"Es la aceptación de Cristo, de Dios, la que nos libera del instinto reptiliano" "El pecado original o la tendencia del ser humano a guiarse en parte por el instinto 'reptiliano'"
“La filogenia se repite en la ontogenia”, es decir que en nuestro desarrollo fetal se puede apreciar buena parte de nuestra historia como especie
"Ese podría ser el significado psicológico y profundo del pecado original, esa tendencia a seguir los dictados de una conciencia reptiliana (*) – pero que la adhesión a la propuesta de Jesús de Nazaret permitiría sustituir por otra más evolucionada y definitiva"
| Julio Guerrero Moreno
Andaba yo tratando de comprender el dogma católico sobre el pecado original, pues en un principio me resultaba contrario a la razón y esto no podía ser posible, por principio, aunque si bien existen otros muy extraños para la mentalidad actual en pleno siglo XXI, como los referidos a María, me interesaban menos ya que siempre he considerado que no afectaban significativamente a la construcción del Reino de Dios, hoy pongo esto en duda, por lo que quizá alguna vez los trate con una nueva perspectiva sin modificar la letra ni el espíritu por su puesto.
Pues bien, como decía al indagar sobre el pecado original no encontraba texto o versión que me convenciera, a veces demasiado teóricos, otras excesivamente literales, me sentía perdido y necesitaba claridad por si en algún momento personas no creyentes me lo planteaban como en ocasiones me hacen de distintos aspectos no sólo de la dogmática sino también de otros aspectos menos evidentes del Nuevo Testamento o de la vida de Jesús de Nazaret.
Así, me llegó una idea que aprendí cuando realizaba estudios de biología, en los que me licencié hace ya bastante, y que era como sigue: “la filogenia se repite en la ontogenia”, es decir que en nuestro desarrollo fetal se puede apreciar buena parte de nuestra historia como especie. Esto me llevó, asimismo a recordar que la idea de Adán y Eva, personajes mitológicos que como tal no existieron según nuestros conocimientos antropológicos, hablaban del desarrollo de nuestras almas en su proceso vital.
Al nacer lo hacemos con una carga de sentido común, en un estadío de virginidad espiritual, pero con una potencia que, por sí misma, nos llevaría a concluir ante circunstancias adversas soluciones en ocasiones egoístas y muchas veces drásticas, es raro que tengamos la capacidad de perder nosotros para que ganen los demás, sino más bien al contrario, estamos lejos de poder “amar a los enemigos”, o “compartir de lo que tienes con desconocidos”, por poner un par de ejemplos. Estamos lejos de ser cristianos. No conocemos a Dios.
A Dios, habitualmente le conoceremos por empatía con nuestros padres o tutores si es que éstos son discípulos del Maestro, y luego elegiremos, optaremos, nos haremos discípulos también o lo rechazaremos.
Ese podría ser el significado psicológico y profundo del pecado original, esa tendencia a seguir los dictados de una conciencia reptiliana (*) – pero que la adhesión a la propuesta de Jesús de Nazaret permitiría sustituir por otra más evolucionada y definitiva.
El asunto del bautismo de los niños es un tema que se deduce de éste y que no puedo tratar aquí sin recargar en exceso el artículo, pero que podría hacerlo en otra ocasión. Sí que plantearé la circunstancia de que un niño, que no ha cometido pecado por su propia característica de estar en formación y no conocer aún lo que es bueno y lo que no si fallece y se encuentra en presencia de Dios, quizá debiera pasar por una pequeña etapa de crisis para terminar de transformarse en ser divino y entrar en su Gloria, por lo que todos entrarían en Dios, sin lugar a dudas.
En Cristo, Dios mismo nos da a comer del árbol de la ciencia del bien y el mal, pues en la doctrina de Jesús de Nazaret queda todo suficientemente aclarado, y lo que así no fuera el propio Espíritu nos lo haría saber pues el que busca halla, como a mí me ha ocurrido con la llegada a mi entendimiento de ésta propuesta para explicar también desde la lógica el sentido de ese pecado original, esa tendencia primigenia de aceptar la venganza en determinadas ocasiones, por ejemplo. Recordemos que la humanidad antes de Cristo castigaba en algunos pueblos el robo con la amputación de las manos, o con pena de muerte por un crimen cometido.
Sobre el pecado original:
Es un tema complejo éste que acabo de citar, pues no es comprensible que exista la pena de muerte en países mayoritariamente cristianos, es una abominación del Evangelio, verdadero pecado. O que existan leyes sexistas de origen patriarcal donde la mayoría de la población está bautizada, o es que quizá lo esté formalmente pero no ha sido asumido el compromiso con la doctrina del amor y la igualdad que Jesús nos transmitió.
Concluyendo: el pecado original lo tenemos porque el ser humano nace con cierta tendencia a guiarse en parte por el instinto “reptiliano” albergado en su cerebro y es la aceptación de Cristo, de Dios, la que nos libera del mismo, quien en la persona histórica de Jesús de Nazaret llegó a dar su vida por mantener su doctrina y gracias a la cual hoy vivimos en sociedades que avanzan en derechos humanos y atención a l@s más necesitad@s.
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(*) El cerebro reptiliano en el cerebro humano se localiza en la parte inferior y trasera del cráneo. Sería la parte más antigua y primitiva encargada de las funciones básicas y de supervivencia y de los instintos. No es capaz de aprender, vive en el aquí y el ahora, es decir, es pura impulsividad. Además, este cerebro cubre las necesidades de defender y/o marcar el territorio, protegerse y evitar riesgos, por lo que es resistente al cambio y la innovación.
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