Xabier Pikaza Una higuera, dos experiencias: Buda y Jesucristo

(Xabier Pikaza).- Ayer hablé de la higuera de Jesús en Lc 13, 6-9, en perspectiva histórica y social. Hoy hablaré también de la higuera de Buda.

Una misma higuera, dos experiencias distintas, quizá complementarias:

La higuera de Buda es el mismo Sakyamuni, convertido en Buda (Iluminado) por el conocimiento de sí mismo, de la verdad de su existencia. Por eso, cada Iluminado es Buda, repite en sí la experiencia de la higuera.

La higuera de Jesús es Israel, el conjunto de la humanidad que se seca, quedando sin fruto. Jesús quiere quiere que la higuera cambie, dé fruto, y por eso nos amenaza para que nos convirtamos.

Jesús:

- La higuera es un signo del templo de Jerusalén, que llevaba mucho tiempo sin dar fruto, de manera que lo mejor era cortarla; por eso dice la tradición que Jesús la "maldijo", para que pudieran ser benditos todos los pueblos de la tierra.

- La higuera podía ser el pueblo de Israel, tal como estaba representado por sus sacerdotes, un pueblo estéril, sin obras de vida; podía ser también un tipo de Iglesia cristiana, sin obras de vida, condenada a morir, a fin de que pudieran vivir todos los hombres y mujeres llamados por Dios a la vida.

- La higuera podía ser también la humanidad entera, que no responde a la voluntad de Dios, destruyéndose a sí misma, a través de un proceso de degradación moral, de ruina ecológica. La higuera estéril es la vida de un mundo que se destruye y se pierde por razones de violencia, de injusticia, de rechazo de la vida.

Jesús como profeta tuvo que maldecir a la higuera estéril, poniendo así de relieve el riesgo de los hombres y mujeres que se oponen a la vida, que destruyen a los otros.

Buda:

A modo de contrapunto, frente a la higuera de Jesús (que era un profeta y amenazaba a la higuera estéril) podemos colocar la de Sakiamuni, Buda, que sigue siendo venerada en diversos lugares, como árbol de fecundidad y de conocimiento.

- La higuera de Buda es el árbol sagrado de la iluminación, bajo el cual debemos colocarnos, para descubrir lo que somos, cada uno de nosotros, la cuádruple verdad del conocimiento (todo es dolor, el dolor nace del deseo...).

- Jesús era un profeta, y por eso amenazaba a la higuera estéril; Sakiamuni, en cambio, ha sido un contemplativo, y vió la higuera como signo del buen árbol que da fruto. Debajo de sus ramas, él mismo se convirtió en Buda, el Iluminado.

- Buda no era profeta para los otros, como Jesús, sino un hombre en búsqueda de la iluminación, que alcanzó bajo la higuera. No es profeta para los demás, pero ofrece a todos el ejemplo y testimonio de su vida, para que también nosotros alcancemos el conocimiento, cada uno debajo de su higuera... , superando el mundo inferior de los deseos vinculados a la muerte, para descubrir nuestra verdadera realidad, la liberación.

- La higuera es signo de equilibrio, de la eternidad del conocimiento, que libera al iluminado de la apariencia de muerte del mundo y le introduce en el Nirvana

Árboles sagrados. Las dos higueras.

Los árboles son todos sagrados, desde las humildes encinas , hasta el roble y la palmera de otras tierras...Por eso se veneran y cultivan de formas distintas en el Norte y en el Sur, en las estepas y en las tundras...

Pues bien, entre los árboles "sagrados" de las grandes religiones de Eurasia, donde ha nacido el cristianismo (con el budismo) sobresale la higuera, que hoy quiero recordar como árbol del Despertar de la conciencia y como árbol de Justicia. Así lo han visto y lo recuerdan budistas y cristianos.

- En un caso (budismo), la higuera es signo de Conocimiento, árbol que nos permite penetrar en el misterio del vacío-lleno del Nirvana: es el árbol de los frutos dulces, de la buena sombra, que acoge y nos permite "despertar", es decir, adquirir el verdadero conocimiento. Bajo la higuera despertó Buda: descubrió su libertad, iniciando así su Navidad Sagrada.

- En el otro caso (cristianismo), la higuera es un signo del Juicio de Dios y su justicia. Es un árbol que puede convertirse en mentiroso, hojas sin fruto, pura apariencia, ante el gran templo de Jerusalén. Esa es la higuera del "mal judaísmo" (o cristianismo) que Jesús, el Cristo judío, fundador del Cristianismo, condenó al corte del hacha y a la hoguera.

Tiene que secarse y quemarse un tipo de higuera, pues no todas sirven para el conocimiento (como en el caso de Buda), ni para la justicia (como quiere el judaísmo), sino que algunas son para el engaño.

Condenar la mala higuera, el árbol que es pura fachada y sirve para oprimir a los pobres, es el primer paso para plantar la Buena Higuera, que según tradiciones antiguas, estaba al lado del Portal de Belén y conservaba aún frutos que sirvieron para endulzar los pezones de la Virgen Madre, que dio su leche al Niño.

1. Budismo. La Higuera del conocimiento de Benarés

La higuera es para el budismo el árbol de la iluminación, signo del hombre que descubre, en contacto con la naturaleza, la verdad suprema de su realidad. Así lo destacó (con matizaciones que aquí no recojo) el cardenal H. de Lubac en Budismo y Cristianismo, Sígueme, Salamanca 2006.

Éste es el árbol del conocimiento verdadero, que permite descubrir la verdad de la vida del que nace y sufre, para acompañar a los demás y ayudarles en el camino de la iluminación, ese fue el sentido de la higuera del Buda Sakyamuni, junto a Benarés.

Sakyamuni obtuvo su iluminación (convirtiéndose en Buda) mientras meditaba bajo una higuera (asvattha), después de haber de haber tomado el alimento sagrado, en Benarés, junto al río grande de la vida.

Esta "Higuera única" (eka asvattha), de la que los monasterios budistas tienen todavía hoy el deber y el orgullo de cultivar un renuevo, este "árbol del Bhodi" representa al mismo Buda.

En el arte de los primeros siglos del budismo son numerosas las Asvatthas o higueras, que son representaciones simbólicas del mismo Buda. Con el paso del tiempo, la higuera de Buda pierde sus rasgos concretos de árbol, a no ser un poco de follaje adornando la aureola de Buda. Pero en los monumentos más antiguos, las higueras aparecen de manera aún clara, como signos de Buda, el Iluminado.

Ciertas Asvattha (higueras), adornadas con profusión de hojitas y guirnaldas, se encuentran llenas de joyas y coronadas por una sombrilla, insignias del poder real, propias del Buda vencedor, de manera que ellas pueden sustituir al mismo rostro de Buda.

Una antigua leyenda budista afirma que el mismo Sakyamuni dio esta orden a su discípulo Sariputra, que le preguntaba de qué forma podrían venerarle después de su parinirvana o entrada en el Nirvana: "Oh Sariputra, cuando yo haya partido, mi imagen debe encontrarse tallada según las dimensiones de una higuera".

En los Mahasukhavativyuha -una de las obras que están en la base del amidismo budista - y después en el Loto de la Buena ley, texto fundamental del Gran Vehículo o Mayahana, aquellos que marchan siguiendo a los budas en la vía de la iluminación suelen ser comparados con árboles, pequeños o grandes, básicamente con higueras.

- El Trono de Buda (que es el signo del conocimiento, de la realeza del hombre) suele colocarse debajo de una higuera, que así aparece como el fuente de Iluminación. Buda es "el Despierto", el Árbol es "el Gran Despertador"; si el Buda es el anunciador del Darma, el Árbol es el Eje, es el Darma en sí mismo.

- En el budismo, el árbol salvador es la higuera del conocimiento que el hombre adquiere por sí mismo, por concentración mental y que, por sí mismo, al apagar la sed, apaga la fuente del devenir: sus frutos son joyas brillantes eternas; allí donde alguien descubre, con el árbol, el secreto de la vida se alumbra la Vida Verdadera, llega lo Nirvana. Para el budismo, de lo que se trata es de "cortar la raíz" del árbol cósmico, el árbol de toda vida, superando de esa forma su dolor.

- De esa manera, la "Higuera única" de Budismo termina siendo el árbol del olvido de los dolores de este mundo. Sólo superando todas las cosas inferiores, bajo el árbol de la iluminación, podemos comprenderlo todo, sin comprenderlo, rompiendo así todas las formas y figuras del tiempo y del espacio, del devenir y de la lucha de la vida.

- En el budismo, el Buda cósmico, idéntico al Darma, es el Ser impersonal (suprapersonal) y vacío (sin forma ninguna), el Ser de la Iluminación Suprema, lo sagrado, el Nirvana. Éste es el arbol de la budeidad esencial en la que ha sido absorbido el mismo Sakyamuni histórico, identificándose con todos los restantes budas, igualmente desaparecidos en la historia, para ser en lo Nirvana, para ser Nirvana. El árbol es así la pura luz, el puro signo, más allá de todos los signos.

2. Cristianismo, la higuera del juicio de Dios en Jerusalén

Para decir su palabra final sobre el Reino o familia de Dios en la tierra, Jesús ha debido enfrentarse al templo de Jerusalén, en gesto profético de gran densidad que define todo el evangelio. En ese contexto, en frente del templo, como signo supremo de su Falsa Santidad, se elevaba la higuera de hojas abundantes, pero sin fruto.

Esa Gran Higuera era el signo de una comunidad religiosa (cierto judaísmo antiguo, cierto cristianismo moderno) que termina siendo estéril, de modo que debe destruirse, pues no es más que fachada: un árbol seco, que conserva algunas hojas por un tiempo, pero que debe morir inexorable, para que surja una higuera distinta de frutos de vida, al servicio de todos los hombres, conforme a la justicia.

No se trata, por tanto, de meditar bajo la higuera, que es cosa buena, como hizo Buda (y en otro contexto el mismo Natanael cristiano de Jn 1, 48. ¡te vi debajo e la higuera!), sino que antes de todo hay que talar la falsa higuera (los árboles falsos de la Navidad), para que pueda surgir la fe verdadera, que es perón y amor mutuo.

a.- Israel, higuera estéril (Mc 11, 12-14). «Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. 13 Al ver de lejos una higuera con hojas, se acercó a ver si encontraba algo en ella. Pero no encontró más que hojas... Entonces le dijo: Que nunca jamás coma nadie fruto de ti».

Un tipo de judaísmo (y cierto cristianismo) es esa higuera, con hojas que pueden mirarse, admirarse, de lejos. Conforme al apólogo de Jotán (Jc 9, 8-15), la higuera debería ofrecer alimento sabroso a los que pasan. Pero ha venido Jesús y no encuentra fruto en ella. Llega con hambre, quiere comer, compartiendo así los frutos de la Higuera de Israel o de la Iglesia con todos los pobres del mundo, dones de la culminación israelita. Pero, acercándose mejor, Jesús descubre que la higuera sólo tiene hojas, grandes hojas, llamativas a lo lejos, estériles de cerca.

b.- Signo de Jesús, ruina del templo (Mc 11, 15-19). «Y llegaron a Jerusalén y entrando en el templo y comenzó a expulsar a los que vendían y compraban en el templo... Luego se puso a enseñar diciéndoles: No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en cueva de ladrones».

La higuera seca es un signo del templo mentiroso, de la Iglesia falsa. Por imperativo de ley, el templo se había convertido en mercado y matadero de animales, oficina de negocios religiosos al servicio de los sacerdotes. Pues bien, Jesús anuncia e inicia la destrucción de ese templo. Tiene que caer un tipo de árbol seco, un santuario pervertido, con sus traficantes, cambistas y vendedores engañosos.

3.- Higuera seca, fe salvadora. El verdadero templo (Mc 11, 20-25). «Cuando a la mañana siguiente pasaron por allí, vieron que la higuera se había secado de raíz.... Jesús les dijo: ¡Si tuvierais la fe de Dios!....Por eso os digo: Todo lo que pidiereis orando creed que ya lo habéis recibido y así será. Y cuando oréis, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestras culpas».

El judaísmo del templo se había convertido en fachada: un árbol de hojas sin fruto. Cierto cristianismo se ha venido a convertir también en una higuera estéril. Por eso, lo mejor que puede suceder, es que "Dios mismo" tale el árbol de las hojas engañosas, para que los fieles puedan orar y creer en libertad, en comunión, en gozo. Para que la buena higuera, pueda elevarse y ofrecer sus frutos a todos los que pasan, deben caer y talarse otros árboles de mentira. Frente a la cueva de negocios reunidos de sacerdotes y comerciantes elitistas, debe elevarse la nueva Casa de Dios, el árbol de la vida, que vincula a cristianos y a judíos auténticos, a todos los que quieren el triunfe de Dios (de la vida de los hombres y mujeres) sobre el mundo.

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