"Falta un estudio serio de la realidad" Planes Diocesanos de Pastoral o el síndrome del gatopardo

(Juan Rubio).- Con septiembre arranca el curso pastoral con todas sus buenas intenciones y, hay que también decirlo, con toda su parafernalia. Hay una tentación y cierto miedo a que el síndrome del gatopardo se apodere de la dinámica de la elaboración, publicación y puesta en marcha de los programas. Y ya conocemos el síndrome: "Que todo cambie para que todo continúe igual".

Todo es un "volver a empezar" en los cursos pastorales de diócesis, parroquias y colectivos eclesiales, sacando del cajón de la mesa del despacho el folleto, viejo, nuevo, más o menos voluminoso, mejor o peor editado y que pueda servir para dar un tinte de novedad al curso en la parroquia y, de paso, contentar al obispo de turno.

(Aún recuerdo la anécdota que viví hace años en mi diócesis, cuando un obispo pedía que en todas las parroquias se organizaran y ofrecieran cursos de formación cristiana a los que se les llamaba escuela catequética. Recuerdo que el cura citado no se atrevió a montar esos cursos, pero sí que hizo un buen cartel diciendo que los había y que tenían muchos alumnos. Lo hizo así. Retiró un gran cuadro del Sagrado Corazón de la sacristía, le dio la vuelta y escribió: "Escuela de catequistas. 60 alumnos en dos cursos". A buenos entendedores...)

Desde que se pusieron de moda los planes pastorales, en los que se vuelcan deseos, sueños, ilusiones y proyectos, elaborados por un grupo que trabaja con mucha ilusión a destajo en las salas de máquinas de las curias, leyendo, reflexionando y, también, cómo no decirlo, copiando y pegando lo último que se publique de Teología Pastoral, o lo último que haya dicho el Papa Francisco.

Si acaso, antes ya se ha enviado un cuestionario de consulta a las parroquias que, salvo honrosas excepciones, responden rápidamente el párroco y sus amigos. Al final salen folios y folios, bien encuadernados, algunos de ellos con portadas especiales que se envían a Roma, Madrid y lugares de alto copete para que se vea lo bien que se trabaja.

En los folios de los programas pastorales todo problema de increencia en la sociedad parece encontrar solución, como si se tratara de prospectos de las medicinas con sus indicaciones, contraindicaciones, efectos secundarios y composición... creyendo que ante la radiografía de una sociedad enferma, el plan presenta el fármaco adecuado. Y lo que falta de verdad es un estudio serio y profesional de la realidad a la que hay que anunciar el Evangelio cada día con programa o sin programa.

Este verano he navegado por internet y he echado un ojo a diez planes pastorales de diez diócesis españolas de diversas características y he encontrado en ellas algo común: Mucha cita de textos del Papa y casi ninguna, o pocas, de textos evangélicos. La mayoría hablan de las medidas a tomar pero no de la enfermedad que tienen los cristianos de la diócesis. Sin saber la enfermedad, no sé cómo se puede dar recetas, cuando cada diócesis es distinta de la otra.

No niego la importancia de estos planes pues al fin y al cabo, metidos en las dinámicas de la historia actual, es algo común y no está mal realizarlos, siempre y cuando nazcan del diálogo sereno, largo y realista previo a su elaboración en la que han de intervenir todos los agentes pastorales desde los sacerdotes hasta los laicos, pasando por diáconos y consagrados.

Habría que cuidar, no solapar, planes cada vez que desde Roma propongan incoativas o años santos... Muchos detienen el plan en curso, como si fuera obsoleto sin poner en practica el sano discernimiento para conjuntar y armonizar los deseo de la Iglesia universal con los de la iglesia particular.

Seria interesante el uso del lenguaje, del lenguaje que no da patadas a la gramática española, que no usa palabras comunes y que pueda ser entendido sin tecnicismos eclesiásticos y jerga de sacristas por todos los fieles y cristianos de la diócesis, incluso los alejados.

Y no olvidar que un Plan Diocesano de Pastoral ha de saber que en la misma diócesis hay congregaciones religiosas con sus propios planes y lo mismo nuevos movimientos. Saber armonizarlos, sin que hay choque de trenes, es de vital importancia, pero me da la impresión de que todo funciona como el túnel de Sábato. Nos vemos pero cada uno vamos a nuestra bola.

Y por ultimo saber que los tiempos de los programas han de estar mas influenciados por el Tiempo de Dios, ese kairos que tan zarandeado esta por el cronos y por la sociedad del efectismo, la prisa y esa sociedad liquida y espumosa que hace que todo plan, nada más nacer, esté llamado a su inminente disolución...

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