"Hoy, el legado de Lutero pervive en los credos y confesiones de las Iglesias protestantes de todo el mundo" Ecclesia reformata, semper reformanda: en el anivesario de la Reforma protestante
Con Martín Lutero, monje agustino y contemporáneo de Erasmo de Rotterdam, nos encontramos en pleno humanismo, dentro de los desarrollos de la escolástica de finales del siglo XV
Tras su oposición inicial al intento del Papa de ‘comerciar y vender’ la salvación, el estudio bíblico de Lutero le llevó a abordar numerosos problemas de la Iglesia de Roma, profundizando en temas como la primacía de la Biblia sobre la tradición eclesiástica y lo que nos hace justos a los ojos de Dios
La traducción de Lutero de la Biblia al alemán puso la Palabra de Dios en manos del pueblo, y hoy la Escritura está disponible en la lengua vernácula de muchos países, lo que permite a la gente estudiarla y beneficiarse de ella
La traducción de Lutero de la Biblia al alemán puso la Palabra de Dios en manos del pueblo, y hoy la Escritura está disponible en la lengua vernácula de muchos países, lo que permite a la gente estudiarla y beneficiarse de ella
El 31 de octubre, Víspera de la Solemnidad de Todos los Santos, los protestantes, celebran un acontecimiento especialmente significativo. Es el aniversario de la Reforma, en memoria de lo que probablemente fue una manifestación del Espíritu de Dios desde los tiempos de los apóstoles. Pero, ¿cuál es el significado de este día y cómo debemos ver los acontecimientos que conmemora?
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En aquel momento, pocos habrían imaginado que el sonido de un martillo golpeando la puerta de una iglesia en Wittenberg, Alemania, resonaría en todo el mundo y conduciría a una de las mayores transformaciones de la sociedad occidental desde que los apóstoles predicaron el Evangelio por todo el Imperio Romano. Martín Lutero, clavando sus 95 tesis en la puerta de aquella abadía el 31 de octubre de 1517, provocó un debate que culminó en lo que hoy llamamos la Reforma protestante.
Con Martín Lutero, monje agustino y contemporáneo de Erasmo de Rotterdam, nos encontramos en pleno humanismo, dentro de los desarrollos de la escolástica de finales del siglo XV. El máximo representante de este pensamiento fue Guillermo de Ockham, mientras que en Alemania fue su intérprete el célebre profesor de Tubinga Gabriel Biel -‘doctor profundísimo’-.
Heredero del obispo San Agustín de Hipona, Martín Lutero fue una de las personas más significativas de las que Dios se sirvió después de él. El estudiante de derecho convertido en monje agustino se encontró en el centro de una enorme controversia cuando sus tesis fueron copiadas y distribuidas por toda Europa. Tras su oposición inicial al intento del Papa de ‘comerciar y vender’ la salvación, el estudio bíblico de Lutero le llevó a abordar numerosos problemas de la Iglesia de Roma, profundizando en temas como la primacía de la Biblia sobre la tradición eclesiástica y lo que nos hace justos a los ojos de Dios.
Esta última fue probablemente una de las mayores aportaciones de Lutero a la teología cristiana. A pesar de predicarse claramente en el Nuevo Testamento, y encontrarse en los escritos de numerosos Santos Padres de la Iglesia, los obispos y sacerdotes medievales habían olvidado, seguramente no por completo, pero sí en no pequeña medida, esta grande verdad: el hecho de que nuestras obras no pueden merecer en modo alguno el favor de Dios. La salvación es sólo por la gracia y sólo por la fe, y las buenas obras no son más que el resultado de esta fe: no se añaden a ella para mejorar nuestra posición a los ojos de Dios (Ef 2, 8-10). La justificación, es decir, el acto jurídico de Dios por el que nos declara inocentes, perdonados del pecado y justos a sus ojos, sólo tiene lugar porque, mediante la fe, el Padre nos imputa o aplica la justicia perfecta de Cristo (2 Co 5, 21).
Lutero sintió, en su época, la necesidad de oponerse con fuerza a esa forma de cristianismo -de derivación neoescolástica- que seguía revestida de pelagianismo, negando de hecho la primacía de Dios como único dispensador de la gracia salvadora
La posición de San Agustín la hizo suya Lutero al descubrir la primacía de la gracia, ya evidentemente bien presente en San Pablo. Lutero sintió, en su época, la necesidad de oponerse con fuerza a esa forma de cristianismo -de derivación neoescolástica- que seguía revestida de pelagianismo, negando de hecho la primacía de Dios como único dispensador de la gracia salvadora. La posición de Lutero, como sabemos, provocó reacciones violentas, ya que refutaba teológicamente el esfuerzo ético y moral del hombre por su propia salvación.
Lutero nunca negó la libertad del hombre, pero en su De servo arbitrio impugnó la facultad humana de alcanzar la salvación mediante sus propios esfuerzos. Llegó a estas conclusiones a través de una relectura de los Salmos (en los años 1513-1515) y de algunos libros del Nuevo Testamento, especialmente las Cartas paulinas: a los Romanos, a los Gálatas, a los Hebreos. Ya en su comentario al Salmo 50 -el Miserere- Lutero identifica la insuficiencia de la observancia de la ley como el límite infranqueable para que el hombre pueda ser considerado justo.
Sólo Dios, gratuitamente, mediante la primacía de la Palabra, realiza la obra de la justificación. La ley es sólo el espejo a través del cual el hombre reconoce sus propias faltas, su propio pecado. Por tanto, el hombre no practica la ley para dar gracias a Dios, sino simplemente para justificarse a sí mismo: en consecuencia, anula su valor salvífico. Por tanto, la única salvación viene de Jesucristo. El hombre debe reconocer que es incapaz de cumplir la ley y confiar totalmente en la Palabra de Dios hecha carne, crucificada: Jesucristo. Sólo en la fe en el único Salvador puede el hombre ser reconocido como justo por Dios y perdonado.
La toma de conciencia de esta verdad por parte de Martín Lutero condujo a una serie de reformas en la Iglesia y la sociedad, y a muchos de sus aspectos que hoy damos por sentados, pero que nunca se habrían producido sin su contribución. La traducción de Lutero de la Biblia al alemán puso la Palabra de Dios en manos del pueblo, y hoy la Escritura está disponible en la lengua vernácula de muchos países, lo que permite a la gente estudiarla y beneficiarse de ella. Fue Lutero quien reformó la Misa en latín, optando por dirigir la liturgia en la lengua del pueblo, para que incluso los no eruditos pudieran oír y entender la Palabra de Dios predicada y adorar al Señor. Fue Lutero quien recordó, sacando a la luz del olvido, la enseñanza bíblica del sacerdocio de todos los creyentes, demostrando que el trabajo de cada persona tiene propósito y significado, porque a través de él se puede servir al Creador.
Hoy, el legado de Lutero pervive en los credos y confesiones de las Iglesias protestantes de todo el mundo. Seguramente, y al recordar este aniversario, podemos seguir recibiendo la llamada para ser testigos audaces y creíbles del mensaje evangélico en este momento de la historia y del mundo, y de seguir avanzando en la reforma de la Iglesia de Cristo. Seguramente el Sínodo, recién finalizado, es un nuevo empuje espiritual y sinodal en ese horizonte de una Ecclesiareformata,semper reformanda.
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