"La Iglesia española se acomoda en su lectura teológica de la vocación cristiana " Un congreso vocacional monocorde

Congreso de Vocaciones
Congreso de Vocaciones

¿La impresión general de mi lectura? Siento decirlo, pero la Iglesia española se acomoda en su lectura teológica de la vocación cristiana como escucha y seguimiento del Señor, sin pasar por Él en su mesianismo samaritano, kenótico y martirial, y, sin remedio, desde los últimos para todos

La  pregunta inicial de ¿QUIÉNES SOMOS? aparece poco cuestionada por la vida concreta de cada uno de nosotros, y deriva en ¿PARA QUIÉN SOY?

Recomiendo al lector que acuda a las fuentes y lea, si tiene tiempo y fuerzas, los textos concretos que han compuesto las exposiciones y talleres del Congreso de Vocaciones que da título a esta nota. Por mi parte he recogido algunas frases que reflejan la idea general que he apreciado en las voces de ese magno encuentro. Ni se me ocurre improvisar un estudio general y detallado que requiere otra disposición en la intención y el tiempo debido.

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¿La impresión general de mi lectura? Siento decirlo, pero la Iglesia española se acomoda en su lectura teológica de la vocación cristiana como escucha y seguimiento del Señor, sin pasar por Él en su mesianismo samaritano, kenótico y martirial, y, sin remedio, desde los últimos para todos; y así, esa reflexión eclesial del Congreso entra cómoda en la voluntad de Dios, por supuesto conocida con certeza y referida a una espiritualidad demasiado repetida sin discernir; en esa lógica, la pregunta inicial de ¿QUIÉNES SOMOS? aparece poco cuestionada por la vida concreta de cada uno de nosotros, y deriva en ¿PARA QUIÉN SOY?, pregunta respondida vagamente en la que todo se iguala mediante conceptos generales del tipo: para los otros; y ¿cómo?, “para amarlos”… para inundar el mundo de fe, amor y esperanza”. De este modo dicho o de otro parecido, pero se repite por doquier esa noción desencarnada de los conceptos centrales.

Papa, al Congreso de Vocaciones
Papa, al Congreso de Vocaciones

Suponemos, así, que esas palabras dicen lo suficiente sobre la misión;  suponemos que se pueden ofrecer bajo la idea de que el mundo lo conocemos y que sus tentaciones nos son las nuestras y de los nuestros; suponemos que es secundario “a la fe, amor y esperanza”, -al vivir, hacer y celebrar de la fe-, si el  mundo es muy injusto en actitudes, situaciones personales y estructuras sociales de la dignidad, y si eso condiciona gravemente nuestra palabra pastoral y la comprensión por nosotros de los conceptos “creer, esperar y amar”, etc. Porque  nosotros también somos mundo.

En fin, parece pensarse, el mundo nos necesita en lo que le ofrecemos, proviene de Dios y es nuestra misión; es lógico proponerlo y anunciarlo; lo comparto en la fe. Pero, nosotros, ¿acogemos que ese “creer, esperar y amar” se ha de concretar de modo histórico equitativo y exigente en nuestra vida eclesial y social? Decimos muy poco sobre esta cuestión encarnatoria de la fe. Una pena. 

Concluye la ponencia compartida de cierre del Congreso, “Este momento, por tanto, es una gran oportunidad para la evangelización y para testimoniar la belleza de una vida bien vivida, plena y en sintonía con el proyecto de Dios. El Congreso es una celebración de la riqueza de todas las vocaciones y una invitación a cada persona a descubrir para quién ha sido creada,con la certeza de que este camino es fuente de plenitud y alegría auténtica”.

Eloy Bueno
Eloy Bueno

Yo no puedo negar que el texto es bello, aquí en el cierre, y en mil lugares, pero no salimos de una literatura teológica muy ajena a la palabra del Señor también como “signo de contradicción” (M 10, 34-36). Pienso en la interpelaciónsustantiva que su mesianismo samaritano, abajado y encarnado impone a las preguntas de quiénes somos, para quiénes somos, qué vocación recibimos y a qué se nos convoca.

Confieso que esto último lo veo muy poco cuidado en los texto del Congreso. Me resisto a no decirlo. Una pena

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