Cobo, Marengo, Bustillo, Da Silva, Reina...: El Papa renueva el semillero pontificio Los 'alevines' de Francisco: los cardenales más jóvenes que marcarán el futuro de la Iglesia
"En los últimos años ha ido conformando un círculo de cardenales que destacan por su juventud y, consecuentemente, por su proyección de futuro para mantener las líneas maestras de las reformas de este pontificado que tanto están irritando lo más firmes posibles ante lo que pueda salir del siguiente cónclave"
"Son los ‘cardenales alevines’ de Francisco, que, si bien dicen cosas por su juventud, lo más trascendente que reportan lo expresa, sin embargo, el lugar en donde están encarnados"
"No resulta baladí la juventud que el Papa ha querido inyectar en la envejecida piel de las Iglesias ‘occidentales’, tanto en Europa como en Norteamérica"
"No resulta baladí la juventud que el Papa ha querido inyectar en la envejecida piel de las Iglesias ‘occidentales’, tanto en Europa como en Norteamérica"
77 años. Esa era la media de edad del Colegio de cardenales antes del consistorio del pasado 7 de diciembre. Una venerable edad en la que, con el Código de Derecho Canónico en la mano, se debería llevar ya un par de años en la situación para muchos gozosa de emérito. Sin embargo, tras su décima ceremonia de creación de purpurados, Francisco le ha hecho un lifting y rejuvenecido el semillero pontificio, dejando la edad media de los electores en 69, es decir, en edad todavía de hacer méritos.
El papa Bergoglio ha acostumbrado a que, cada vez que saca el papelito de su bolsillo para leer quiénes serán los próximo elegidos para la púrpura, aparezcan algunas sorpresas que hacen las delicias mediáticas: que si un anciano confesor en los confines del mundo, que si aquel arzobispo ninguneado por su propia conferencia episcopal durante décadas, que si un religioso cuyos manuales le ayudaron a solidificar su vida en comunidad cuando la comunidad resultaba un poco ajena…
Junto a toda esa espuma cardenalicia con ribetes de justicia poética, y a otros pespuntes como su apuesta por la universalidad de la Iglesia y la descentralización, en los últimos años ha ido conformando un círculo de cardenales que destacan por su juventud y, consecuentemente, por su proyección de futuro para mantener las líneas maestras de las reformas de este pontificado -que tanto están irritando- lo más firmes posibles ante lo que pueda salir del siguiente cónclave.
De hecho, en el último consistorio, un tercio de los nuevos purpurados tenían menos de 60 años, entre ellos, el cardenal más joven hasta ahora nombrado, el redentorista Mykola Bychok, de 44 años, quien le ‘arrebató’ el récord al misionero de La Consolata Giorgio Marengo, que recibió el birrete con 48 años hace dos. Son, junto a otro puñado más, los ‘cardenales alevines’ de Francisco, que, si bien dicen cosas por su juventud, lo más trascendente que reportan lo expresa, sin embargo, el lugar en donde están encarnados.
En este sentido, no resulta baladí la juventud que el Papa ha querido inyectar en la envejecida piel de las Iglesias ‘occidentales’, tanto en Europa como en Norteamérica. A la espera en la muy cuestionada por la gestión de los abusos Iglesia de Bélgica -donde ya ha dejado bien posicionado a Luc Terlinden, de 58 años para un próximo consistorio-, en el último han salido nada menos que tres cardenales para Italia y uno para Canadá, sumida también en el escándalo de los abusos en las escuelas para niños indígenas.
Con más nombramientos de los inicialmente previsto para el país transalpino, el Papa ha dado a una Iglesia que se ha visto señalada -y no siempre para bien- por él nada menos que un trío de cardenales para las plazas de Roma, Turín y Nápoles. Los dos primeros, de 53 y 57 años, son Baldassare Reina, arzobispo vicario general de la diócesis que dirige el Papa, y Roberto Repole, arzobispo de Turín.
Sedes históricas, ambas, y donde la secularización ha echado raíces. En la Ciudad Eterna, el Papa instala -un año después de promulgar una nueva constitución apostólica con la que pretende poner un poco de orden en el funcionamiento del Vicariato de Roma- a un hombre que ya siente el peso de la confianza. Y en el caso de la turinesa, se confirma la preferencia por parte del Papa frente a la otra histórica sede de Milán, cuyo arzobispo, ya en 2022, se tomó a broma los chascarrillos sobre que un obispo sufragáneo suyo recibiese el birrete y no él señalando que “ni el Padre Eterno sabe lo que piensan los jesuitas”.
Un poco más mayor -61 años- es el nuevo cardenal de Nápoles, quien no estaba en la lista inicial de purpurados, pero que fue ‘repescado’ tras bajarse de ella -aún si aclararse del todo las razones- el obispo franciscano de Bogor, en Indonesia, Paskalis Syukur. Arzobispo de esa sede desde 2020, la designación de Domenico Battaglia es la apuesta del Papa por curas de calle, pastores que salen de la iglesia para ir a las periferias de la Europa autosuficiente a buscar a los más necesitados y alejados, en este caso, a los jóvenes y toxicómanos.
Curiosamente el mayor dolor de cabeza para Cobo no es la secularización de la sociedad, sino la bunkerización de una parte de su clero, un reflejo de lo que sucede en la Conferencia Episcopal
En esta línea de revitalización y apuesta por una Iglesia en salida en medio de la intemperie hay que encuadrar también el caso de otro de los cardenales más jóvenes de Francisco: el de Madrid. Designado José Cobo cardenal con 57 años, la española, una de las más refractarias a este pontificado, es una de las Iglesias que más preocupan al Papa y siempre que puede hace explícito su apoyo para quien en año y medio llevó de auxiliar a arzobispo en Madrid a recibir el púrpura en San Pedro. Curiosamente el mayor dolor de cabeza para Cobo no es la secularización de la sociedad, sino la bunkerización de una parte de su clero, un reflejo de lo que sucede en la Conferencia Episcopal.
Muy joven es también Francis Leo (53 años) es el nuevo cardenal de Toronto (Canadá), uno de los tres hijos de la familia dominica fundada por Santo Domingo de Guzmán a los que distinguió el Papa en este consistorio con los atributos cardenalicios. Rasgo este -el de pertenecer a una congregación religiosa- que compartieron nada menos que once de los 21 neocardenales. Uno de ellos, el escalabriniano (de la Congregación de Misioneros de San Carlos Borromeo)Fabio Baggio, de 59 años, y a quien nombró en su día subsecretario de la sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, uno de los puntos centrales del pontificado de Francisco.
Comparten su pertenencia a la vida consagrada otros dos jóvenes cardenales, aunque de diferentes añadas: el franciscano conventual de origen navarro François-Xavier Bustillo, de 56 años, y cardenal de Ajaccio desde el año pasado; y el dominico Jean Paul Vesco, el flamante cardenal de Argel, de 61 años, y quien, desde el norte del continente africano, en medio de una sociedad musulmana, supone una antítesis tanto en la forma de entender la Iglesia como a la figura de Francisco con respecto a buena parte de la Iglesia subsahariana.
Bustillo y Vesco, por lo demás, son la punta de lanza de Francisco en esa Iglesia del Mediterráneo que germina con la mirada puesta en tres frentes: la inmigración a Europa; el diálogo interreligioso; y la atención a la piedad popular como sustrato de mantenimiento frente a la increencia.
Tienen en otro obispo mediterráneo, el arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline (65 años), a una gran valedor, y este, a su vez, es la apuesta del Papa para la Iglesia de la laica Francia, con otro episcopado que sin ser tan refractario como el español, se ha sentido muy dolorosamente señalado por Francisco en el tema de los abusos sexuales, que han dejado por los suelos la credibilidad de la institución ante la escandalosa gestión de las denuncias, como corroboró el informe Sauvé.
Asia tenía reservado también en este consistorio -como ya se ha dicho- otro cardenal, pero la renuncia del franciscano de Indonesia alteró los planes, aunque allí está, desde el año pasado, otro joven purpurado, el salesiano Virgilio do Carmo da Silva, de 56 años, arzobispo de Díli, en Timor-Este, país que visitó este año Francisco en el viaje más largo de su pontificado, en donde el Papa se regocijó con la fe honda y sencilla de su gente, y donde le dejó instrucciones a quien será cardenal elector que mantenga a aquel pueblo alejado de las playas donde los cocodrilos estañan cada vez más presentes, en alusión al cuidado de una juventud que está en peligro de perder sus raíces.
En Latinoamérica, con 56 años, no parece muy lejos el día en que Jorge Ignacio García Cuerva recupere para Buenos Aires el cardenalato. Probablemente a Francisco le pareció demasiado este año distinguir a su país con dos púrpuras, tras la designación del lazarista Vicente Bokalic, arzobispo de Santiago del Estero, el mismo ao en que se oficializó el traspaso a esa diócesis de la sede primada. Pero también él tiene los mimbres de este pontificado.