoleo en compañía del cardenal-patriarca de Venecia, Angelo Scola, de físico imponente y majestuoso por su buena hechura, luciendo birrete cardenalicio rojo, sotana y muceta de ese mismo color, y las puntillas del roquete blanco. Subieron a una tribuna situada delante de la muralla, destacándose al fondo copas de cipreses.

Por la habitual excelencia del protocolo vaticano, pequeños fallos resultan grandes. Señalemos dos: Uno, el escudo papal, situado en la parte superior de la tribuna, que, visto de lejos; más parecía un insecto o abejorro, de muchas patas, con cola cabeza, que un escudo pontificio. Por una extraña asociación de ideas - acaso provocada por diablo o demonio-, nos recordó al bicho de Gregorio Samsa de La Metamorfosis de Kafka. El otro fallo estuvo en los asientos: el asiento o "trono" papal era muy bajo y con un largo espaldar o respaldo, pareciendo el Papa más encajonado que sentado; además, el asiento del cardenal Scola, mas banqueta que silla, era también muy bajo, lo que, dada la altura de su Eminencia Reverendísima, le obligó a permanecer, como agachado, en una postura nada majestuosa e inadecuada, más propia de humilde intimidad en estancia muy retirada.

El Papa en su primer discurso o alocución de saludo, después de recordar que Aquileya fue "puente entre el Oriente y el Occidente" y cristianizada, según la tradición, a través de la Iglesia de Alejandría, de donde le llegó también el arrianismo, mencionó a Cromacio, que fue Obispo local. Por causa de Cromacio, el bendito Benedicto planteó esa cuestión de tanto voltaje teológico, de tantas herejías, de tantas disputas cristológicas y conciliares, que es: "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre", lo que ha de suponer, según predicó el Papa más que discurseó, que "se deben creer dos cosas de Cristo, que es Dios y que es hombre".

Casi con sobresalto, tuve que volver y volver (revolver), una vez más, a los dos libros de Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, al capítulo 10 del primer libro (2007) "Nombres con los que Jesús se designa a sí mismo" y al capítulo 6 del segundo libro (2011) "Getsemaní", comprobando su ortodoxia conciliar con Nicea y Calcedonía. En el segundo libro, el Papa lo deja muy claro, muy claro: ""la voluntad natural humana (de Cristo) ha sido llevada por entero dentro del Yo del Hijo, cuya esencia se expresa precisamente en el "no yo, sino tú", en el abandono total del Yo al Tu de Dios Padre. Pero este Yo..."". En el último Angelus papal, del quinto domingo de Pascua (22 de mayo) casi rozó esta nuclear cuestión.

No debo seguir con esa cuestión, de tanto interés para teólogos de dogmas, pues no soy heresiólogo, tampoco hermeneuta bíblico ni teólogo de dogmas, aunque sólo teólogo de la política. Por otra extraña asociación de ideas -igualmente por provocación de diablo o demonio- el discurso papal trajo al recordatorio al ex vicario Pagola, que lo fue del jubilado con premura Obispo Setién, de San Sebastián, por dolencias cardíacas; dolencias que no le impiden, once años después de su jubilación, estar como una rosa (emérita), lo que compruebo con facilidad al encontrarle por el Paseo de la Concha de la capital guipuzcoana. Reconozcamos que Pagola escribió su libro Jesús, aproximación histórica, con temeridad de kamikaze, tanto por haber sido vicario de quien fue, como por abordar una cuestión muy del gusto de herejes.

El Obispo Demetrio, desde la Tarazona del Moncayo y teólogo de parroquia toledana, consideró que el libro era herético por arriano, al tiempo que un importante prelado de la Curia romana, hoy cardenal, declaraba su gusto al libro "pagolano", lo que cabreó más aún a su Eminencia, el de Villalba, y a sus teólogos de trinidades.

Fray Jesús Sanz Montes, de la O.F.M. y obispo metropolita, el 18 de abril de 2011, en Oviedo, parece como si hubiese querido terciar en la cuestión, al proponer "un método de acercamiento a Jesús mediante el encuentro real y no mediante el encuentro falaz con un invento nuestro" (esto de Fray Jesús es muy interesante, pero ahora no lo podemos interpretar).

Y por recordar a Pagola, recordé a Munilla, al que escucho a las ocho de la mañana en Radio María, unas veces con tranquilidad y otras con asombro por heterodoxia magisterial -infalibilidad del Catecismo dixit- (a monseñor Munilla y a su jefe apostólico nos referimos en el artículo Funerales en Paris y aleluyas en Oviedo, publicado a finales de enero del pasado año). Y lo de escuchar hasta Radio Maria no es una extravagancia, sino consecuencia de una "intravagancia".

Concluido el discurso del Papa, de saludo y de teología, éste abandono la plaza; entró en el interior de la basílica de Aquileya, mostrando la preocupante rigidez en el andar y con tropiezos al subir y bajar una pasarela allí colocada para evitar escaleras. El mismo Papa, cuyo talón de Aquiles parece tenerlo más en la cabeza que en los talones, en el libro Luz del Mundo confesó a Peter Seewald:" Naturalmente, a veces estoy preocupado y me pregunto si, desde el punto de vista físico, podré aguantar hasta el final" (pág.124).

Benedicto XVI oyó con paciencia los largos discursos de los arzobispos de Gorizia y Pádua, al tiempo que miraba y veía, impresionado, el mosaico paleocristiano que tenía cerca de sus pies, que representaba a Jonás, al gran pez y a los pececillos. Su Santidad, en el discurso a la Asamblea del Segundo Congreso de Aquileya, fue lírico al afirmar que el Mar Adriático lleva al Mediterráneo el corazón de Europa y fue optimista al pedir a personas, sobre todo jóvenes, asumir responsabilidades directas en la política "para edificar una vida buena a favor y al servicio de todos".

León X, que fue Medicis, riquísimo y miope, que pudo tener hijos y que sólo tuvo sobrinos o nepotes, se apresuró en su cínico disfrute papal a nombrar cardenales a esos sobrinos, uno Julio de Médicis y otro Luis de Rossi. Tal pecado grave de nepotismo y otros pecados, igualmente graves, enfadaron al fraile Lutero, que, en su celda monástica gritó: ¡Basta ya!

El bendito Benedicto se subió a un helicóptero y se bajo de él; se subió a un motoscafo y se bajó de él, llegando así al Molle o muelle de la Serenísima o Venecia, dando comienzo a su segunda estancia en el Triveneto, el de las Tres Venecias.

(continuará con la estancia en Venecia)

Volver arriba