Un Cuento para el Nuevo Año El euro de Martín: las sorpresas de los niños

El euro de Martín
El euro de Martín

"Un buen trozo de la vieja cubierta del veterano edificio había colapsado hacía un par de días"

"El viejo tejado mostraba, a ojos vistas, sus deterioradas estructuras de mediados del s. XX"

"En el acto inaugural de las nuevas obras, y de la inteligente reestructuración del espacio recuperado, allí estaba Martín, orgulloso, flanqueado por sus papás"

"Una explosión del instinto de solidaridad y transparencia de un niño, que nos proporciona a los adultos energía y caminos de solución de los problemas cotidianos"

“Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3)

Profe, profe, tengo un euro para la reparación del tejado de mi colegio, suelta el pequeño Martín, alumno de la Tercera de Infantil, tras el consabido gesto de levantar la mano antes de hablar. La profe da paso a la azarosa llamada del niño, que insiste, repitiendo el rutinario infantil del “profe, profe”.

- Dime, Martín. A ver, qué quieres decirme…

- Es que –expresa el pequeño un poco azorado- tengo un euro para, para…

- Para qué, dime. Y tranquilízate, hombre.

- Es que es para arreglar el tejado del cole, que se ha hundido.

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En efecto, el niño estaba en lo cierto. Un buen trozo de la vieja cubierta del veterano edificio había colapsado hacía un par de días. Los pequerrechos se habían asustado al oír el retumbar de los cascotes que cayeron justo encima del techo de su aula en el segundo piso. A Dios gracias, el incidente no pasó de un buen susto para los alumnos del aula, y una preocupación para la dirección del Centro Educativo que había de plantearse cómo buscar fondos para la rápida reparación de la significativa catástrofe.

El viejo tejado mostraba, a ojos vistas, sus deterioradas estructuras de mediados del s. XX. Su llamativa curvatura daba a entender que habría que plantearse, sin demora, la reparación, y recuperar su estado original. Es evidente que los laxos cálculos de futuro no coincidieron en nada con la realidad del desenlace de los hechos.

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En el acto inaugural de las nuevas obras, y de la inteligente reestructuración del espacio recuperado, allí estaba Martín, orgulloso, flanqueado por sus papás

Papá –le susurra Martín a su progenitor-, esta obra la he hecho yo. Y, antes de esperar la reacción de sorpresa de su padre, se vuelve hacia su mamá:

-Mamá, esto lo hice yo con el euro que me diste para chuches.

Para un adulto, ésta no es más que una historieta de peques, fruto de su innata  imaginación. Pero, también puede considerarse como una explosión del instinto de solidaridad y transparencia de un niño, que nos proporciona a los adultos energía y caminos de solución de los problemas cotidianos.  Y, es que lo vamos a necesitar para un año que se presenta conflictivo y ruidoso, a la hora de confrontar los graves y significativos problemas actuales, tanto del mundo como de nuestra  patria. 

Tal vez, Martín nos recuerda aquel rotundo axioma de Jesús de Nazaret: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3).

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