"La gente sencilla no necesita teorías para vivir su fe" El dolor de la abstracción

(Lucio M. Nontol, corresponsal en NY).- En el número 36 de Amoris Laetitia, refiriéndose a la familia, el Papa Francisco escribe: "Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario".

Con un grado de sinceridad inusitada, el Papa reconoce que las propuestas abstractas y las excesivas idealizaciones de cómo "debería ser" la vida, la familia y el matrimonio han causado un gran sufrimiento y una gran dificultad para muchos creyentes. Las palabras del Papa nos recuerdan aquellas palabras de Jesús a los líderes religiosos de entonces: "Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas" (Mt 23, 4).

Parece que la sensibilidad pastoral para atender las muy variadas situaciones de cada lugar ha sido insuficiente y se ha ido adoptando un modo de proceder abstracto, descontextualizado y lejano de la vida cotidiana. Para muchos académicos, el énfasis en el contexto, la ubicación social, las circunstancias, deberían importar a la hora de los debates sobre cuestiones vinculadas a la fe. Sin embargo, el reconocimiento de la importancia del contexto puede y debe extenderse a otras áreas de la vida de la Iglesia. Por ejemplo la devoción a los santos y santas que profesan una gran cantidad de creyentes y que muchas veces se juzga apresuradamente como algo desfasado o propio de una fe ingenua.

Entre los años 2014 y 2015, el National Catholic Magazine de los Estados Unidos hizo una encuesta a más de mil lectores sobre qué es lo que pensaban de los santos. El resultado fue que más del 70% de los encuestados no está de acuerdo con las enseñanzas tradicionales de la Iglesia, y prefieren imitar las virtudes que cultivaron los santos a los que desde niños les han tenido devoción. Las razones que se esgrime para tal actitud residen en el hecho de que, en los santos encuentran una vivencia encarnada del Evangelio.

Una vida moldeada por el Evangelio que resulta fructífera para quien quiere tenerlo como "modelo" de su actuar. Entre los muchos creyentes que habitan en New York se observa que en seguida que entran a una Iglesia se dirigen hacia donde está el santo o la santa a la que tienen devoción. Tal vez, para quien tenga una sensibilidad pastoral con "altos estándares de racionalidad", por decirlo de alguna manera, la veneración a los santos le parezca fútil o superfluo. Sin embargo, la gente sencilla no necesita teorías y propuestas abstractas para vivir su fe. Muchos descalifican las devociones en pos de un cristianismo supuestamente más adulto y más maduro. Pero esa abstracción causa marginación y sufrimiento de un buen porcentaje de creyentes. Nos viene bien recordar las palabras de Jesús: "has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se lo has revelado a los pequeños" (Mt 11, 25).

El famoso teólogo Romano Guardini en su libro Libertad, gracia y destino intenta una visión unitaria y total de la existencia cristiana, tal como en el pensamiento cristiano primitivo. Su modelo ideal era san Agustín. Guardini ve en los santos unos modelos para unos nuevos estilos de existencia cristiana; ellos abren senderos que otros pueden seguir.

Hans Urs von Balthasar en su "estética teológica", presenta una contemplación de Dios, no en cuanto que comunica una verdad o en cuanto que se muestra benévolo con el hombre, ni a la luz de categorías tradicionales de lo "verdadero" y "bueno", sino de la categoría de lo "bello". Todo lo que es bello y espléndido para el mundo es epifanía. Los santos son epifanía y la gente sencilla parece que capta este mensaje. Su acercamiento continúo a los santos y a sus virtudes hacen que vean posible vivir la fe.

Por otro lado, las creencias cristianas no son "proposiciones" que puedan catalogarse y juzgarse con criterios impuestos por una referencia externa y objetiva, sino convicciones vivas que dan forma a unas vidas actuales. El examen crítico adecuado a las creencias cristianas, es, por consiguiente, aquel que comienza con la atención a las vidas concretas. Recordemos que es precisamente la vivencia histórica del pueblo, la experiencia religiosa cotidiana de los creyentes, la que se observa reflejada en el relato de unas vidas determinadas.

Por tanto, las palabras del Papa Francisco de evitar "un ideal teológico abstracto" nos podrían ayudar a considerar otros muchos aspectos de la vida de la Iglesia en los que impera la teoría sobre la realidad y no se busca un equilibrio que encarne mejor el Evangelio. Considerar la vida concreta de los creyentes evitaría la elaboración de teorías descontextualizadas y, sobre todo, se podría eludir mucho dolor y mucho sufrimiento.

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