" El servicio desde la óptica de Jesús tiene una dirección de compartir e integrarnos en el conjunto" La naturaleza de expansión y vida del Espíritu de Dios
"Por eso la belleza del Espíritu de Dios es que se va expandiendo en la medida en que la comunidad crece y presenta mayores necesidades. Nos debemos alegrar si hay más manos para servir"
"Hay que cortar lo que nos echa a perder. Es decir, los vicios, las malas costumbres, los malos pasos"
"Vemos una contradicción en quienes quieren crecer, pero no quieren compartir o delegar servicios en otros"
"Vemos una contradicción en quienes quieren crecer, pero no quieren compartir o delegar servicios en otros"
| Alfredo Quintero Campoy
Este domingo 26 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra, toca uno de los aspectos más difíciles en las relaciones de servicio en la comunidad. El servicio desde la óptica de Jesús tiene una dirección de compartir e integrarnos en el conjunto. Ningún servicio particular puede atender toda la demanda de necesidades que se presentan en la vida de comunidad numerosa.
El pueblo de Dios sigue creciendo durante la conducción de Moisés por el desierto. Entendemos que para Dios estamos llamados a crecer y multiplicarnos. Al campesino le da enorme alegría ver que lo sembrado dé abundantes frutos. El empresario busca que sus empresas crezcan y den los mayores frutos y rendimientos. Jesús dirá: los he puesto para que vayan y den mucho fruto y su fruto permanezca.
Cuando Dios reparte su Espíritu en otros compañeros de camino de Moisés es porque de esa manera se garantizará una mejor atención en las necesidades del pueblo. Así lo hace la comunidad primitiva de los primeros cristianos. Cuando Pedro toma la palabra y pide a la comunidad que elijan algunos hombres probados por su fe y llenos del Espíritu Santo para que colaboren en el servicio de las mesas y la atención de las viudas.
Si el pueblo de Dios crece y crece, por lo tanto, la comunidad de los seguidores de Jesús, entonces entendemos que se necesitan de más ayudantes y que por lo tanto el mismo Espíritu los debe conducir para que haya orden, identidad y una misma fuente de vida.
Josué en la primera lectura de los números y, el discípulo Juan en el evangelio de Marcos, quieren que se prohíba a quienes están fuera del grupo de ellos a que no profeticen. Primero esta situación nos pone una seria reflexión: vemos una contradicción en quienes quieren crecer, pero no quieren compartir o delegar servicios en otros.
Entre más manos tengamos, mejor atenderemos las necesidades de la comunidad que van aumentando.
Por eso la belleza del Espíritu de Dios es que se va expandiendo en la medida en que la comunidad crece y presenta mayores necesidades. Nos debemos alegrar si hay más manos para servir. El querer tener un control y limitar la fuerza misma expansiva del Espíritu de Dios nos hará que no crezcamos.
Jesús manifiesta su obra desde dar vida resucitando. No es propio de Cristo lo engañoso y banal, que al final se corrompe con el moho o carcomido por el gusano. Dios no quiere que caminemos en lo que nos echa a perder, podrirse o secarse. Aunque es un lenguaje duro, sin embargo, es un lenguaje cierto, tanto lo que nos dice el apóstol Santiago en la segunda lectura y Marcos en el evangelio.
Hay que cortar lo que nos echa a perder. Es decir, los vicios, las malas costumbres, los malos pasos. El pecado nos puede apasionar en sus diferentes formas, pero nos echa a perder y, echándonos a perder nos puede consumir y acabar con nosotros mismos. Si tomamos conciencia de la necesidad de cambiar, de corregir; hagámoslo para que tengamos vida y evitemos perdernos. Siempre hay la oportunidad de reaccionar y corregir.
Evitemos abusar conducidos por la avaricia, entendiendo que al final lo material, aunque sirve y ayuda, acaba siendo sólo temporal. Empeñémonos en la producción de mayores obras buenas que nos harán trascender y serán siempre la luz de nuestra identidad cristiana.
Basta ver a Jesús, a quien confesamos y en quien creemos, acaba en la cruz despojado de las vestiduras, pero con la abundancia de amor en todas sus obras y dando su sangre por nosotros, que ahora podemos recibir esa sangre en cada eucaristía, para que cada uno tenga vida en Él.
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